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REFLEXIONES SOBRE LA VIOLENCIA G.SOREL


Enviado por   •  14 de Septiembre de 2021  •  Ensayos  •  1.056 Palabras (5 Páginas)  •  113 Visitas

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Historia del Pensamiento III: Informe IV, Reflexiones sobre la violencia, G. Sorel:

Consigna: A partir de la lectura de Reflexiones sobre la violencia explique, en no más de dos carillas:

a) la relación entre la democracia, los partidos socialistas y los intelectuales

b) la naturaleza de los mitos, su papel a lo largo de la historia y la función del mito de la huelga general en la sociedad capitalista en oposición al racionalismo imperante.

a) El autor establece en su libro Reflexiones sobre la violencia, que la democracia se relaciona con los partidos socialistas de forma que dichos partidos centran sus éxitos electorales en los conflictos de intereses, es decir, cuanto más descontentas las clases obreras, mayor será el éxito electoral de los partidos socialistas. Para explicar ello vuelve a las enseñanzas de Aristóteles: ““En aquellas democracias, donde la multitud puede dictar soberanamente la ley —dice Aristóteles— los demagogos, con sus continuos ataques a los ricos, dividen siempre a la ciudad en dos bandos... Los oligarcas debieran renunciar a la prestación de juramentos cual los que formulan hoy día: porque he aquí el juramento que en nuestra época pronunciaran en algunos Estados: “Seré enemigo constante del pueblo y he de hacerle cuánto daño pueda”.[1] En cuanto a los partidos socialistas en la actualidad, el autor cree que el voto “la papeleta” ha reemplazado a la lucha armada, o esa es la enseñanza de los socialista, y afirma: “Hoy los socialistas parlamentarios no piensan en la insurrección y si a veces hablan de ella todavía, es por darse importancia. Enseñan que la papeleta del voto ha reemplazado al fusil; pero el medio de conquistar el Poder puede haberse modificado sin que los sentimientos variaran. La literatura electoral parece inspirarse en las más puras doctrinas demagógicas: el socialismo se dirige a todos los descontentos, sin averiguar qué sitio ocupan en el campo de la producción y —como en una sociedad tan compleja cual la nuestra y tan amenazada de cataclismos económicos, todas las clases tienen enorme número de descontentos— a menudo se encuentran socialistas allí donde menos se esperaba. El socialismo parlamentario emplea tantos lenguajes como clientelas tiene. Busca a los obreros, a los pequeños patronos, a los campesinos, y, a pesar de Engels, se ocupa de los arrendatarios agrícolas;52 ya es patriota, ya declama contra el ejército. No le detiene contradicción alguna, pues la experiencia ha mostrado que es posible, en el curso de una campaña electoral, la agrupación de fuerzas que habían de ser normalmente antagónicas, según las concepciones marxistas. Además, ¿es que no puede servir un diputado a electores de todas las categorías económicas? El término proletario ha acabado por ser sinónimo de “oprimido”, y éstos existen en todas las clases sociales;53 los socialistas alemanes se tomaron un desusado interés en las aventuras de la princesa de Coburgo.54 Uno de nuestros más distinguidos reformistas, Henri Turot, que por mucho tiempo fue redactor de La Red Petite Repúblique55 y concejal de París, escribió un libro que trata de “las proletarias del amor”, nombre representativo de las meretrices de baja estofa. Si algún día se concede a la mujer el derecho al voto, Turot será, sin duda, el encargado de formular las reivindicaciones de este proletariado especial.”[2]

En cuanto a los intelectuales y la democracia, el autor toma el pensamiento de Jaurès, que opina que los intelectuales no deben verse amedrentados frente a la lucha de clases, y al contrario deben dirigir los partidos socialistas, para así “llegar a buen puerto”: “Jaurès cree, sin duda trabajar en beneficio del socialismo, como los casuistas descarriados creían ser los más buenos y útiles defensores de la Iglesia. Estos, efectivamente, impedían a los cristianos tibios derrumbarse en la irreligión, y aún los llevaban a practicar los sacerdotes: exactamente como Jaurès impide que los ricos intelectuales, acarreados al socialismo por el dreyfusismo, retrocedan medrosos ante la lucha de clases y los impulsa a comanditar los periódicos del partido. Para los mentados intelectuales, Vaillant es un soñador que no ve la realidad del mundo, que se embriaga con las quimeras de una insurrección ya imposible, y desconoce las ventajas que un político taimado puede obtener del sufragio universal.”[3]

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