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Relectura del Cuaderno de tapas Azules


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2018  •  Monografías  •  1.597 Palabras (7 Páginas)  •  112 Visitas

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Relectura del “Cuaderno de Tapas Azules”

Literatura Argentina

Introducción

        Realizaremos una relectura del “Cuaderno de tapas de azules” del libro Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal. En la misma haremos una síntesis de lo que va aconteciendo en su alma y las mociones que se le suscitan en ella. A su vez intentaremos abordar los arquetipos simbólicos espaciales que serán: lo nutricio como un alma que se alimenta en viaje al pasado y hacía la interioridad; lo cíclico y el deseo de vencer el movimiento de rotación de las cosas; el caminar que tiene como meta al Amado; y la verticalidad y la apertura hacía la trascendencia.

Síntesis del Cuaderno de Tapas Azules

        La historia de Adán Buenosayres comienza relatando el sentimiento de soledad en el que se encuentra su alma. Sufre y padece por la ausencia del amor. El cuaderno de tapas azules hace su inicio narrando la historia de la niñez de Adán. Recordando la historia de su pasado. Alimentándose su alma de su historia. Aquí podemos decir que se explicita lo simbólico de lo nutricio, el alma hace un viaje hacía su pasado, hacía lo ancestral. Comienza una mirada hacía adentro y hacia abajo para ver también sus miserias. Comienza un viaje hacía la interioridad. Su niñez la vivía con sus padres en su Maipú natal. Comienza a recordar aquellos días de llantos, llantos sin razón, y con miedo de ser descubierto.

        Contemplando una tarde la huerta de su casa se da cuenta de lo cíclico de la naturaleza y de la vida. El encontrarse en su soledad se queda inmóvil, paralizado al ver que todo se movía por su propio ciclo “obedeciendo a un ritmo exacto”, el día y la noche, el nacimiento y la muerte, el ritmo de las estaciones el inicio de la vida en la primavera, la plenitud del verano, el crepúsculo del esplendor en el otoño, y la grave dulzura de la muerte en el invierno. Su alma se va sintiendo en un ciclo similar “cuando la tierra se devenía, mi corazón entraba en invierno”. En Adán nace el deseo de lo permanente y perdurable: “no tuve jamás un domingo a cuya dicha no se mezclara la sombra de un lunes amenazador”, es el deseo de su alma de permanecer en un domingo eterno que le es inalcanzable.

        De este movimiento de lo cíclico nace en el alma de Adán dos mociones: el de la duda, y un ansia por lo permanente, en donde se detuviera el tiempo y el espacio. Ese tiempo que se va llevando la vida de las personas, el paso del tiempo hacía la muerte. El deseo de vivir en una eterna primavera. El espacio viviendo como una pena, despertando en él un miedo que al contemplar el cielo le inunda el vértigo del abismo, vértigo por la inmensidad del universo. El alma anhela una quietud en el que pueda eternizarse en el mismo espacio y en el mismo tiempo.

        Al ver que todo se movía en un ciclo exacto se pregunta cuál sería el suyo propio a lo cual no pudiendo responder generó en él un gran dolor, el sufrimiento por la incertidumbre del destino. Aquí comienza a nuestro entender el simbolismo del caminar. Adán se da cuanta en la quietud en la que se encuentra su alma y le viene el deseo de salir del ese estado de reposo. Al precio del llanto, del dolor y de la angustia, él cree emprender el camino de conocer su llamado, su vocación natural. No había nacido para estar sola su alma así como tampoco para vivir inmóvil, porque tanto como la soledad le duele la quietud. A partir de aquí comienza a buscar su alma a aquél Amigo, el Amado, en un camino que lo llevará a abrirse a lo trascendental.

        En un sueño Adán experimenta estar en una noche cerrada, oscura y en un campo extenso y estéril en él siente miedo, el cielo se le viene encima y sus pies se hunden en el terreno, luego siente la presencia de un hombre que lo mira y que a su paso todo se vuelve claridad y el campo se llena de fecundidad, su alma se siente saciada en sus deseo de plenitud, encuentra la realización de su deseo del Amigo, del Amado. De a poco se fue abriendo a escuchar el llamado de otras voces. Entiende que la hermosura viene del amor y el amor tiende hacía la felicidad, ante esto siente una sensación de jubilo y gozo. Su alma sale de su estado de inmovilidad y comienza a caminar entre esas voces que lo llaman.

        El alma de Adán se alejó tanto de sí misma que llegó a perderse y olvidarse, y olvidándose se convirtió  en la esencia de lo que amaba. Describe él mismo el estado de su alma al decir que se encuentra en un laberinto con sus amores, perdida. Creyendo vivir se fue muriendo en cada uno de sus amores. No encontraba gozo, ni felicidad, comienza a dudar de su vocación amorosa.

Este es el caminar de su alma que sale de su quietud y va en busca del ser Amado. A partir de aquí –entendemos nosotros- se comienza a expresar el simbolismo de la verticalidad en Adán Buenosayres, que es la experiencia de abrirse a una realidad trascendental.

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