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Una razon por la cual vivir


Enviado por   •  7 de Julio de 2019  •  Ensayos  •  3.538 Palabras (15 Páginas)  •  136 Visitas

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Título: Una razón por la cual vivir

Resumen

El hombre en busca de Sentido es un libro escrito por Víctor Frankl, en este libro básicamente  Frankl nos dice que el mayor deseo del hombre es encontrar el sentido de nuestra vida, ya sea por algún tipo de alguna fe, creencia, o religión de alguna persona o algo que nos inspire. Se me hizo un tema muy interesante y novedoso ya que muchos  desconocemos cuál es nuestro sentido de vivir y yo creo que muchos nos lo preguntamos aunque no lo manifestemos, pero en el fondo todos pensamos en eso. Frankl nos dio una motivadora presentación de evidencias específicas de vida, nos enseñó su propio sentido en cualquier momento o situación. Bajo las propias experiencias de Frankl yo creo que todos deberíamos leer el libro para encontrarle un poco se sentido a nuestra vida, valorar la vida propia, la de las demás personas y cualquier vida existente, ya que toda vida es importe y tiene un por que en este mundo.

EL libro trata de la visión que tiene Frankl, un psiquiatra que estuvo obligado a estar  en un campo de concentración, también habla sobre una nueva forma de terapia: la logoterapia, esta se centra  en el significado de la existencia humana. Acerca de la vida en el campo, Frankl, dice que muchos de los prisioneros habían perdido toda aquella esperanza por la lucha de la existencia, por la libertad arrebatada a causas de un ejemplo de superioridad sobre la raza humana. Para empezar yo creo que todo se remonta al encierro, donde el ser humano está en un momento muy difícil, en un momento donde sus peores miedos sales a la luz, un momento donde su único pensamiento es que ya no hay salida. Estos personajes que Frankl mencionó que estaban separados de sus seres queridos, amigos, de sus actividades, comodidades, de todo lo que conocían y no llevaban su ritmo de vida al cual ya estaban  acostumbrados, y todo por estar encerrados en un Campo de Concentración en donde prestaban servicio a los alemanes, donde eran trabajos de todo el dia,sin comidas y sin descansos, se me hace algo muy injusto, los trataban peor que si hubiesen sido esclavos, como si dejaran de ser personas, y simplemente se convirtieran en objetos, para rematar los quemaban, a las personas que ya estaban viejas o a los niños todo por el simple hecho que no les servían para el trabajo. Se imaginan lo que sería para una persona estar sometida a los malos tratos, gritos o trabajo excesivo sin descanso, sin comida, sin agua, sin dormir y sin bañarte, en pocas palabras, estar en pésimas condiciones de vida. No le encuentro lógica a Adolfo Hitler, qué sentido tiene para él haber matado a tantas personas, haberlas humillado tanto, el hacerlas ver como si no valieran nada, haberlas hecho trabajar así, no importa tu religión, debes respetar las creencias de los demás, el físico de los demás, nadie es perfecto en esta vida, esas personas tan solo somos humanos que lamentablemente Adolfo Hitler no lo veía de esa forma y terminó por herir a todos por su poca empatía por esas personas de otra religión, no porque él se haya creído en su momento como una persona perfecta tenía el derecho de jugar con las vidas de esas personas como marionetas y lo peor, el arrebatarles la vida de la forma en como lo hizo.Todas esas personas sentían, pensaban, tenían una razón para estar aquí, ya sea su familia, sus amigos, incluso puede ser su razón de vida ellos mismos, el tratar de seguir adelante y crecer como personas, y repito él no tenía el derecho de quitarles esa libertad de estar con su existenci, nadie ni siquiera Adolfo Hitler no debió privar a esas personas de que vivieran en el mismo territorio que él o que respires el mismo aire, si alguien no te agrada debes ignorarlo y seguir con tu camino no tratar de hacerles daño alguno. Cuando Frankl vivió en el Campo de Concentración se le comenzó a desarrollar ese sentimiento de nostalgia de no poder saber cuál era el significado de vivir. Además empezó a perder la voluntad, el deseo, las ganas de vivir y se preguntaba ¿para qué vivir si tenía que sufrir tanto?, pensaba que era mejor estar muerto. Muchas personas prefirieron matarse a seguir sufriendo así como lo hacían en ese Campo, al suicidarse pensaron que así terminarían con ese sentimiento de infelicidad que se apoderó de ellos solo así se pudieron liberar de esa agonía. En el campo separaban a las mujeres de los hombres y de los niños y viejitos, como lo mencioné anteriormente, esto lo hacían para quemar a los niños y a los viejitos porque según los alemanes, ellos eran débiles y no podían trabajar, no podían servirles, no les podían sacar ningún provecho, ya que sus capacidades no eran como las de los demás, así que para no tener que ‘‘lidiar con ellos’’ mejor los mataban. A los hombres que veían más fuertes los hacían trabajar jornadas laborales infinitas hasta agotarse completamente y morir de hambre, de cansancio y si no trabajaban así, igual les esperaba la muerte. En este lugar tenías que aparentar ser un esclavo que obedece las órdenes sin renegar, aguantar el hambre, los golpes, el cansancio, la sed, la impotencia de querer escapar, y todo, para poder luchar por tu vida. Los alemanes eran personas crueles, eran la perfecta definición de monstruos, que no les importaba el sufrimiento de los demás, no les importaba las vidas que arrebataron, eran duros como piedra, fríos como hielo, simplemente personas sin corazón, además mataban por placer, algo que no tiene justificación alguna, ninguno de sus maltratos lo tenían, les encantaba ver humillados a los judíos, golpearlos por simple diversión, porque tuvieron un mal día o por que solo estaban aburridos. Ese tipo de personas no conocían que era un valor ético o del valor que fuera, tampoco conocían que era amar a otra persona ya que lo único que todo lo que ellos reflejaban era odio y violencia. Hubo un sentimiento que se presentó en los prisioneros que se conoce como la apatía, porque ya no les importaba nada, se imaginaban que en cualquier momento morirían, qué más podían esperar de la vida, todo a su alrededor eran injusticias, golpes, maltratos, formas de vida que los denigran. Este sentimiento es de cierta forma bueno porque así ya no les dolían muchas cosas de las que vivían en ese lugar. Además, no tenían que comer lo cual era una desesperación total, muchos de ellos terminaban por morir, el  no poder satisfacer su estómago, el estómago te pide comida, cuando nos traspasamosa comenzamos a temblar, ellos no comían por días y semanas incluso, o bien  si les daban algo de comer se tenían que repartir una pieza de pan entre veinte o más personas para poder sobrevivir y lamentablemente muchos no lo podían lograr, al comienzo del libro explicaban que solo se les daba dos cigarrillos los cuales los podían intercambiar por dos platos de sopa para dos semanas, si uno de ellos fumaba sus propios cigarrillos sin intercambiarlos, era como una señal que esa persona se había rendido, y que solo esperaba a morir. También hubo tiempo de nieve y eso no les movía el corazón a los alemanes ya que también así los hacían trabajar y también así morían ya que no les deban abrigo con que quitarse el frío muchos de ellos terminaban muriendo de hipotermia. Los cuerpos de los muertos no los recogían, y los muertos sueltan un gas que causa muchas enfermedades, también eso fue la causa de muchas muertes. Muchas de las personas que seguían teniendo fe guardaban la nostalgia o la esperanza de poder salir y poder salir de esa situación, ser libres y algún día poderse reunir con sus familiares, eso las movía para sobrevivir y muchas se agarraron de esa fe y gracias a esa fe o ese motivo por el cual vivir sobrevivieron. Algunos pensaban que todo tenía una razón, un sentido por el cual ellos estaban ahí y pronto todo pasaría y ellos estarían bien. Otros creían que algún día los iban a liberar, pero muchos perdieron la capacidad de ser felices de volver a ver una razón por la cual seguir de pie y no rendirse. Las personas que sobrevivieron a esto, sus vidas nunca más volvió a ser igual, quedan con un trauma de por vida, recordando todo aquello que vivieron. Todo lo que vivieron fue demaciado duro para las personas que quedaron libres, salir con la esperanza de ver a sus seres queridos de nuevo y darse cuenta de que ya nunca más los iban a ver. Pero al final de haber estado en el Campo les dio una gran fortaleza, pues ya no le tenían miedo a lo que les pudiera pasar en el mundo, tantas cosas que vivieron, pues ya no le temían a la voluntad de Dios. El libro tiene muchos mensajes, desde cómo hacernos reflexionar sobre el daño que le hacemos hacia otras personas, sobre cómo una emoción nos maneja a tal grado de dejar de pensar cuerdamente. pero el principal es ¿Que voy hacer?, ¿voy a hacerme la víctima o voy a hacerme el pobrecito, voy a dejarme moldear por esa situación, o puedo encontrarle el sentido a lo que esté pasando?, problemas tendremos millones, pero lo que hace la diferencia es el cómo los vemos, tomar valor ante ellos o dejar que ellos nos ganen y no hacer nada, Frankl plasmó su propio sufrimiento con el objetivo de ayudar a otros a vencer los obstáculos con dignidad y esperanza, y demostrarles, de esta forma, que la vida merece ser vivida más allá de las circunstancias. De esta manera, el autor revela cómo, a través de haberle encontrado un sentido a su vida, pudo sobrevivir en ese ambiente donde pasó hambre, frío y fue víctima de un sinfín de atrocidades cometidas por los guardias nazis. En definitiva, Frankl sostiene que esa incapacidad de descubrir el sentido de nuestra existencia es la que lleva al hombre a perder el equilibrio interior y, por lo tanto, a la desesperación. Una de las formas en que se puede encontrar sentido a la vida es el amor, éste es el único medio para llegar a conocer profundamente a una persona. El sexo es la forma más sublime de expresar el amor por otro ser humano aunque éste se ha degradado y se le ha tachado de sucio pero por medio del amor, el sexo se santifica porque es un medio para demostrarlo, es un medio para fundir dos almas en una sola. La otra forma de encontrarle sentido a la vida es por medio del sufrimiento. Es increíble mencionarlo pero concuerdo con el autor que el sufrimiento deja de ser sufrimiento cuando éste tiene un propósito, cuando es por ahorrarle dolor a otro ser al que amamos más que a nosotros mismos.  Ese amor sufrido lo puede entender muy bien una madre que da todo por sus hijos o cualquier ser humano que podría dar su vida por el ser amado. Es impresionante como nuestra cabeza, nuestros pensamientos puedes hacer que tengamos ese instinto por vivir, por no querer dejarlo todo, que tengamos fuerza de voluntad, pero ¿Por qué no es así con todas las personas? ¿Por qué nos rendimos? tal vez sea por que la opción que eligieron como razón de vida no era suficientemente fuerte para aferrar se a la vida, tal vez sea que el pensamiento de que ya nada tiene sentido, que la vida que están viviendo no tiene sentido, sea más fuerte, tanto que ya nada los hara poder cambiar de opinión, aunque es muy cierto, la fuerza de voluntad de la persona depende mucho en estos casos ya que si la persona no está del toda segura con quitarse la vida, pero el único dueño de nosotros y de tomar decisiones que únicamente afectarán a nosotros, somos nosotros mismos, porque únicamente somos dueños de nuestras vidas. El crimen  cometido por los alemanes es el más abominable que recuerda la historia de las llamadas naciones civilizadas, La conducta de los intelectuales alemanes como grupo no fue mejor que la de la multitud incluso ahora no hay signo alguno de arrepentimiento o de deseo real de reparar lo que se pueda después de tan gigantescos asesinatos, Es muy fácil para el que no ha estado nunca en un campo de concentración hacerse una idea equivocada de la vida en él, idea en la que piedad y simpatía aparecen mezcladas, sobre todo al no conocer prácticamente nada de la dura lucha por la existencia que precisamente en los campos más pequeños se libraba entre los prisioneros, del combate inexorable por el pan de cada día y por la propia vida, por el bien de uno mismo y por la propia vida, por el bien de uno mismo y por el de un buen amigo. Pongamos como ejemplo las veces en que oficialmente se anunciaba que se iba a trasladar a unos cuantos prisioneros a un campo de concentración, pero no era muy difícil adivinar que el destino final de todos ellos sería sin duda la cámara de gas. Se seleccionaba a los más enfermos o agotados, incapaces de trabajar, y se les enviaba a alguno de los campos centrales equipados con cámaras de gas y crematorios. El proceso de selección era la señal para una abierta lucha entre los compañeros o entre un grupo contra otro. Lo único que importaba es que el nombre de uno o el del amigo fuera tachado de la lista de las víctimas aunque todos sabían que por cada hombre que se salvaba se condenaba a otro. En cada traslado tenía que haber un número determinado de pasajeros, quien fuera no importaba tanto, puesto que cada uno de ellos no era más que un número y así era como constaban en las listas. Al entrar en el campo se les quitaban todos los documentos y objetos personales (al menos ése era el método seguido en Auschwitz), por consiguiente cada prisionero tenía la oportunidad de adoptar un nombre o una profesión falsos y lo cierto es que por varias razones muchos lo hacían. A las autoridades lo único que les importaba eran los números de los prisioneros; muchas veces estos números se tatuaban en la piel y, además, había que llevarlos cosidos en determinada parte de los pantalones, de la chaqueta o del abrigo. A ningún guardián que quisiera llevar una queja sobre un prisionero —casi siempre por "pereza"— se le hubiera ocurrido nunca preguntarle su nombre; no tenía más que echar una ojeada al número (¡y como temíamos esas miradas por las posibles consecuencias!) y anotarlo en su libreta. Volvamos al convoy a punto de partir. No había tiempo para consideraciones morales o éticas, ni tampoco el deseo de hacerlas. Un solo pensamiento animaba a los prisioneros: mantenerse con vida para volver con la familia que los esperaba en casa y salvar a sus amigos; por consiguiente, no dudaban ni un momento en arreglar las cosas para que otro prisionero, otro "número", ocupará su puesto en la expedición. De lo expuesto hasta ahora se desprende que el proceso para seleccionar a los "capos" era de tipo negativo; para este trabajo se elegía únicamente a los más brutales (aunque había algunas felices excepciones). Además de la selección de los "capos", que corría a cargo de las SS y que era de tipo activo, se daba una especie de proceso continuado de autoselección pasiva entre todos los prisioneros. Por lo general, sólo se mantenían vivos aquellos prisioneros que tras varios años de dar tumbos de campo en campo, habían perdido todos sus escrúpulos en la lucha por la existencia; los que estaban dispuestos a recurrir a cualquier medio, fuera honrado o de otro tipo, incluidos la fuerza bruta, el robo, la traición o lo que fuera con tal de salvarse. Los que hemos vuelto de allí gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros —como cada cual prefiera llamarlos— lo sabemos bien: los mejores de entre nosotros no regresaron. Durante mucho tiempo, de hecho durante medio siglo, la psiquiatría ha tratado de interpretar la mente humana como un simple mecanismo y, en consecuencia, la terapia de la enfermedad mental como una simple técnica. Me parece a mí que ese sueño ha tocado a su fin. Lo que ahora empezamos a vislumbrar en el horizonte no son los cuadros de una medicina psicologizada, sino de una psiquiatría humanizada. Sin embargo, el médico que todavía quiera desempeñar su papel principal como técnico se verá obligado a confesar que él no ve en su paciente otra cosa que una máquina y no al ser humano que hay detrás de la enfermedad.El ser humano no es una cosa más entre otras cosas; las cosas se determinan unas a las otras; pero el hombre, en última instancia, es su propio determinante. Lo que llegue a ser —dentro de los límites de sus facultades y de su entorno— lo tiene que hacer por sí mismo. En los campos de concentración, por ejemplo, en aquel laboratorio vivo, en aquel banco de pruebas, observábamos y éramos testigos de que algunos de nuestros camaradas actuaban como cerdos mientras que otros se comportaban como santos. El hombre tiene dentro de sí ambas potencias; de sus decisiones y no de sus condiciones depende cuál de ellas se manifieste. Nuestra generación es realista, pues hemos llegado a saber lo que realmente es el hombre. Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios. Es mucho lo que el lector aprende de este fragmento autobiográfico : aprende lo que hace un ser humano cuando, de pronto, se da cuenta de que no tiene "nada que perder excepto su ridícula vida desnuda". La descripción que hace Frankl de la mezcla de emociones y apatía que se agolpan en la mente es impresionante. Lo primero que acude en nuestro auxilio es una curiosidad, fría y despegada, por nuestro propio destino. A continuación, y con toda rapidez, se urden las estrategias para salvar lo que resta de vida, aun cuando las oportunidades de sobrevivir sean mínimas. El hambre, la humillación y la sorda cólera ante la injusticia se hacen tolerables a través de las imágenes entrañables de las personas amadas, de la religión, de un tenaz sentido del humor, e incluso de un vislumbrar la belleza estimulante de la naturaleza: un árbol, una puesta de sol. Pero estos momentos de alivio no determinan la voluntad de vivir, si es que no contribuyen a aumentar en el prisionero la noción de lo insensato de su sufrimiento. Y es en este punto donde encontramos el tema central del existencialismo: vivir es sufrir; sobrevivir es hallarle sentido al sufrimiento. Si la vida tiene algún objeto, éste no puede ser otro que el de sufrir y morir. Pero nadie puede decirle a nadie en qué consiste este objeto: cada uno debe hallarlo por sí mismo y aceptar la responsabilidad que su respuesta le dicta. Si triunfa en el empeño, seguirá desarrollándose a pesar de todas las indignidades. Frankl gusta de citar a Nietzsche: "Quien tiene un porqué para, vivir, encontrará casi siempre el cómo". En el campo de concentración, todas las circunstancias conspiran para conseguir que el prisionero pierda sus asideros. Todas las metas de la vida familiar han sido arrancadas de cuajo, lo único que resta es "la última de las libertades humanas", la capacidad de "elegir la actitud personal ante un conjunto de circunstancias". Esta última libertad, admitida tanto por los antiguos estoicos como por los modernos existencialistas, adquiere una vivida significación en el relato de Frankl. Los prisioneros no eran más que hombres normales y corrientes, pero algunos de ellos al elegir ser "dignos de su sufrimiento" atestiguan la capacidad humana para elevarse por encima de su aparente destino. Como psicoterapeuta que es, el autor quiere saber cómo se puede ayudar al hombre a alcanzar esta capacidad, tan diferenciadoramente humana, por otra parte. ¿Cómo puede uno despertar en un paciente el sentimiento de que tiene la responsabilidad de vivir, por muy adversas que se presenten las circunstancias? Frankl nos da cumplida cuenta de una sesión de terapia colectiva que mantuvo con sus compañeros de prisión.

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