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Ética Posmoderna

wilsonbello30 de Junio de 2013

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En la posmodernidad, el comportamiento ético correcto, antes único e indivisible, comienza a evaluarse como "razonable desde el punto de vista económico", "estéticamente agradable", "moralmente adecuado". Las acciones pueden ser correctas en un sentido y equivocadas en otro. ¿Qué acción debería medirse conforme a un criterio determinado? Y si se aplican diversos criterios, ¿cuál deberá tener prioridad? La "agenda moral" de nuestros días abunda en asuntos que los estudiosos de temas éticos del pasado apenas tocaron, ya que entonces no se articulaban como parte de la experiencia humana. Basta mencionar, en el plano de la vida cotidiana, los diversos problemas morales que surgen de las novedosas relaciones de pareja, sexualidad y relaciones familiares, notorias por su indeterminación institucional, flexibilidad y fragilidad; o bien la gran cantidad de "tradiciones" que sobreviven, han resucitado o se inventaron, para disputarse la lealtad de los individuos y reclamar autoridad para guiar la conducta. Y, en el trasfondo, el contexto global de la vida contemporánea presenta riesgos de una magnitud insospechada, en verdad catastrófica: genocidios, invasiones, "guerras justas", fundamentalismo de mercado, pogromos, terror de Estado o de credo.

En el siglo XX se da una expansión notable de la teoría crítica y su evolución. La teoría marxista temprana creó un paradigma para la comprensión del individuo, la sociedad y su interacción. La idea del polímata renacentista persiste hasta la Revolución industrial, momento en el que la visión romántica de la acción noble comienza a desvanecerse.

El Modernismo, ejemplificado en las obras literarias de Virginia Woolf y James Joyce, escribe a dios y antihumanistas como Louis Althusser y Michel Foucault y estructuralistas como Roland Barthes hablan de la muerte simultánea del hombre y el autor. Tal y como la teoría crítica desarrolla a finales del s.XX, el postestructuralismo se pregunta sobre la existencia de la realidad, duda de su existencia. Jacques Derrida habla de la realidad como algo lingüístico, afirmando que No existe nada fuera del texto; según Jean Baudrillard, signos, símbolos y simulacros ya han usurpado la realidad, particularmente en el mundo consumista.

El postestructuralismo y postmodernismo son muy teóricos y siguen un curso antiautoritario y fragmentado, absorbido por actividades narcisistas y nihilistas que ignoran normativas. Esto lleva a opositores a estos movimientos a hacerse eco de la crítica de Jürgen Habermas, quien teme que los estados de ánimo postmodernos representan un alejamiento tanto de las responsabilidades políticas como de la consciencia del sufrimiento (citado en Lyon, 1999, p. 103).

David Couzens Hoy piensa que los escritos de Emmanuel Lévinas y Derrida son signos del giro ético que tiene lugar en la filosofía continental durante losaños 1980 y 90. David Couzens Hoy clarifica la ética post-crítica como un conjunto de obligaciones que se presentan a si mismas como necesarias pero que ‘’ni fuerzan ni son forzadas’’ (2004, p. 103).

Esto concuerda con la idea que el filósofo australiano Peter Singer tiene de lo que la ética no es. En primer lugar, proclama que la ética no es un código particular para un grupo o sección de la sociedad. Por ejemplo no tiene nada que ver con el conjunto de prohibiciones relacionadas con el sexo dadas por las religiones. La ética tampoco es un sistema noble en teoría pero de mala calidad en la práctica (2000, p. 7). Para él, una teoría es buena únicamente si es práctica. Está de acuerdo en que la ética es cierto sentido universal pero de una manera útil , proporcionando las mejores consecuencias y satisfaciendo los intereses de los afectados (2000, p. 15).

Hoy en su modelo postcrítico utiliza el término ‘’Resistencia Ética’’. Ejemplo de ello podría ser la resistencia de un individuo al consumismo a pesar un estilo de vida más difícil o la resistencia a una enfermedad terminal. Describe estos ejemplos en sus libros mediante el compromiso de un individuo en la resistencia social o política. El individuo no intenta utilizar el poder contra sí mismo o para movilizar sectores de población para hacer valer su poder político, la resistencia ética sería la resistencia de los ‘’sin poder’’ (2004, p. 8)..

Hoy concluye:

"The ethical resistance of the powerless others to our capacity to exert power over them is therefore what imposes unenforceable obligations on us. The obligations are unenforceable precisely because of the other’s lack of power. That actions are at once obligatory and at the same time unenforceable is what put them in the category of the ethical. Obligations that were enforced would, by the virtue of the force behind them, not be freely undertaken and would not be in the realm of the ethical" (2004, p.184).

Actualmente, el concepto de los sin poder, incluye a los que no han nacido, a los enfermos terminales, personas mayores, enfermos y animales. En estas áreas la acción ética sería evidente, siendo el objetivo mientras la legislación o el aparato estatal no fuerce un orden ético y aborde las causas de su existencia. Por ejemplo, si la experimentación con animales se convierte en algo ilegal en una sociedad, deja de ser una cuestión ética; Ejemplo de elección ética sería no tener un esclavo en Estados Unidos en el siglo XIX. Este tema es absorbido por el tejido de un orden social utilitario y ya no es una cuestión ética aunque siga siendo una cuestión moral. La ética es ejercida por aquellos que no poseen poder, y por quienes los apoyan a través de la resistencia personal.

La ética en la posmodernidad

Raúl Kerbs

La modernidad predominó en el pensamiento occidental durante varios siglos, despojando a la moralidad de toda referencia religiosa trascendente. “¡No necesitamos a Dios!” era su proclama. Aunque la modernidad intentó crear un orden social sin tener en cuenta restricciones normativas de origen religioso, retuvo ciertos valores como el trabajo, el ahorro y la postergación de la satisfacción inmediata en favor de un beneficio a largo plazo. Aunque el origen de estos valores estaba en un punto de referencia exterior a los individuos, no era precisamente esa la preocupación de la modernidad. Su meta estaba más bien en la expresión de un deseo individual. Pero cuando el modernismo alcanzó su punto de maduración, cuando el subjetivismo destruyó el objetivismo, surgió un momento casi anárquico en la historia humana y con él una nueva moralidad individualista, festiva, centrada en el placer, anclada en el presente, ciega con respecto al pasado e indiferente con el futuro. El “ahora” era su éxtasis. Como resultado de esto, surgió un clima contrario a todo límite para la libertad individual.

Esta nueva moralidad es el centro de la ética posmoderna.

La ética posmoderna

En la base de la ética posmoderna hay una crisis de autoridad1. Esta crisis involucra las instituciones tradicionales (familia, escuela, iglesia, estado, justicia, policía) por medio de las cuales la modernidad trató de organizar una sociedad racional y progresista. Esta crisis se manifiesta de diversas maneras: la adoración de la juventud y el consentimiento de sus caprichos2; el dinero como símbolo de éxito y felicidad; una economía donde “ser” es comparar, consumir, usar y tirar; la identidad definida por las adquisiciones del mercado y no por las ideologías3. En otras palabras, la imagen domina la realidad. Ser alguien es aparecer en alguna pantalla o en un web site.4 Lo que aparece define lo que es, casi nadie se preocupa por lo que “realmente” es: la imagen pública es el nuevo objeto de adoración5.

Nuestra cultura posmoderna ha perdido el amor por la verdad.

En contraste con la ética del trabajo y el ahorro, propia de la modernidad, la ética actual afirma el valor del consumo6, el tiempo libre y el ocio7. Pero esto no podría funcionar sin la exaltación del individualismo, la devaluación de la caridad y la indiferencia hacia el bien público.8 La búsqueda de gratificación, de placer y de realización privada es el ideal supremo. La adoración de la independencia personal y de la diversidad de estilos de vida se ha transformado en algo importante. El pluralismo provee una multiplicidad de valores, con muchas opciones individuales, pero ninguna de ellas auténtica. Las diferencias ideológicas y religiosas son tratadas superficialmente como modas.9 La cultura de la libertad personal, el pasarlo bien, lo natural, el humor, la sinceridad y la libertad de expresión emergen hoy como algo sagrado.10 Lo irracional se ligitima a través de los afectos, la intuición, el sentimiento, la carnalidad, la sensualidad y la creatividad.11 Todo esto ocurre en el marco de un axioma aceptado por casi todo el mundo: un mínimo de austeridad y un máximo de deseo, menos disciplina y más comprensión.12

Al mismo tiempo, los medios masivos de comunicación e información determinan la opinión pública, los modelos de conducta y de consumo. Los medios reemplazan las interpretaciones religiosas y éticas por una información puntual, directa y objetiva y colocan la realidad más allá del bien y del mal.14 Paradójicamente, la influencia de los medios aumenta cuando se produce una crisis de la comunicación. Las personas sólo hablan de sí mismas, quieren ser escuchadas, pero no quieren escuchar. Se busca una comunicación sin compromiso. De ahí la búsqueda de la participación distante, los amigos invisibles, las amistades del e-mail y del chat.15

Una nueva forma para la moral

¿Qué

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