Ética Nicomaquea
CesarAMN4 de Febrero de 2015
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I.
Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección parecen tender a algún bien.
Siendo como son en gran numero las acciones y las artes y las ciencias, muchos serán de consiguientes los fines. Y nada importa a este respecto que el fin de la accion sea tan solo la misma actividad u otra cosa a más de ella.
II.
Este capitulo nos habla de un bien que respecto anuestra vida , el conocimiento de éste es cosa de gran momento y teniéndolo presente. El bien del que se habla es de la competencia de la ciencia soberana y más que todas arquitectónica, la ciencia política.
La ciencia política determina cuales son las ciencias necesarias en las ciudades y cuáles deben conocer los ciudadanos, estableciendo un límite.
En el momento que la política se sirve de las demás ciencias prácticas y legisla sobre lo que debe hacerse y lo que debe evitarse, el fin que le es propio abraza los de todas las otras ciencias.
Si, pues, de las cosas que hacemos hay algún fin que queramos por sí mismo, y las demás
cosas por causa de él, y lo que elegimos no está determinado por otra cosa ¬pues así el proceso
seguiría hasta el infinito, de suerte que el deseo sería vacío y vano¬, es evidente que este fin será lo bueno y lo mejor. ¿No es verdad, entonces, que el conocimiento de este bien tendrá un gran peso en nuestra vida y que, como aquellos que apuntan a un blanco, alcanzaríamos mejor el que debemos alcanzar? Si es así, debemos intentar determinar, esquemáticamente al menos, cuál es este bien y a cuál de las ciencias o facultades pertenece. Parecería que ha de ser la suprema y directiva en grado sumo. Ésta es, manifiestamente, la política.
III.
Lo bueno y lo justo , de cuya consideración se ocupa la ciencia políticaa, ofrece tanta diversidad ytanta incertidumbre que ha llegado a pensarse que sólo existen por convención y no por naturaleza. Los bienes particulares también por su parte la misma incertidumbre.
Cada quien juzga según su criterio, esa es la causa por la que los jóvenes no son oyentes idoneos en lecciones de ciencia política ya que no tienen experiencia dediferentess acciones en su vida.
Cuando se trata de la política, el joven no es un discípulo apropiado, ya que no tiene
experiencia de las acciones de la vida, y los razonamientos parten de ellas y versan sobre ellas;
además, siendo dócil a sus pasiones, aprenderá en vano y sin provecho, puesto que el fin de la
política no es el conocimiento, sino la acción. Y poco importa se es joven en edad o de carácter
juvenil; pues el defecto no radica en el tiempo, sino en vivir y procurar todas las cosas de acuerdo
con la pasión. Para tales personas, el conocimiento resulta inútil, como para los incontinentes; en
cambio, para los que orientan sus afanes y acciones según la razón, el saber acerca de estas cosas será muy provechoso.
IV.
Todo conocimiento y toda acción apuntan a un bien. El bien de la ciencia política será el más excelso de todos los bienes en el orden de la acción humana.
El bien de la felicidad suponen, es los mismo que vivir bien y obrar bien. Hay personas que lo toman como el placer, la riqueza o el honor. Todos le dan unadefinición distinta y aun así el individuo cambia de opinión según su estado .
El vulgo y los más groseros identifican el bien y la felicidad con el placer, y, por eso, aman
la vida voluptuosa ¬los principales modos de vida son, en efecto, tres:
la que acabamos de decir, la política y, en tercer lugar, la contemplativa¬. La generalidad d ellos
hombres se muestran del todo serviles al preferir una vida de bestias.
En cambio, los mejor dotados y los activos creen que el bien son los honores, pues tal es ordinariamente el fin de la vida política. Pero, sin duda, este bien es más superficial que lo que buscamos, ya que parece que radica más en los que conceden los honores que en el honrado, y adivinamos que el bien es algo propio y difícil de arrebatar.
El tercer modo de vida es el contemplativo, que examinaremos más adelante.
En cuanto a la vía de los negocios, es algo violento, y es evidente que la riqueza no es el Bien que buscamos, pues estil en orden a otro.
V.
El bien y la felicidad son concebidos por lo común a imagen del género de vida que a cada cual le es propio. La multitud y los más vulgares ponen el bien supremo en el placer y por esto aman la vida voluptuosa.
Tres tipos salientes de vida: vida coluptuosa, la vida política y la vida contemplativa.
Los hombres que identifican la felicidad con el honor, son a lo que podria llamarse el fin de la vida política.Ya que el honor puede tomarse como algo superficial, debido a que está más en que da la honra que en quien es honrado. La virtud, entonces, en un bien superior a la honra.
Pero volvamos de nuevo al bien objeto de nuestra investigación e indaguemos qué es. Porque
parece ser distinto en cada actividad y en cada arte: uno es, en efecto, en la medicina, otro en la estrategia, y así sucesivamente. ¿Cuál es, por tanto, el bien de cada una? ¿No es aquello a causa de lo cual se hacen las demás cosas? Esto es, en la medicina, la salud; en la estrategia, la victoria; en la arquitectura, la casa; en otros casos, otras cosas, y en toda acción y decisión es el fin, pues es con vistas al fin como todos hacen las demás cosas. De suerte que, si hay algún fin de todos los actos, Éste será el bien realizable, y si hay varios, serán estos.
Sencillamente, llamamos perfecto lo que siempre se elige por sí mismo y nunca por otra cosa. Tal parece ser, sobre todo, la felicidad, pues la elegimos por ella misma y nunca por otra cosa, mientras que los honores, el placer, la inteligencia y toda virtud, los deseamos en verdad, por sí mismos (puesto que desearíamos todas estas cosas, aunque ninguna ventaja resultara de ellas), pero también los deseamos a causa de la felicidad, pues pensamos que gracias a ellos seremos felices. En cambio, nadie busca la felicidad por estas cosas, ni en general porninguna otra. Consideramos suficiente lo que por sí solo hace deseable la vida y no necesita nada, y
creemos que tal es la felicidad. Es lo más deseable de todo, sin necesidad de añadirle nada; pero es evidente que resulta más deseable, si se le añade el más pequeño de los bienes, pues la adición origina una superabundancia de bienes, y, entre los bienes, el mayor es siempre más deseable.
VI.
Pero es evidente que la felicidad necesita también de los bienes exteriores, como
dijimos; pues es imposible o no es fácil hacer el bien cuando no se cuenta con recursos. Muchas cosas, en efecto, se hacen por medio de los amigos o de la riqueza o el poder político, como si se tratase de instrumentos; pero la carencia de algunas cosas, como la nobleza de linaje, buenos hijos y belleza, empalan la dicha; pues uno que fuera de semblante feísimo o mal nacido o solo y sin hijos, no podría ser feliz del todo, y quizá menos aún aquél cuyos hijos o amigos fueran completamente malos, o, siendo buenos, hubiesen muerto. Entonces, como hemos dicho, la felicidad parece necesitar también de tal prosperidad y por esta razón algunos identifican la felicidad con la buena suerte, mientras que otros la identifican con la virtud.
VII.
Hemos dicho que la felicidad es una cierta actividad del alma de acuerdo con la virtud. De acuerdo con esto, es razonable que no llamemos feliz al buey, ni al caballoni a ningún otro animal, pues ninguno de ellos es capaz de participar de tal actividad. Por la misma causa, tampoco el niño es feliz, pues no es capaz todavía de tales acciones por su edad; pero algunos de ellos son llamados felices porque se espera que lo sean en el futuro. Pues la felicidad requiere, como dijimos, una virtud perfecta y una vida entera, ya que muchos cambios y azares de todo género ocurren a lo largo de la vida, y es posible que el más próspero sufra grandes calamidades en su vejez y nadie considera feliz al que ha sido víctima de tales percances y ha acabado miserablemente.
Entonces, ¿no hemos de considerar feliz a ningún hombre mientras, viva, sino que será
necesario ver el fin de su vida? Está claro que si seguimos las vicisitudes de la fortuna,
llamaremos al mismo hombre tan pronto feliz como desgraciado, representando al hombre feliz
como una especie de camaleón y sin fundamentos sólidos. Pero en modo alguno sería correcto
seguir las vicisitudes de la fortuna, porque la bondad o maldad de un hombre no dependen de ellas, aunque, como dijimos, la vida humana las necesita; pero las actividades de acuerdo con la virtud desempeñan el papel principal en la felicidad, y las contrarias, el contrario.
Lo que buscamos, entonces, pertenecerá al hombre feliz, y será feliz toda su vida; pues
siempre o preferentemente hará y contemplará lo que es conforme ala virtud y soportará las
vicisitudes de la vida lo más noblemente y con moderación en toda circunstancia el que es
verdaderamente bueno. Pero como hay muchos acontecimientos que ocurren por azares de
fortuna y se distinguen por su grandeza o pequeñez, es evidente que los de pequeña importancia, favorables o adversos, no tienen mucha influencia en la vida, mientras que los grandes y numerosos harán la vida más venturosa (pues por su naturaleza añaden orden y belleza y su eso es noble y bueno); en cambio, si acontece lo contrario, oprimen y corrompen la felicidad, porque traen penas e impiden muchas actividades. Sin embargo, también
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