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Tu Culo Peludo


Enviado por   •  21 de Febrero de 2015  •  1.622 Palabras (7 Páginas)  •  424 Visitas

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La estética en la cotidianidad

La estética es una disciplina científica que pertenece, por naturaleza específica, al campo de la filosofía. En cuanto disciplina científica, ella estudia su objeto propio desde las exigencias mismas del conocimiento científico.

Considera su objeto propio desde una profundidad y una altura tales que tienen su fuente de manera particular en la dimensión contemplativa de su modo de llevar a cabo el proceso de conocimiento, que no se mueve, por un lado, ni desde pretensiones meramente pragmáticas respecto a su objeto ni desde intenciones puramente especulativas sobre éste, por el otro.

Contrario a lo que comúnmente se piensa, la estética no tiene como objeto propio de consideración ni la “belleza” de las distintas cosas del mundo, sean éstas artifíciale o naturales ni las “obras de arte” creadas por el ingenio del hombre, en sus diferentes posibilidades de realización técnica al menos no de manera inmediata y primaria.

La “estética” tiene lugar dentro del hombre de manera concreta y viva, intensa y profunda, ya que desde el punto de vista subjetivo se trata de una “vivencia” que atañe por entero al hombre. A través de la “experiencia estética” asoman a la conciencia humana las cosas del mundo en su belleza cualitativa y las obras de arte en su estructura óptica contenidos específicos del lado objetivo de la “experiencia estética”, individualmente irrepetible y psicológicamente intransferible. Cuando el hombre estudia, de hecho, la belleza de las cosas del mundo o la estructura de las obras de arte creadas por el ingenio humano.

El cometido de las siguientes líneas es “aislar” con el pensamiento, por así decirlo, los principales momentos constitutivos de la “ estética” en lo que tienen de vivencia humana, esto es, de fenómeno subjetivo. El análisis de los contenidos objetivos de esta experiencia la belleza de las cosas del mundo y la estructura de las obras de arte se dejarán para otro momento.

La estética se presenta ante la mirada del hombre como una “vivencia” y, por lo tanto, como un fenómeno relativo a su vida psíquica propia. Se trata, en sentido estricto, de un “fenómeno subjetivo”, que tiene lugar, por ello, en la “interioridad” del hombre. Por esa razón, este fenómeno no es propiamente “visto” por el hombre, “atendido” frontalmente por su inteligencia, sino “vivido” por él en el ámbito de su conciencia, en un específico nivel de profundidad de ésta misma por el momento indeterminado.

El “tipo” de vivencia al que pertenece por naturaleza la experiencia estética es el de las llamadas vivencias “intencionales”, porque el surgimiento de ésta en el interior del hombre implica esencialmente un nexo “consiente” y “significativo” con una realidad distinta al hombre, como puede ser una obra de arte (La Pietà de Miguel Ángel, la Cathédrale de Auguste Rodin, Il Duomo de Florencia, la Divina Commedia de Dante Alighieri, un Haikú de Basho Matsuo, La Matthäuspassion de Johann Sebastian Bach, entre otras) o una cosa de la naturaleza (la figura de un animal, el rostro de una mujer, el cuerpo desnudo de un hombre, la forma particular de un árbol, el colorido de una flor o la textura de una piedra, etcétera) o un determinado estado de cosas objetivo, ya sea de la naturaleza (la persecución de una presa por un depredador, los movimientos instintivos de ciertos animales, el declinar de la tarde o el levantarse del día, la caída de un rayo o los movimientos del mar) o también del mundo humano (la contienda de dos luchadores, los movimientos de una gimnasta, las faenas de un torero en una corrida de toros).

De hecho, la vivencia específica de la experiencia estética no “surge” en el interior del hombre de la misma manera que hacen aparición en éste los estados de ánimo y los impulsos instintivos, que nada tienen que ver con la conciencia y la inteligencia de manera intrínseca, porque su fundamento último es un nexo causal psicofísico. Es, más bien, una vivencia “motivada”, “suscitada”, “provocada” en el interior del hombre por el carácter significativo de los objetos indicados antes, esto es, por el sentido y el valor que los constituye esencialmente.

La experiencia estética, entre los distintos tipos de vivencias intencionales que tienen lugar en el interior del hombre, pertenece de manera esencial a la dimensión afectiva de la vida humana; se trata de una vivencia “afectiva” en sentido estricto, no de una vivencia volitiva (querer o no querer) o cognitiva (como dudar o estar ciertos).

Aunque este tipo de vivencia no tiene lugar en el interior del hombre sin la colaboración inmediata de la esfera cognoscitiva de su propia subjetividad —de los actos de la percepción o de la representación, por ejemplo— la experiencia estética se revela a la conciencia humana como un fenómeno esencialmente “afectivo”; pertenece por naturaleza propia a la especie de vivencias intencionales llamadas “sentimientos”.

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