Un camino hacia el perdón

Un camino hacia el perdón

En el año 2018, nos llega un volante, donde nos indican a un gran grupo social, que el IDU (Instituto de desarrollo Urbano) requería de los inmuebles para hacer adecuaciones de movilidad en la ciudad de Bogotá, esta noticia tubo un gran impacto en mi proyecto de vida, debido a que esta vivienda presentaba un gran sustento económico en mi familia, el planteamiento que hace el IDU, de ninguna manera compensaba lo que se tenia en el momento con lo que iba a suceder después, había una formulación de un valor pero este no compensaba el podernos adecuar en otro lugar con las mismas condiciones de vida, algo muy presente fueron las constantes reuniones donde se unieron muchas personas para alzar la voz y compartir su inconformidad, demostrarle al gobierno que la necesidad era eminente, el observar el dolor de las familias, conocer dentro del grupo individuos que murieron en la lucha de perder su casa, gran porcentaje eran personas de la tercera edad, solos, sin ninguna entrada económica más que su propia casa, con el arriendo de un local, padecían un gran deterioro en su salud debido al estrés de un futuro incierto.

Sentí una gran injusticia, según la ley el bien general prima sobre el propio, pero me preguntaba en que momento el dolor de esas mas de 2000 familias, constituidas por varios individuos, convirtiéndolas en 5000 personas aproximadamente, además de trabajadores de la zona, se convertían en seres individuales, era un gran grupo el afectado; Donde estaba el principio de igualdad, si ante la ley todos deben recibir la misma protección y trato de las autoridades, donde se goza de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación.

Estaba asustada, además de tener un futuro incierto, ya próxima a entrar a una universidad, la presión de mantener un buen promedio académico en la institución educativa a la que asistía, entra el ámbito emocional, ver a mi familia impaciente, buscando formas, caminos que no estaban teniendo el fruto esperado, me daba mucha impotencia, pensar en mi abuelo de 102 años, quien en su pasado había trabajado tan duro para conseguir su casa y proporcionarla a su familia, su refugio, esa casa era testigo de muchas historias vividas, un hombre de tan avanzada edad tener que aceptar la realidad de ser despojado de su predio, y ahora adaptarse a un nuevo lugar, una nueva vida, una nueva rutina era trascendental para él.

En el lapso de la vida conseguimos darnos cuenta como el creciente entre buenos y malos momentos nos ejempla que el dolor no solamente es inevitable, sino que además se acrecienta si no alcanzamos a darle algún sentido, pero, el dolor nos acarrea algún aprendizaje. El primer paso para tener resiliencia, es reconocer el problema y aceptarlo; cada situación es distinta, existen muchas variables, ver el sufrimiento de los demás, muchas veces fue mucho mayor que el nuestro y aunque suene un poco egoísta, es una realidad, donde agradecí a Dios que la cruz que cargamos, es más posible sostenerla que la de otros, hicimos la paz con el indeleble hecho de que la frustración, el dolor, la desgracia, la enfermedad y la muerte son parte de nuestras vidas y deben ser aceptadas, al fin y al cabo, sin amargura. La acción, me ayudo en la aceptación, empezar a hacer la búsqueda de otro bien inmueble me dio otra nueva luz de esperanza, había solución, no estaba todo perdido, la situación, aunque difícil, puede estar al alcance de mis posibilidades y por supuesto, el percibir ese apoyo externo de otras personas que se unen a luchar por tu casa, alivio, satisfacción, solidaridad, fueron valores que fortalecieron mi camino, escuchar esa voz de apoyo fue de gran ayuda.

Al determinar y analizar los siete factores resilientes, he seguido muchos, he tenido la capacidad para observar tanto la situación, como a mi misma, identifique todo aquello que fue un componente de afectación, me hice preguntas difíciles, como si el valor del predio no era el correcto, que procedía a hacer, o si alguien de mi familia enfermaba producto del estrés, a veces no veía una respuesta clara, tenía furia, la esperanza se nublo para mí, no obstante, sabía que tenía que ser fuerte, el amor hacia mi familia, como hacia mi misma me iba a levantar, la espiritualidad me permitió darme cuenta de esto, la fe, para mi es algo indispensable, desde pequeña me he formado a partir de estas premisas, ella me despertó, movió mi voluntad de querer, querer aquello que me levanta todo los días a ser mejor. También se presento La capacidad para crear vínculos íntimos y fuertes con otras personas, conocí gente nueva, con la que nos identificamos bastante debido a la situación, en el interior de mi familia, tuvimos mas momentos para comunicarnos, para expresar nuestro sentir, para apoyarnos los unos con los otros, por supuesto a veces recaímos en la desesperación, pero eso incluso sirvió para corregir y ver la importancia de la comunicación. El humor y creatividad, personalmente me considero una persona muy positiva, me gustaba mi casa, pero muchas veces les propuse a mi familia en mudarnos, quería un lugar nuevo, estaba cansada de la rutina, por supuesto cuando la realidad es expuesta, la cosa es diferente, no obstante, traté de ser optimista y añorar lugares nuevos y mucho mejores, anime a mis familiares y vecinos, abriéndoles los ojos a nuevas oportunidades, nuevas experiencias. La capacidad para darle sentido a la propia vida, al fin y al cabo, una vivienda es algo material, que puede ser fácilmente remplazado, siempre algo que me preocupo es que mi familia física y emocionalmente estuviera bien, en ultimas fue siempre lo que primo.

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