Tras Las Huellas Del Beato Josemaría Escrivá De Balaguer
slbances8 de Marzo de 2013
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TRAS LAS HUELLAS DEL BEATO JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER
CAPÍTULOS 1-6
Capítulo 1: Preámbulo.
Con el fin de introducir al lector en el tema, el autor comienza su libro haciendo una evocación de su infancia y juventud vividas en un ambiente rural; una vida sencilla en donde la solidez de la familia como primera transmisora de valores, se constituye en el cimiento moral de lo que el hombre llegará a ser más adelante. Nos hace una descripción de la imagen de su padre en cuanto cabeza del hogar, como hombre apegado a la tierra y al trabajo honrado, con la sabiduría propia de la gente de campo cuyo ritmo de vida está marcado por las estaciones y una religiosidad de raíces profundas. Su madre, con el papel discreto pero imprescindible de aquellas que hacen posible que el hogar sea y funcione desde las faenas cotidianas y que guardan las prácticas y tradiciones que vistas a distancia son parte del patrimonio cultural de una comunidad, esas mismas que hacen parte del bagaje que consigo carga la persona a lo largo de su vida.
La Iglesia y le escuela aparecen también en este preámbulo, como referentes fundamentales desde los cuales el hombre ve enriquecida su existencia. La primera, aporta la experiencia espiritual y los valores propios que habrán de poner en contacto a la persona con el mundo de lo religioso, lo trascendente. Dicho de otra manera, la educación religiosa será un eje transversal imprescindible para el desarrollo de su personalidad.
De manera breve comenta del privilegio que supuso salir de la casa paterna para continuar su formación académica; ello como producto del empeño visionario de sus propios padres. Narra también aquellos acontecimientos que van marcando su juventud y determinando su futuro: su afiliación a la Asociación de Estudiantes Católicos y posteriormente a la Juventud Católica en la antesala de la Guerra Civil Española; los tristes acontecimientos de esos años y su matrimonio al finalizar la guerra.
Capítulo 2: El Encuentro con D. Josemaría Escrivá de Balaguer.
Una vez casado, García Hoz cuenta cómo él y su esposa buscan un director Espiritual y son referidos a D. Josemaría. Este primer encuentro es determinante para su vida y, a partir de él, empieza a apuntar algunas actitudes importantes que perfilan al acompañante ideal. Aunque la dinámica se desarrolla en el campo de la dirección espiritual, estos principios son del todo aplicables a otras facetas de la vida humana: la pedagógica, en el caso que nos ocupa.
El autor alude a una síntesis de la actitud personal, de carácter permanente, en Escrivá de Balaguer a la que llama: “de absoluta disponibilidad”. A esta acompañan obviamente otras que se retroalimentan recíprocamente, pero que tienen una única fuente, imposible de obviar, y esta no es otra sino la experiencia de Dios. Sobresalen especialmente la calidez humana, la compasión para hacerse cargo de la situación del otro y la constante tendencia a englobarlo todo dentro de la voluntad de Dios. Todo lo hablado durante la dirección espiritual aparece luego respaldado con la aparición de “Camino”, libro que recoge las enseñanzas de D. Josemaría.
Capítulo 3: Una Sorprendente Indicación.
Aparece aquí lo que constituye la piedra de toque de la propuesta pedagógica de Josemaría Escrivá de Balaguer: la contemplación como una cuestión viva y palpitante llevada a la práctica. A partir de este planteamiento podríamos hablar de una pedagogía de la contemplación.
Hay que recordar, sin embargo, que la contemplación como actitud de vida ya aparece en el testimonio de muchos santos y santas, y no únicamente en aquellos dedicados a la vida contemplativa, sino muchos que ven en la misma algo necesario para dotar de sentido profundo a la acción.
Lo novedoso de la propuesta está en que la invitación a la vida contemplativa desde la acción no es algo exclusivo para las personas consagradas a través de la profesión religiosa o del ministerio sacerdotal, sino a los laicos insertados en el múltiple quehacer de la vida humana, toda vez se comprenda que en ello no existe nada de extraño, pero sí mucho de sobrenatural, pues la contemplación y la acción se fecundan recíprocamente y conducen al necesario testimonio de la fe.
En este extenso capítulo, el autor se esmera en explicar lo que es la contemplación en toda su riqueza y los frutos que de la misma se derivan: contemplar será entonces mirar con el corazón los acontecimientos de la vida ordinaria para descubrir el valor de lo sobrenatural presente en la acción humana; también consiste en una serie de movimientos que conducen al encuentro de Dios así como una forma de conocimiento más alto, fundado en el amor. Es también un volcarse al interior de uno mismo y la forma más profunda del pensamiento humano. Para poder vivirla es necesario echar mano de aquellos auxilios que la religión pone a nuestra disposición: la palabra escuchada y meditada y el ejercicio constante de la oración como un diálogo permanente con Dios.
Naturalmente –apunta– en este camino existen dificultades. Esta es una experiencia común a todos los místicos, que han debido luchar contra las dificultades que encuentran en su camino. Josemaría habla de la complejidad del pensamiento como una dificultad, pero propone el remedio en el esfuerzo, constancia, amor como la mejor manera de ir aprendiendo, ya sea a partir de la propia experiencia, o bien tomando de la experiencia de otros que nos han antecedido. En definitiva, de lo que habla es de la necesaria “sencillez de corazón” requerida por el Evangelio.
Esta propuesta, aplicada a la experiencia de la educación, pediría transformar la “escuela activa” en una escuela más “contemplativa”, para que el educando aprenda a “ver” la vida desde el corazón para llegar a la esencia de las cosas. Esto, sin duda alguna, ayudaría a humanizar la educación en un tiempo en el que se exige el dominio de tantas habilidades que pueden dejar al hombre en la periferia de las cosas o interesarse únicamente por su propio bienestar material a costa de ganar en profundidad.
Capítulo 4: De lo Sobrenatural a lo Humano. Filiación Divina.
El autor va anudando magistralmente una idea con la otra para plantear una panorámica, hasta el momento, muy completa de los puntos clave de una propuesta educativa por demás actual.
En este capítulo hablará de la experiencia de la filiación divina, es decir, de la paternidad de Dios que resulta ser la piedra angular de la madurez humana y espiritual de la persona. En la carta a los Gálatas se hablará de la liberación de la esclavitud de la ley. Es esta, una realidad personal e intransferible. Solamente a partir de esta realidad de lo personal, se puede luego pasar a abordar la vivencia de la misma desde la corporeidad. La primera es necesaria para la segunda.
Esa es la novedad del cristianismo: si el pueblo judío hablaba de Dios como Padre, lo hacía desde su conciencia de pueblo; sin embargo Jesús revela esa paternidad como un don otorgado a cada persona.
Víctor García Hoz reflexiona acerca de la filiación divina como la fuente de la dignidad humana y como la condición que nos capacita para hacer bien las cosas (el motivo sobrenatural); como la gracia unifícate en el ser del hombre, cuya vida en la tierra apunta siempre hacia lo sobrenatural y hacia la intimidad con Dios.
Tomar conciencia de ello permite a la persona una perspectiva diferente de sí misma y de su misión en el mundo, donde actúa en calidad de hijo de Dios aún en las cosas más pequeñas, buscando hacer su voluntad a partir de su libertad innata poniendo en juego su inteligencia y voluntad. No se queda en la pura subjetividad sino que tiene su campo de prueba en la vida práctica.
Resulta agradablemente sorprendente contemplar a través de sus líneas la actitud realista de San Josemaría de cara a la vida con sus retos y sufrimientos, rechazando cualquier mojigatería religiosa e invitando a la vivencia de una fe recia, obra “de la Gracia de Dios y de una educación adecuada”. Es necesario evitar el autoengaño que lleva a creer que esta gracia es una especie de garantía para evitar el sufrimiento. Mientras más difíciles sean los tiempos, más necesaria es la gracia de la fe traducida en compromiso.
Más adelante pasa a abordar la misión que tanto los padres de familia, como aquellos que ejercen una función educativa tienen para infundir en el alma de los jóvenes la conciencia de su filiación divina y su capacidad de interpretar las múltiples facetas de la realidad desde esa condición. Para ello señala lo mucho que cuenta la cercanía y el testimonio del educador en la vida del muchacho, inspirándole con su ejemplo y su palabra (más adelante hablará del aprendizaje implícito), de manera que llegando a conocerse a sí mismos, adquieran la necesaria sencillez de la cual nace la auténtica alegría de ser hijos de Dios. Educar, pues, es también educar en el valor de la sencillez.
Toda vez el hombre llega a considerarse a sí mismo desde su condición de hijo de Dios, puede fácilmente comprender cómo esa misma dignidad es propia de los demás seres humanos y fuente de su radical dignidad, por lo cual son merecedores de toda consideración.
A propósito del aprendizaje implícito como un aprendizaje por imitación, se dice del maestro que, con su modo de
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