VIDA Y MUERTE
womanoi5 de Diciembre de 2013
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Vida. Cuando hablamos del significado, tenemos que tener en cuenta que no es una propiedad intrínseca de ningún objeto, sino que somos los seres humanos los que le damos significado a las cosas. El filósofo moderno Thomas Nagel escribió que el ser humano es capaz de mirar la vida desde dentro y también desde fuera y precisamente el hecho de que podamos adoptar un punto de vista objetivo es lo que hace que la vida pueda parecer absurda. Explica Nagel que, desde un punto de vista subjetivo, están presentes las condiciones que hacen que la vida tenga sentido (la felicidad y la desgracia, el logro y el fracaso, el amor y la soledad). Es decir, no se puede encontrar un significado objetivo a aquello que es un experiencia subjetiva.
Muerte. En algún momento en nuestra vida hemos reflexionado sobre la muerte, ese tránsito en que el ser vivo deja de serlo. Que en nosotros los humanos vienen a ser, la separación del alma y el cuerpo. Es la muerte un tránsito del ser personal.
Al contrario de lo que comúnmente se piensa, la muerte no es un ser o persona que deambula por el mundo arrancándole la vitalidad a los seres vivos. Si no que filosóficamente la muerte es la carencia de la vida de un ser vivo. Es pues que más allá del mito de la parca o la calaca con su guadaña, la muerte es simplemente la falta de vida en un organismo.
La muerte está ligada a la vida humana como una amenaza constante. Como bien expresó William Shakespeare en la frase de su obra Hamlet: “Ser o no ser he ahí el dilema”. Esta sentencia nos muestra la angustia del ser humano, ante lo frágil de su persona, que en un momento tiene vida pero en otro momento puede perder la existencia.
Pero humanamente la muerte es un tema más allá de la cesación de la vida de un ser viviente, ya que representa un tránsito personal en la separación o ruptura de la unión del cuerpo y el alma. Encaminándose así hacia un nuevo y misterioso estado del que fue un ser humano.
Trascendencia. El sentido más inmediato y elemental de la voz trascendencia se refiere a una metáfora espacial. Trascender (de trans, más allá, y scando, escalar) significa pasar de un ámbito a otro, atravesando el límite que los separa. Desde un punto de vista filosófico, el concepto de trascendencia incluye además la idea de superación o superioridad. En la tradición filosófica occidental, la trascendencia supone un «más allá» del punto de referencia. Trascender significa la acción de «sobresalir», de pasar de «dentro» a «fuera» de un determinado ámbito, superando su limitación o clausura.
Así, Agustín de Hipona pudo decir, refiriéndose a los platónicos: «trascendieron todos los cuerpos buscando a Dios». Trascendencia se opone, entonces, a inmanencia. Lo trascendente es aquello que se encuentra «por encima» de lo puramente inmanente. Y la inmanencia es, precisamente, la propiedad por la que una determinada realidad permanece como cerrada en sí misma, agotando en ella todo su ser y su actuar. La trascendencia supone, por tanto, la inmanencia como uno de sus momentos, al cual se añade la superación que el trascender representa.
Lo inmanente se toma entonces como el mundo, lo que vivimos en la experiencia, siendo lo trascendente la cuestión sobre si hay algo más fuera del mundo que conocemos. Es decir afrontar lo que es el universo.
Las respuestas a esta cuestión tienen un origen cultural en lo mágico-religioso y su reflexión crítica en la filosofía.
La filosofía tradicional orienta la cuestión de la trascendencia hacia una demostración o prueba de la inmortalidad del alma y de la existencia de Dios. Para ello se recurre a la analogía del Ser.
La lógica actual no admite como argumento demostrativo la posible inferencia analógica, ni el argumento ontológico.
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