Vida Y Muerte

Vida Muerte y Trascendencia en la actualidad

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Unamuno es el representante de esta dialéctica en su forma más idealista. Es un hombre de la “idea” descarnada (sin carne), pero de una idea que lucha por sobrevivir en “carne y hueso”. Como la concepción erótica de Miguel de Unamuno es bastante negativa, amar es para él algo pasajero, algo que no garantiza la eternidad ni la sobrevivencia. Solamente en la descendencia se consigue la eternidad, pero no la sobrevivencia de los amantes. Hay que buscar la vida eterna en la idea, en la ficción, en la novela (“nivola”). La vida hay que hacerla a fuerza de sueños, de ficciones, de producción intelectual. La vida es una lucha quijotesca: D. Quijote, Santa Teresa de Jesús y los místicos son para Unamuno los representantes de esta visión del mundo.

El amor carnal es solamente pura procreación y en su forma más pasional causa la muerte aniquiladora. No hay metáfora, hay idea, lucha agónica por la vida, constante presencia de la muerte.

Amar es desvivirse. Vivir es vivir en agonía, es estar a la muerte. Soñar es vivir. El hombre es ficción: “somos un sueño de Dios” al que el hombre con sus cantos y ritos tiene que arrullar en el sueño para impedir que despierte y deje de soñarnos. El despertar de Dios = la aniquilación del hombre: “con cantos a la muerte henchir la vida, tal es nuestro consuelo”. Américo Castro: “el español se muere desviviéndose en un vivir desgarrado”, en un perpetuo estar sin ser.

Al hombre sólo le queda la lucha prometeica por la sobrevivencia mediante la constante producción de ficciones o “nivolas”. La vida es sueño y los sueños vida son. El amor erótico no es eterno, es pasajero, es vano y no da la vida perdurable.

Desde que el hombre tuvo conciencia de sí mismo, se dio cuenta de su ser finito y que un día su existencia se toparía irremediablemente con la muerte, causándole desde los tiempos más remotos desconcierto y sorpresa, es por ello que este misterio ha ocupado un lugar importante en la vida del individuo y la sociedad.

Ante esta situación ha tomado dos actitudes una de trascendencia donde en la significación de la muerte es capaz de dar sentido y afirmación a su vida; otra de angustia y desesperación como en el caso de la filosofía existencial. Es decir, la existencia de una vida después de la muerte, o nada. Esto determina de una manera muy significativa el cómo se va a vivir.

El hombre tiene dos alternativas frente a su vida y su muerte, elegir o soportar. La elección supone un conocimiento y la comprensión conduce a la aceptación. El soportar exige un esfuerzo agotador y se descubre en la no-aceptación del acontecimiento lo que genera la llamada angustia existencial.

El objetivo del presente trabajo es presentar y hacer

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