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El Concepto De Indio En América Por Guillermo Bonfil Batalla

Corina.Oliva28 de Agosto de 2012

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El concepto de indio en América

Guillermo BONFIL BATALLA

La definición de indio o indígena (términos que en este ensayo se emplean

indistintamente) no es una mera preocupación académica ni un problema semántico.

Por lo menos, no lo es en la medida en que se reconozca que el término en cuestión

designa una categoría social específica y, por lo tanto, al definirla es imprescindible

establecer su ubicación dentro del contexto más amplio de la sociedad global de la

que forma parte. Y esto, a su vez, está preñado de consecuencias de todo orden, que

tienen que ver con aspectos teóricos y con problemas prácticos y políticos de enorme

importancia para los países que cuentan con población indígena.

En primer lugar, me propongo revisar críticamente las principales definiciones que se

han elaborado en torno al indígena. En seguida, ofrezco mi propia concepción al

respecto. Finalmente, señalo algunas implicaciones de la posición que sustento1.

Los intentos por definir al indio

El indio ha evadido constantemente los intentos que se han hecho por definirlo. Una

tras otra, las definiciones formuladas son objeto de análisis y de confrontación con la

realidad, pruebas en las que siempre dejan ver su inconsistencia, su parcialidad o su

incapacidad para que en ellas quepa la gran variedad de situaciones y de contenidos

culturales que hoy caracterizan a los pueblos de América que llamamos indígenas.

Algunos enfoques parecen haber sido definitivamente superados. En general,

cualquier intento por definir a la población indígena de acuerdo con un solo criterio, se

considera insuficiente. El uso exclusivo de indicadores biológicos, conectado

estrechamente con la concepción del indio en términos raciales, resulta obsoleto dada

la amplitud de la miscigenación ocurrida entre poblaciones muy diversas –entre sí y

dentro de cada una de ellas–, lo que hace que en América todos resultemos mestizos.

Sin embargo, todavía en las últimas décadas se publicaron sesudos ensayos en los

que sus autores pretendían caracterizar biológicamente a los grupos indígenas, o más

aún, clamaban en contra de la confusión de la raza indígena con una clase social, lo

que «sólo lleva a tergiversaciones interesadas de las cosas y dificulta la clara

comprensión del problema, porque elimina, artificialmente, uno de sus términos

principales: el de raza, que juega en él un papel preponderante» (Mendieta y Núñez,

1942: 67-68). En los Estados Unidos la definición legal de indio incluye todavía

consideraciones sobre el porcentaje de sangre indígena de los individuos (Beale,

1955)2.

1 La elaboración de este esquema se vio constantemente estimulada por las discusiones que el

autor sostuvo sobre tales temas en los seminarios que dirigió en el Museo Nacional de Rio de

Janeiro, Brasil (1970), en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Universidad

Ibero-Americana (1971), así como en el Coloquio sobre fricciones interétnicas en América del

Sur, celebrado en Barbados, en febrero de 1971.

2 Conviene añadir que los recientes movimientos indígenas en ese país han hecho uso

frecuente del concepto de raza para designarse a sí mismos.

2

El criterio lingüístico es el más frecuentemente usado para las estimaciones censales

de la población indígena. Sin embargo, el uso de lenguas aborígenes no resulta

tampoco un indicador suficiente; un país como el Paraguay presenta un ejemplo

extremo de la falta de adecuación entre el sector de la población hablante de un

idioma indígena y el grupo social denominado indio, ya que el 80% de los paraguayos

hablan el guaraní y sólo el 2,6% de la población total es considerado indígena3. En

general, en todos los países hay un sector de indios que no hablan la lengua aborigen,

así como un número de hablantes de esas lenguas que no son definidos como

indígenas. Ambas situaciones no se componen sólo de casos individuales sino que

pueden referirse a comunidades enteras.

La cultura, en el sentido globalizante que se da a ese término en antropología, ha sido

el criterio más favorecido para basar en él la definición de indígena. Los indios, se

dice, participan de culturas diferentes de la Europa occidental, que es la cultura

dominante en las naciones americanas. «Son “indígenas” –afirma Comas (1953: 135-

136)– quienes poseen predominio de características de cultura material y espiritual

peculiares y distintas de las que hemos dado en denominar “cultura occidental o

europea”». No se intenta definir cuál es la cultura indígena; se la establece por

contraste con la cultura dominante; a lo sumo, se indica que aquélla tiene su punto de

partida en las culturas precolombinas. Así, por ejemplo, Gamio (1957: 337) escribió:

«Propiamente un indio es aquel que además de hablar exclusivamente su lengua

nativa, conserva en su naturaleza, en su forma de vida y de pensar, numerosos rasgos

culturales de sus antecesores precolombinos y muy pocos rasgos culturales

occidentales».

Y, por su parte, León-Portilla (1966: 342) agrega: «en nuestro medio, cuando se

pronuncia la palabra “indígena”, se piensa fundamentalmente en el hombre

prehispánico y en aquellos de sus descendientes contemporáneos que menos fusión

étnica y sobre todo cultural tienen con gentes más tardíamente venidas de afuera».

En la bien conocida definición que formuló Alfonso Caso4 se atiende al hecho de que

en muchos grupos indígenas la proporción de elementos de origen precolombino es ya

mínima; por eso el autor indica que el criterio cultural (uno de los cuatro que emplea;

los otros tres son el biológico, el lingüístico y el psicológico): «consiste en demostrar

que un grupo utiliza objetos, técnicas, ideas y creencias de origen indígena o de origen

europeo pero adoptadas, de grado o por fuerza, entre los indígenas, y que, sin

embargo, han desaparecido ya de la población blanca» (Caso, 1948: 245).

El contraste frente a la cultura dominante queda a salvo: la cultura del grupo indígena

podría estar predominantemente compuesta de elementos de origen europeo; pero el

hecho de que tales rasgos ya no estén en vigor entre la población «blanca» permitiría

definirla como una cultura diferente. Lo que importa, según Caso, no es el contenido

3 El dato sobre hablantes de guaraní procede de A. Borgognon (1968); el porcentaje de

población indígena es una estimación del Anuario Indigenista (1962), donde se calcula un total

de 64 mil indios en el Paraguay.

4 «Es indio –dice– todo individuo que se siente pertenecer a una comunidad indígena; que se

concibe a sí mismo como indígena, porque esta conciencia de grupo no puede existir sino

cuando se acepta totalmente la cultura del grupo; cuando se tienen los mismos ideales éticos,

estéticos, sociales y políticos del grupo; cuando se participa en las simpatías y antipatías

colectivas y se es de buen grado colaborador en sus acciones y reacciones.» (Caso, 1948:

245).

3

específico de la cultura, ni la proporción de rasgos precolombinos que contenga, sino

el que siga siendo considerada cultura indígena y el que sus portadores continúen

sintiendo que forman parte de una comunidad indígena. Volveré más adelante sobre

este aspecto.

Quienes se sienten indios en América, o son considerados tales, forman un conjunto

demasiado disímil en cuyo seno es fácil encontrar contrastes más violentos y

situaciones más distantes entre sí, que las que separan a ciertas poblaciones

indígenas de sus vecinas rurales que no caen dentro de aquella categoría. Si se

piensa, por ejemplo, que hay todavía grupos cazadores y recolectores en la cuenca

amazónica que permanecen casi sin contacto con la población nacional, y si se

compara su situación y su cultura con las de los zapotecos del Istmo de Tehuantepec,

se estará de acuerdo en que, aunque ambos se sintiesen pertenecer a una comunidad

indígena –o más bien, aunque a ambos les adscribamos la calidad de indios–, esa

identidad nos resulta de escaso valor heurístico y es, por sí misma, incapaz de

explicarnos la diferente condición de los dos grupos ni las razones para agruparlos en

la misma categoría.

Ante la situación descrita, algunos antropólogos plantearon la imposibilidad de llegar a

una definición universalmente válida del indio. Pedro Carrasco, por ejemplo, señalaba

dos alternativas: o se trataba de una definición arbitraria, escogida por el investigador

en función del problema específico que desea estudiar –y por lo tanto, de valor sólo en

términos de esa investigación particular–, o se reconocía que el indio es una categoría

social peculiar de ciertos sistemas sociales y se estudiaba objetivamente en cada uno

de ellos, sin pretender darle a esa categoría un rango más amplio que el que tenga en

la sociedad concreta de que se trate. «El concepto de indio –concluye Carrasco (1951:

111)– varía en su

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