Bases Geohistoricas Region Caribe Colombiana
jevi160312 de Noviembre de 2013
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LAS BASES GEOHISTÓRICAS DEL CARIBE COLOMBIANO: UNA METODOLOGÍA. En: Bases geohistóricas del Caribe colombiano. Francisco Avella. Revista Aguaita No. 3. Observatorio del Caribe colombiano, junio 2000.
Ahora que conocemos los hilos, es importante saber qué es lo que queremos tejer, qué región y qué nación queremos hacer. Creemos que ha sido muy difícil entender la región porque simplemente se pensó que la región era la costa, y que la costa era una misma comunidad de destino parecida a la nación. Este era como un supuesto implícito que asumían los historiadores, por lo menos de los años 80, que veían que la historia regional tenía dos relatos muy distintos de los que se aprendía en la historia patria (Fals Borda, 1986)
En este sentido, lo que parecía buscar la historia regional era superar el esquema nacional y fundar una región, como si fuera una nación. Pero rápidamente se evidenció que la historia regional, tal como estaba concebida, y se estaba desarrollando por los nuevos historiadores, no tenía las mismas connotaciones a pesar de haber producido un cambio fundamental en la visión histórica:
* había “deconstruído” “volens nolens” los mitos de unidad nacional
* y había sacado a la luz pública un “enemigo simbólico” contra el cual luchar. El enemigo que la historia patria siempre ocultó y que resultó ser el estado centralizador.
Estas visiones parecen válidas para la mayr parte de los países que han aceptado autonomías regionales. Pues sin nuevos símbolos no hay movilización y si no hay movilización es muy difícil plantear el conflicto de intereses políticos entre el centro y la periferia, cuya resolución, en teoría, es lo que permite crear las nuevas regiones con su autonomía respectiva.
Por lo tanto, otra visión para entender el proceso de estructuración regional. Esta visión la encontramos en el método de la geohistoria, que nos permitió superar dos problemas fundamentales:
* El de ver la región como un todo uniforme, cuando en realidad es sólo una parte de un conjunto complejo en el que se incluyen una gran variedad de ideas, de territorios, de propósitos sociales, políticos e ideológicos.
* El de ver la región sólo como un componente nacional, cuando en realidad se estructura cultural, ideológica, social y económicamente con una unidad más amplia como es la cuencia del Gran Caribe.
Superados estos obstáculos, es clara la tarea de entender el sentido que tienen la diversidad de estructuraciones regionales de diferencias, inclusive de oposiciones y de disputas entre los grupos que habitan el Caribe colombiano, todavía no es evidente. La visión geohistórica que explica por qué y cómo se estructuran los diferentes elementos de la construcción regional, se impone como requisito.
Para dar una idea de esta dificultad, en mi época de profesor en Santa Marta algunos compañeros no entendían por qué se insistía en lo de la región Caribe y, tengo que decirlo públicamente, yo tampoco. Se decía que la gente ya estaba acostumbrada a hablar de la Costa Atlántica, había un departamento llamado Atlántico, y demás no les gustaba que los llamaran “caribes”, pues los costeños no eran ni “indios”, ni “caníbales”.
En esa época las discusiones giraban en torno del error geográfico, pues al fin y al cabo se podría seguir llamando Costa Atlántica a la Costa Caribe, más por fuerza de señalar las cosas con el dedo que por amor a la verdad, o por un esfuerzo de conceptualización. Pero hoy lo que discutimos es el error histórico, que apenas empieza a superarse con la acción de los intelectuales, de las universidades, del Observatorio del Caribe.
En la historia de la Costa Atlántica no cabe la historia del Océano Atlántico. Esta es otra historia que sólo tiene alguna relación con la de la región (la navegación transoceánica, el dominio de las rutas marítimas, la trata de esclavos, la piratería, etc.) pero que no le da sentido a la historia de la Región Caribe colombiana.
Hoy parece necesario tomar una decisión: llamarla en todos los textos región Caribe, no sólo porque está bañada por el mar Caribe, sino porque la historia del Caribe le da sentido a la historia de los pueblos que la habitan. La Costa Atlántica no puede seguir ocultando a los costeños el Mar Caribe ni el Gran Caribe. Ni tampoco puede seguir pensando que una historia patria de corte andino –que ve al Caribe como escenario de batallas heroicas por la libertad y en el menor de los casos, como el sitio de cuatro puertos de importancia secundaria para el interior- puede hacerles entender el sentido que tienen como pueblo.
Sus raíces hay que encontrarlas en el contexto más amplio del Caribe, que incluye no sólo la Costa, sino la región Insular. Al contrario de la Costa, la historia del Caribe insular colombiano ha partido de su identidad angloafricana y siempre ha estado orgullosa de sus orígenes y de su contribución a la formación del Caribe Occidental, como lo muestra Parsons (1985), analizando la distribución de la diáspora bautista en Centroamérica, las Islas Cayman, a partir de los intercambios con Jamaica y otras partes del Caribe.
El contexto de la región Caribe colombiana, evidentemente es el Gran Caribe, con el cual, guarda estrechos lazos históricos aunque la gente no lo sepa, como lo señala Bell (1997) en el caso del Caribe colombiano y Jamaica. Con el Caribe está más ligada cultural, ideológica y socialmente, que con Bogotá, con quien sus relaciones fueron tradicionalmente políticas y económicas a través de la élite costeña que manejaba los hilos del poder, como lo describe Gilard en sus tesis (1984). Y aunque el país se ha “costeñizado” en los últimos años, gracias al vallenato y a García Márquez, la costa no ha encontrado sus raíces regionales en una historia patria, de corte básicamente centralista. No porque no la tenga, sino porque esa historia patria es de base heroica y no da cabida a los hechos cotidianos que carecen de estos tintes de nobleza.
Por ello para entender sobre qué bases está construido el Caribe colombiano, se propone trabajar sobre una o varias geohistorias, como el método más adecuado.
Pero ¿por qué la Geohistoria y no simplemente la historia y la geografía a la vez? Ya se había hecho referencia a que la historia colombiana, como toda historia no crítica, ha sido escrita como una “historia patria”, en la que la fundación de la nación se ha hecho a partir de una serie de actos heroicos que construyen la geografía histórica, es decir, la carta, el mapa en donde se inscriben los hechos fundadores. Mientras que la historia de lo que hacen la mayoría de colombianos todos los días, la historia de lo que compone la Nación, es decir de las regiones, no figura en las cartas, por ser hechos banales nada heroicos, poco significativos. Así la carta histórica de las regiones que no tuvieron hechos heoricos es una carta vacía. De este modo se presenta una ruptura entre la historia y la geografía, y cada una va por su lado.
La geohistoria, como método, permite superar esta situación ya que busca entender un territorio a partir de la historia y no a través de la historia, lo que cambia completamente la visión. Permite superar el estrecho marco del recuento de hechos, de personajes, de sucesos ocurridos en el tiempo (seguir la historia sincrónica), para privilegiar el sentido que los hechos históricos tienen en el tiempo largo, en su duración. Lo que interesa no es contar qué pasó, sino entender lo que ha pasado, a partir del tiempo (periodización) y en un espacio definido (el territorio) a través de los cambios que ha tenido la región.
Mirando el ejemplo de Braudel (1963) para el Mediterráneo, que es un texto de referencia para el Caribe, como lo entendió muy bien Arciniegas, se ver los indicios de la geohistoria como método. Pero aquí es necesario referir un hecho importante en este proceso de construir las bases para entender el Caribe colombiano y es, precisamente, el aporte, y lo que, paradójicamente, ha dado lugar a la crítica más acerba de Baudel: que después de estar trabajando 18 años sobre la historia de Felipe II, Baudel se dio cuenta en 1941, de que el personaje central era el Mediterráneo, es decir la geografía. A partir de ese momento, Baudel emplea la geografía como una manera de leer las sociedades, constituyéndola en la parte sólida de su método, es decir en lo que le permitía “fijar” los nombres.
La geografía tiene la función de valorizar los largos períodos y disminuir el peso de los personajes sustituyéndolos por un objeto espacial, en este caso el Mediterráneo, centrándolo como sujeto de la historia. “La geografía era el medio por excelencia de reducir la velocidad de la historia” (Dosse, 1987:132). Hasta el punto en que la principal crítica que se le hace es precisamente la de “…volverla casi inmóvil” (Ibid). Lo que se debe, sin duda, al gran esfuerzo de Braudel por idenitifcar la geohistoria con la larga duración, pues consideraba que era el estudio de lo repetitivo, de lo constante a través del tiempo, y lo que estructuraba, de una manera lenta, subterránea, nada espectacular. Así, las oscilaciones lentas de la geohistoria eran realmente lo que permitiían determinar el ritmo de las temporalidades, o sea la escritura de la misma historia.
Pero hoy la geohistoria busca “…analizar las realidades espaciales como componente activo de la dinámica de la sociedad”, como se puede ver en el texto de Levy sobre “Europa” (1997:3). Así, la geohistoria cambia y
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