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Ética ambiental

samuelgualterosPráctica o problema26 de Septiembre de 2013

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1. ¿Qué es una ética ambiental?

El Parque Nacional Kakadu de la zona septentrional de Australia contiene espesos bosques, marismas y ríos que sustentan una rica variedad de vida; contiene especies únicas, incluidas algunas, como el loro encapuchado y la tortuga nariz de cerdo, en peligro de extinción. Kakadu permite un gozo estético y oportunidades de ocio e investigación. Muchos opinan que es un lugar de inmensa belleza e importancia ecológica. Tiene significación espiritual para los aborígenes Jawoyn. Kakadu también es rico en oro, platino, paladio y uranio, minerales que algunos opinan deberían ser objeto de explotación minera. Los ambientalistas afirman que si se lleva a cabo este proyecto, se reducirán las oportunidades estéticas, de ocio e investigación, disminuirá la belleza de Kakadu, desaparecerán las especies, se reducirá la riqueza ecológica, se pondrá en peligro este ámbito natural y se ofenderá a los valores espirituales de los Jawoyn. Actualmente ya se están realizando prospecciones mineras en la zona de Kakadu y hay presiones para que se permitan otras nuevas. ¿Deberían permitirse nuevas minas? ¿Debería permitirse actividad minera alguna? ¿Con qué exactitud podemos alcanzar la respuesta de estos interrogantes éticos?

Sin duda la evidencia empírica o fáctica desempeña un papel. Por ejemplo los adversarios de la actividad minera afirman que probablemente contaminará los ríos, envenenará a animales, pondrá en peligro especies y alterará los ecosistemas. Esta oposición a la actividad minera se basa en razones empíricas; es decir, razones sobre lo que de hecho sucede y sucederá. Muchos de los partidarios de semejante actividad ponen en cuestión estas razones empíricas y aun otros piensan que aun si fuesen verdaderas estas razones, es mejor proseguir con la actividad minera. Así pues, el recopilar los hechos no garantiza que se zanje la cuestión. Los argumentos acerca de estos hechos sólo tienen razón de ser, sólo tienen sentido, frente a cierto tipo de contexto, y las diferencias de este contexto dan lugar a valoraciones diferentes de lo que debe hacerse. Este contexto lo constituyen cosas tales como deseos, preferencias, aspiraciones, metas y principios, incluidos principios morales. Un ambientalista podría desear conocer si la minería constituye una amenaza para la naturaleza porque desea que se proteja ésta o, de

manera aún más grave, porque piensa que es moralmente malo ocasionar la muerte de la naturaleza. El contexto valorativo no tiene que incluir principios morales; algunas personas pueden ser amorales (pueden ser del tipo de los egoístas racionales descritos en el artículo 16, «El egoísmo»). Sin embargo, muchas personas desean que sus actos y los actos de los demás, incluidos gobiernos y empresas, se atengan a principios morales. Para semejantes personas la resolución de la controversia sobre el Kakadu exige apelar a principios que ofrecen orientación moral en nuestro trato de la naturaleza y que nos permiten responder a cuestiones como estas: ¿importa que nuestras acciones causen la extinción de una especie?; ¿importa que nuestras acciones provoquen la muerte de animales individuales?; ¿importa que causemos una erosión generalizada en el Kakadu? ¿importaría que llegásemos a convertir el río South Alligator en una vía de agua desprovista de vida?; ¿qué es mejor, proteger el Kakadu o crear una mayor riqueza material que mejore la vida de determinadas personas? ¿Constituye la extinción de una especie un precio aceptable a pagar por el aumento de las oportunidades de empleo? Semejante conjunto de principios, que guiasen nuestro trato de la naturaleza, constituiría una ética ambiental en el sentido más general. Pero hay una variedad de éticas ambientales concurrentes, que incluso se solapan en parte.

Quienes tienen una perspectiva moral sobre cuestiones ambientales están comprometidos con una ética ambiental que al menos se concreta en un principio moral, pero normalmente consta de varios. Pensemos en los ambientalistas que afirman que la extinción de las especies a consecuencia de la acción humana es algo malo, quizás incluso algo malo sea cual sea la causa. Este puede ser un principio básico de una ética ambiental. Sin haberlo concebido explícitamente de esta forma, un ambientalista podría suscribir no obstante la idea de que la extinción de la especie, etc., es algo malo en sí mismo, al margen de las consecuencias que pueda tener. Otra posibilidad es que el principio no sea de carácter básico sino que descanse sobre un principio que expresa el interés por el bienestar humano, unido a la creencia de que la extinción de especies perjudica a los humanos. El explicitar el compromiso ético es el primer paso para someterlo a valoración crítica o justificación. Para que podamos decidir entre diversas éticas ambientales concurrentes, es preciso justificarías. No basta con que una política ambiental se atenga a principios de una u otra ética ambiental, debe adecuarse a una ética correcta, o bien a la más justificada. Tenemos así dos cuestiones: ¿cómo puede concretarse una ética ambiental?; y ¿cómo puede justificarse una pretendida ética ambiental?

1. Una ética centrada en el ser humano

Algunos piensan que las políticas ambientales deberían evaluarse exclusivamente sobre la base de su incidencia sobre las personas (véase Baxter, 1974, y Norton, 1988). Esto supone una ética ambiental centrada en el ser humano. Aunque los utilitaristas clásicos incluyen el sufrimiento de animales en sus cálculos éticos, una variante del utilitarismo, que nos insta a maximizar el excedente de felicidad humana sobre infelicidad humana, constituye un ejemplo de ética centrada en las personas. El tomar en serio semejante ética nos obliga a calcular los efectos de las opciones sobre el Kakadu sobre la felicidad e infelicidad humana. Podríamos comprobar que la minería reduciría la riqueza ecológica de las marismas y que si sucediese esto se causaría la

infelicidad de algunas personas; por ejemplo algunos podrían conmoverse por la situación de determinados animales, otros podrían entristecerse por la pérdida de especies, otros -por ejemplo, los miembros de generaciones futuras- podrían perder la oportunidad de goces recreativos o estéticos particulares, otros podrían verse negativamente afectados por los cambios climáticos resultantes, los cambios de las mareas etc., y otros podrían verse psicológicamente afectados por el expolio de zonas con las que tienen una vinculación espiritual. Habría pues que sustraer estos efectos negativos de cualesquiera aumentos de felicidad resultantes de las prospecciones mineras en el Kakadu. Una ética centrada en los hombres podría permitir un considerable acuerdo con los ambientalistas sobre la forma de proceder. Esto dependería de los hechos acerca de los efectos que los cambios del medio natural tienen sobre las personas.

Sin embargo, esta decisión se habría alcanzado considerando sólo los intereses de las personas. Una forma clara de expresarlo consiste en decir que esta ética sólo considera moralmente relevantes a las personas. Algo es moralmente relevante si es susceptible de evaluación ética por derecho propio, independientemente de su utilidad como medio para otros fines. Pensemos en la tortuga nariz de cerdo. De acuerdo con la ética centrada en las personas que acabamos de describir, no son moralmente relevantes ni la especie en su conjunto ni sus miembros individuales: lo único moralmente a considerar es la felicidad e infelicidad de los humanos, lo cual puede verse o no afectado por lo que suceda a las tortugas.

2. Una ética centrada en los animales

Existe una concepción de la ética que no sólo considera moralmente relevantes a las personas sino también a los animales no humanos; incluye en su ámbito a todos los animales. Muchas de las cosas que hacemos al entorno natural afectan adversamente a los animales no humanos y esto es algo relevante para esta ética. Por ejemplo, si pensamos que la polución de cianuro del río South Alligator produciría sufrimiento a los animales no humanos, esto es un perjuicio moral a tener en cuenta independientemente de cómo resulten las cosas para los humanos. Este ejemplo no es caprichoso: pensemos en el efecto que tiene para los animales no humanos la deforestación, la construcción de presas en valles fluviales, la explotación de canteras en las montañas, la construcción de oleoductos, etc. Una ética centrada en los animales insta a la consideración moral de animales individuales y no de especies: lo que sucede a la especie tiene sólo un interés indirecto por cuanto afecta a animales individuales.

Si bien una ética centrada en los animales considera igualmente relevantes a todos los animales, no los clasifica necesariamente por igual. Una forma clara de expresar esto consiste en decir que algunas éticas centradas en los animales otorgarán una significación moral diferente a diferentes tipos de animales. Una forma que puede adoptar esta diferenciación supone la no-consideración arbitraria - y muchos dirían que injustificada- de los intereses de los animales no humanos simplemente porque son intereses no humanos. La influencia de esto sobre las valoraciones acerca de las políticas dependerá del grado de no-consideración. Podría

consistir en hacer siempre valer más los intereses humanos que los intereses no humanos, sea cual sea la intensidad o fuerza de los intereses y sea cual sea el número de individuos implicado. También podría ser de tal modo que permitiese el primado de los intereses no humanos más fuertes o más numerosos sobre los intereses humanos más débiles o de menor cuantía. Para evitar la arbitrariedad parece ser necesario un igual trato de intereses iguales.

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