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TODOS SOMOS MAESTROS


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2012  •  2.573 Palabras (11 Páginas)  •  698 Visitas

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TODOS SOMOS MAESTROS. UNA TAREA COMÚN: LA EDUCACIÓN

Cuando mi amigo Vicente Llamas me hizo la invitación para estar aquí, compartiendo con ustedes, le expresé mis temores de no poder responder a la expectativa que se forjara. Hablar sobre educación en cualquiera de sus aspectos, interpretarla, es sin duda una cuestión interminable y compleja, que rebasa el alcance de mis limitados conocimientos.

Pero en fin, intentaré aportar algo al debate, que no a las respuestas, sobre algunos aspectos que a mi juicio resulta importante retomar en la actualidad, desde una visión crítica.

Me enteré de que en este evento estarían representados los sectores más importantes que participan en la educación escolarizada, como son: los padres de familia, los profesores y las autoridades educativas. En ese sentido, decidí abordar el tema educativo desde una visión global que permitiera que todos podamos reflexionar acerca de nuestro papel específico.

Titulé esta charla “Todos somos maestros”, porque es claro que la educación es un privilegio humano, no sólo escolar. Inevitablemente, en algún momento de nuestra vida hemos enseñado algo a alguien, voluntaria o involuntariamente.

En una novela de ciencia ficción de un escritor inglés, Arthur Clarke, leí que una nave extraterrestre llega a nuestro planeta y desde su interior, un ser desconocido da consejos y orienta positivamente a nuestros agresivos congéneres, los pacifica y educa. Cuando todo está en calma, el ser desciende de la nave y ¡oh, sorpresa!: tiene cuernos y cola y patas de macho cabrío. El escritor se pregunta entonces si hubiera sido escuchado, obedecido y respetado por los seres humanos si éstos hubieran conocido su apariencia. En más casos de los deseables, nos dejamos llevar por lo superficial y no por el valor intrínseco de las personas.

Lo que sí es evidente es que ningún ser extraño, por extraordinarios que sean sus poderes y su desarrollo, puede enseñarnos a ser humanos mejor que otro ser humano, que es quien ha vivido la experiencia.

La educación es así, un acto eminentemente humano. Es verdad que también los animales educan a sus crías, pero la capacidad de seguir aprendiendo y enseñando a lo largo de la vida no la tiene ninguna otra especie, ni aún los primates, por ejemplo los chimpancés, que son los mejor dotados de inteligencia. Hay quienes se maravillan de lo que son capaces de desarrollar y llegan a afirmar que son más inteligentes que los humanos. Pero si comparamos el desarrollo de un niño y de un pequeño chimpancé, podemos observar que este último rápidamente aventaja al niño en conductas aprendidas de su madre, pero llega un momento en que ya no aprende más cosas, sólo las repite. Si un ser humano se comportara como el más adiestrado de los monos, indudablemente sería calificado de imbécil sin remedio.

Entonces, todos aprendemos de todos; el único título que se requiere para ser maestro es haber vivido. No me refiero a la edad, sino a haber vivido antes que otro el conocimiento que se quiere enseñar. Un niño enseña a otro un juego nuevo, y un joven enseña a un viejo el manejï de una máquina. Ahora bien, el hecho de que cualquiera Sea capaz de enseñar algo, no quiere dechr que pugdq enseñqr cualquier ãosa. Por eso existen iNspituciones que orientan su fungión educativa de diferente manera.

Sabemms que el proceso eDucativo se ha divkdido en dos tipos: formal e inforoal, aunque hay quienes agregAn el no formal. El primero lo llevan a cabo persona3 e insti4uciones socialmente designadas pari ell/. En el hnformal papticipaf las instituciïne3 sociales como la familka, la religión, los crupos då trabajo o recre`ción y la comunidad en qu conjunto.

Me ocuparé fe eóte último tapo en primer lugar. Me in4eresa 3obre todo destacar el papel de la familia en l! formación de las nuevas generaciones.

En la familiq0el niño aprende a hablas, asearse, obefecer a los mayores, rezar, compartir sus cosas, convivir, y aprende sobre"el bien y el mal. A este aprendizaje de normas y reclas de cïnducta esenciales se le denomina socialización primariaî Gracias a0ella, el individuo se convierte en un miembro más o menos estándar de la sociedad.

Después, la escuela, los grupos en los que se incorpora el sujeto, se encargan de realizar la socialización secundaria.

La familia es entonces el lugar privilegiado de formación. Lo que la familia enseña en los primeros años de existencia, bien o mal, deja una huella indeleble que difícilmente se borrará del alma de los individuos. Cuando es favorable, proporciona la fuerza necesaria para resistir los embates de la vida. Y si no lo es, arraigará prejuicios y traumas que no se podrán extirpar. Del mundo hostil exterior el niño se refugia en la familia, pero de la familia ya no hay escape posible, salvo con desgarramientos terribles, como los de los niños de la calle.

La familia educa a través de uno de los instrumentos de coacción más eficaz: el miedo. Sí, no me miren así, el niño se comporta como los adultos le piden o exigen por el miedo más ancestral: el miedo a dejar de ser amado. No hay temor más grande que el de saberse solo, en el desamor. Muchos padres hacemos explícita la amenaza: “si te comportas así, ya no te voy a querer”. Y el amor es algo tan importante, como dice Goethe: “da más fuerza saberse amados que saberse fuertes; la certeza del amor, cuando existe, nos vuelve invulnerables”.

Desafortunadamente, la familia en los tiempos actuales sufre un eclipse en la mayoría de los países. Su función socializadora primaria se ha visto afectada y disminuida. Se habla de una crisis de autoridad en la familia, pero no confundamos con la “mano dura” que exigen voces represivas. El modelo del padre como autoridad tradicional se halla eclipsado. En muchas ocasiones el padre no educa al hijo para ayudarlo a crecer, sino para satisfacerse modelándolo a la imagen de lo que él hubiera querido ser.

De hecho, las instituciones sociales más importantes, como son la escuela y la familia, están viviendo una crisis seria. Sé que muchos de ustedes pensarán: ese triste cuento ya lo he escuchado muchas veces. Pero en el caso de la familia, es muy grave pues ante su incapacidad o desgana de educar moralmente, traslada a la escuela esa responsabilidad. Y los maestros no siempre están ni formados ni interesados en el tema, agobiados como a veces se encuentran con responsabilidades administrativas y de toda índole. Pero de hecho una de las quejas más recurrentes de los maestros es que la familia se desentiende de su responsabilidad y les demanda histéricamente que se hagan cargo de lo que ella ha renunciado a realizar.

Por ejemplo, los temas sobre

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