Cartografia En Mexico Su Historia
hector19933 de Octubre de 2011
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Producción Prehispánica
México tiene una gran tradición cartográfica. El pueblo mexicano tuvo su propia cartografía mucho tiempo antes de que se descubriera América.
Todos los cronistas de la época de la Conquista hacen numerosas referencias a las cartas que los aborígenes les mostraron; la mayoría de estas cartas se perdieron y solamente han quedado algunas que permiten dar una idea general de los conocimientos que tenían y las técnicas usadas.
Por citas de Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo se afirma que las autoridades indígenas disponían de un acervo de cartas geográficas para su consulta, facilitando con ello describir algunas zonas determinadas o mostrar representaciones bastante aproximadas y comprensibles para los conquistadores, no obstante el empleo de glifos (glifo-glyphis, canaleta, surco hueco grabado o dibujo en cualquier objeto).
Los materiales generalmente empleados eran papel de maguey, pieles preparadas, y tejidos de algodón, de palma y henequén. El dibujo se hacía con colores vegetales y parece que se le daba un acabado con barniz, cuando se empleaba papel de maguey o pieles.
Los cartógrafos prehispánicos desconocían proyecciones y escalas, haciendo sus representaciones como si la tierra fuera plana y sin cuidar que las distancias entre los puntos representados correspondieran a la realidad, dadas las inmensas extensiones superficiales en que quedaban incluidos, lo cual forzosamente tenía que dar lugar a una cartografía deficiente.
Sin embargo, de estas reproducciones se hacen dos grandes divisiones, agrupando las cartas que reproducen itinerarios y aquéllas que corresponden a zonas claramente determinadas. En las primeras, la representación es simbólica, principalmente; en las segundas, hay un mayor reflejo de la realidad. Es ejemplo típico de itinerario la tira llamada "Peregrinación de los aztecas", cuyo original en papel de maguey se conserva en el Museo de Antropología. El llamado códice de Cuauhtinchan hace la descripción del valle de Puebla, en las cercanías de Cholula. Es un importante documento cartográfico, no obstante estar formado por una serie de itinerarios de conquista.
La representación se hacía por medio de simbolismos fáciles de comprender, sobre todo porque en su coloración se procuraba imitar los tonos naturales. Las costas aparecían como líneas paralelas onduladas de color azul, atenuado hacia mar adentro. Las islas se representaban por una pequeña área, que no guardaba relación con la real, definida por un perímetro irregular, también rodeado de coloración azul. Las fuentes y manantiales aparecían indicadas "por medio de una mancha circular amarilla en cuyo centro se ponía otro círculo azul", que a veces tenía puntos negros, los cuales se han interpretado como indicio de existencia de arena.
Los lagos también se coloreaban de azul, y si en sus orillas existía vegetación acuática, el perímetro se formaba con líneas verdes y amarillas.
Los ríos los representaban como hoy lo hacemos, empleando dos líneas paralelas, si bien adornándolas con hojas de nopalillo para indicar que se trataba de una corriente principal, porque los arroyos aparecen como dos paralelas onduladas simplemente. Cuando los ríos tenían abundante pesca, se dibujaban peces entre las paralelas.
Al observar que los manantiales se generaban en laderas, suponían que las montañas eran ánforas llenas de agua y por eso representaban las elevaciones "con una vasija redonda, con su tapadera", apoyada en una base y con una abertura en el centro que podía tener forma de boca o ser una línea irregular.
Los volcanes aparecían como un cono truncado rodeado de ráfagas rojizas. Si estaban desnudas, las elevaciones se coloreaban de amarillo, de verde si había vegetación o con bandas verdes y rojas correspondientes a diversas formaciones forestales. Encima del dibujo aparecía el jeroglífico que representaba el nombre del cerro. Se procuraba reproducir las más relevantes características, su forma, su cumbre nevada, etcétera.
Los caminos también figuran en forma de líneas paralelas, a veces sin color y otras iluminadas con amarillo. Es particularmente sugestiva la huella de un pie desnudo que se repite en los caminos, y algunos autores suponen que cada intervalo corresponde a una distancia convencional adoptada.
Si había una magueyera, un maguey la representaba; lo mismo ocurría con el nopal, cactus y árboles característicos. Cuando algún animal abundaba, se reproducía su figura cubriendo el área de dispersión.
Los aztecas sabían orientarse señalando en sus cartas el Este por el sol naciente y el Sur por el signo conejo, interpretación que coincide al comparar algunas de las cartas conocidas con la zona representada.
Producción Colonial
Como es natural, los trabajos cartográficos llevados a cabo inmediatamente después de la Conquista muestran una notoria influencia indígena, que en el siglo XVII se atenúa para desaparecer prácticamente en el siglo XVIII.
Las cartas marinas, principalmente las de exploración de costas, tenían ya una base científica, porque los pilotos, que eran quienes las dibujaban, hacían observaciones astronómicas para situar sus puntos importantes, y se apoyaban en itinerarios definidos por rumbo y distancia. Sin embargo, al transportar sus datos al papel, empleaban generalmente una proyección de paralelos y meridianos equidistantes que Orozco y Berra llama "proyección tradicional conforme" que, al no considerar la curvatura terrestre, deformaba las zonas representadas.
Este tipo de cartas no recibió influencia aborigen y su técnica, al evolucionar, fue la que desplazó en otras aplicaciones a la técnica indígena.
Los planos de pequeñas áreas territoriales y de poblados del Siglo XVI muestran una franca influencia indígena; se trata de planos precortesianos adaptados por los conquistadores, con leyendas aclaratorias en español que sustituyen los jeroglíficos y conservan únicamente el simbolismo; en otras cartas posteriores se ven templos cristianos representados al principio por una cruz sobre una pirámide truncada y después el templo solamente. En algunos caminos aparece la huella de una herradura para indicar que éstos son transitables por cabalgaduras. También aparecen ideogramas de puentes, canales y acueductos.
En 1580, por orden de Felipe II, las autoridades municipales prepararon una descripción de la zona de su jurisdicción que acompañaron de diversas cartas, pero esta producción poco contribuyó para la preparación de cartas generales.
El Siglo XVII fue fecundo para la cartografía mexicana, particularmente debido a la mejora en la representación del interior del país. En las cartas de ciudades o pequeñas áreas no hay progreso visible, pero en los mapas generales ya se observan escalas referidas a las latitudes y longitudes. Se usaron en este caso como meridianos origen a veces el de Cádiz, y con más frecuencia, sobre todo a fines de siglo, el correspondiente al Pico de Teide de la Isla de Tenerife en el Archipiélago de las Canarias.
Se divulga el empleo de un círculo como signo convencional para representar poblados, ya no se utilizan ideogramas de herraduras ni de pies descalzos para indicar los caminos, las eminencias se reproducen en perspectiva, los ríos son escuetas líneas onduladas y se usa con bastante frecuencia la escala (petipie) en leguas.
Este movimiento cartográfico se inicia con la preparación de cartas de la cuenca de México y de sus vecindades como consecuencia de los estudios para resolver el problema del desagüe.
En la alborada del siglo XVII, Enrico Martínez publica la "Descripcíón de la comarca de México" y Obra del "Desagüe de la laguna", que representa la cuenca de México, y que tiene la particularidad de apoyarse en coordenadas astronómicas en algunos puntos.
Don Carlos de Sigüenza y Góngora fue el cartógrafo de fines del siglo XVII a quien se deben valiosas contribuciones, tales como posiciones astronómicas de lugares lejanos, documentadas recopilaciones y numerosas cartas regionales. Ha sido considerado como el primer autor mexicano de una carta general de Nueva España, que aunque no llegó a imprimirse con su nombre, posiblemente fue llevada a Europa, según hacen suponer algunos indicios. Se estima que esta carta es el único documento científico cartográfico que abarca todo el territorio de la Colonia. En 1768, el padre José Antonio de Alzate Ramírez imprimió en París una carta del Virreinato de México, que se consideró la mejor hasta la publicación de los trabajos de Humboldt. Es la primera recopilación de los dispersos datos existentes que vio la luz pública; en ella el territorio del país aparece deformado, particularmente en la zona que corresponde a la península de Baja California.
Producción del siglo XIX
En el año de 1803 llegó a México el ilustre barón Alejandro de Humboldt que tantos bienes habría de aportar a la cartografía y geografía mexicanas, quien visitó una ancha faja del país, de Acapulco a Veracruz, entre los paralelos 16° 50' y 21° y con acuciosidad estudió todos
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