Ética, Razón Vital Y Conciencia De Crisis
teachercoz22 de Febrero de 2014
6.381 Palabras (26 Páginas)311 Visitas
Ética, razón vital y conciencia de crisis en Ortega y Gasset; la influencia kantiana
Dr. José Antonio Rodríguez - Universidad Complutense de Madrid
Hay que advertir que José Ortega y Gasset no dedicó ningún tratado a la vida moral del ser humano, pero su noción de la filosofía es tal que no se aleja mucho de las cuestiones morales cuando trata otros temas: "... en percatarse de sí mismo y caer en la cuenta de lo que somos y de lo que es en su auténtica y primaria realidad cuanto nos rodea consiste la filosofía".1 Ortega concibe la filosofía como un esclarecimiento de la realidad, para saber uno a qué atenerse, para poder actuar en consecuencia. Así que el pensamiento como simple "jugar con las ideas", no dirigido a la acción, le parece algo frívolo, irresponsable. Quiere esto decir que Ortega estuvo interesado por las cuestiones éticas, quiso aclarar qué es la ética e introducir en ella un poco de ese sentido común.
Además, Ortega concibió la vida como realidad radical a la que hay que referir todo cuanto hay o sucede. La vida es siempre individual, cada uno la suya. Y esta vida es la gran responsabilidad que cada ser humano tiene. Desde el punto de vista de la moral tradicional, ser responsable era poder dar cuenta de las propias acciones, la responsabilidad consistía en hacer que nuestros actos coincidieran con las normas que conducían nuestra conducta. En Ortega no, ser responsable no es seguir unas normas previamente establecidas, sino vivir auténticamente. De manera que el sujeto no tiene que responder simplemente de que sus acciones coincidan con una norma; no se responde de las acciones sin más, se responde de la propia vida. Hacer que nuestra vida sea auténtica, que lleguemos a ser quien de veras somos, esa es la cuestión de la que somos moralmente responsables.
Queremos hacer en este trabajo el intento de ver en qué aspectos coincide Ortega con los planteamientos generales que sobre moral dio Kant, autor con el que está en constante diálogo. Por ello, vamos a ver estas cuatro características fundamentales:
1.- La moral es determinada. Este aspecto se fundamenta en la idea de que solamente se encuentran bajo el dominio de lo moral aquellos actos que manifiestan una intención, la voluntad ha de proyectar dichos actos. Las acciones carentes de la intervención racional y voluntaria del sujeto no son tema de la moral según el modelo kantiano. Ortega no estaría de acuerdo con esto: no es la voluntad racional, sino estratos más profundos del hombre los que nos empujan a realizar una determinación y no otra. Las determinaciones que el sujeto realiza se establecen en un juego de interacciones entre moralidad y moral. La moralidad es la conducta de un hombre tal y como se expresa en sus acciones, y moral es el conjunto de prescripciones que constituyen el código de lo que ese hombre llama justo. Ortega es bastante original aquí. Admitiría la moralidad, pero no la moral. En Ortega es posible una moralidad sin moral, un actuar moral sin códigos abstractos. Como no está de acuerdo en que sea la voluntad racional la que decide sobre lo bueno y lo malo, no acepta la existencia de un código fijo y permanente para guiar nuestra conducta. De hecho, tener un código fijo y someter nuestras decisiones a ese código, es inmoral para él. Ortega no niega la existencia de la voluntad, pero no cree que el mandato profundo que guía al ser humano en la construcción de su proyecto y la realización del mismo pueda provenir de la voluntad ni de la estricta razón pura. Los códigos morales sirven para universalizar los modelos de conducta y para establecer la primacía del concepto sobre la existencia. Ortega se declara contra ambos planteamientos a lo largo de toda su vida: en primer lugar, cada uno ha de decidir sus pautas de conducta en relación con sus circunstancias, y en segundo lugar, la realidad radical es siempre la vida de manera que todo, ideas o creencias, sentimientos o pasiones, etc., es algo que se produce en referencia a la realidad radical que es la vida. Por eso en Ortega el hombre de acción (el héroe. Vida activa) es más importante que el moralista (el sabio, el filósofo. Vida contemplativa). De hecho, cumplir con el mandato moral en Ortega es ser un héroe, alguien que no va por los caminos comunes, que no sigue las costumbres, que no tiene unas normas de vida concretas sino que es original, que crea su propia vida a tenor y en lucha constante con la circunstancia.
2.- La moral es proversiva. En el curso de nuestra vida hay dos movimientos que se oponen: uno tiende hacia aquello que ya es, hacia aquello que prolonga el pasado en el presente y que podemos llamar retroversión; el otro tiende hacia el futuro aún indeterminado con la intención de determinarlo por mediación de un ideal y que puede llamarse proversión. Ortega insistirá en la enorme importancia de este último, hará girar su moral fundamentalmente en torno a la tendencia proversiva de la misma. No es que niegue los aspectos retroversivos de la vida. Los acepta y los coloca en el importante puesto que cree que tienen. Hay que recordar aquí la teoría orteguiana del hombre como "animal heredero", el hombre como resultado de lo que los hombres anteriores han sido. Pondera Ortega la enorme ventaja de ser heredero de un cúmulo de aciertos y errores anteriores que nos guían y nos orientan. Pero el verdadero sentido de la vida es hacia el futuro, es la construcción de nuestro propio yo, de quien de veras somos. La vida nos es dada, pero no nos es dado qué vamos a ser en la vida. Eso tenemos que construirlo cada uno en relación con la propia circunstancia, por eso la vida es siempre única, cada cual la suya. Aquí Ortega coincidiría con Kant, pues hay que ver en la proversión una actitud de progreso frente a lo retroversivo, que es lo tradicional y arcaizante, lo que se admite sin crítica.
La vida es sentirnos arrojados al mundo, náufragos en un mar de posibilidades que hay que determinar o no. Ante este problema que es el vivir, acudimos a nuestro interior y buscamos la solución en alguna de las fórmulas que el pasado nos ha legado, efectuamos esa retroversión de que hablábamos antes. Acudimos a nuestro interior, nos ensimismamos en nuestras creencias y conocimientos, los cuales constituyen un conjunto de recetas y normas de conducta, es decir, un código fijo y universalmente válido. Pero la acción preferible para Ortega es la conducta alterada. Al alterarnos nos colocamos fuera de nosotros, alter es lo otro y los otros. De esa manera, nos lanzamos al mundo en torno, que es nuestra circunstancia y buscamos el proyecto de vida que realice nuestro yo auténtico. Ortega prefiere la noción de proyecto a la de ideal. El ideal supone la posibilidad de universalización. Hombres diversos pueden optar al mismo ideal. En cambio, el proyecto es para Ortega algo absolutamente individual e intransferible. El origen del ideal está en el razonamiento sobre los medios para alcanzar un fin exterior al yo. El ideal se añade al yo. El proyecto se presenta como un impulso necesario sobre lo que debemos hacer, es el yo mismo lo que constituye el proyecto. El ideal, por otro lado, requiere el apoyo del atractivo, entendiendo por atractivo aquello que induce al sujeto a realizar el ideal. El proyecto no requiere apoyo alguno, es una exigencia de nuestro interior. El proyecto es un mandato que ni se justifica ni tiene por qué justificarse, se impone sin más. Y esa imposición establece una acción ilusionada, puesto que estamos construyéndonos a nosotros mismos. "La ética que acaso el año que viene exponga en un curso ante ustedes se diferencia de todas las tradicionales en que no considera el deber como la idea primaria en la moral, sino la ilusión"2. El deber aparece sustituido por la ilusión pero, cuando no somos capaces de hacer algo por ilusión, lo hacemos por deber.
3.- La moral refiere las determinaciones a la acción del yo, es decir, es categórica e imperativa. La moral refiere al yo lo que ella manda, al yo personal e insustituible por ningún otro, pensando en su responsabilidad inalienable y absoluta. El yo está presente en todas sus obras. La moral se apoya sobre el hecho de que el yo está detrás de lo que hace. Este carácter absoluto es el que le da gravedad. La moral aparece así, desde el punto de vista kantiano, como un pensamiento que debe ser vivido, ejecutado. Como en Ortega las acciones se presentan con un carácter de imposición más categórica aún, la gravedad es todavía mayor. Frente a una moral abstracta que nos impone normas, es la vida la que constituye valores. No es que el yo está presente en todas sus obras, no es que, incluso, está obligado a respaldarlas como responsable de las mismas que es, sino que el yo se constituye con sus obras. El yo es un actor, pero lo que ejecuta no es un papel que, cuando acaba la representación, puede abandonar y vivir su vida; es un actor que ejecuta su propia vida, se trata de un drama en el que al actor le va la vida.
4.- La moral está referida al valor. Cuando tenemos que elegir entre dos o más posibilidades, el motivo de nuestra elección no puede ser la arbitrariedad del sujeto. Tampoco puede ser la objetividad pura y dura de una lista de preceptos o principios morales. Entre la reducción a los principios y la referencia a los sujetos está el camino intermedio del valor. El yo captador de valores es juez supremo que decide sobre lo que hay que hacer o no, sus dictados nos conducen a la construcción del destino moral de cada uno. En todo esto estaría de acuerdo Ortega, salvo que él no admitiría la objetividad de los principios como algo ajeno a la circunstancia, que es siempre individual y que los dictados del yo no construyen el destino moral sino el destino personal del sujeto, es decir, al sujeto
...