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El Sueño Frustrado De La República


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2013  •  2.399 Palabras (10 Páginas)  •  310 Visitas

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El Estado chileno, orgullo de la elite dirigente del país, estaba a punto de cumplir 100 años. En todos los rincones de Chile se respiraba lo que sería la mayor celebración de la patria. Y no era para menos ese ambiente de festividad. Chile se había consolidado como la nación más estable del continente hispanoamericano. Con una constitución política vigente desde 1833, el Estado chileno era el objeto de las alabanzas del extranjero por su estabilidad política y económica. El gran auge salitrero provocado por el denominado oro blanco del norte anexado tras la Guerra del Salitre, era motivo de festejo para la oligarquía. Con sus recursos, Santiago volvía a renacer. Parques, mansiones y paseos públicos embellecían la capital de la que era la última colonia española en América. En el pasado quedó la traumática experiencia de la Guerra Civil de 1891. El presidencialismo retrocedía a paso agigantado. Ahora, el Congreso era la máxima autoridad de la nación. Incluso, fue tal el grado de poder del legislativo que el presidente Riesco tuvo que cambiar 14 veces de gabinete dentro de su mandato. Las interpelaciones a los ministros y la postergación de leyes del ejecutivo eran las armas que utilizaba el Congreso para manejar la política nacional y así, establecer su hegemonía social tradicional. No será exagerado catalogar el periodo político previo al centenario como una plutocracia.

La creación de grandes ciudades, la recaudación de importantes ingresos fiscales de las concesiones a las compañías salitreras y el respeto internacional ganado tras las guerras internacionales contra Perú y Bolivia, más la estabilidad socio-política del país, eran los antecedentes con los que llegaba la nación a su centenario. Aparentemente, todo era color de rosas. Tanto conservadores como liberales habían dejado sus tensiones en el pasado. Ahora sólo cuestiones valóricas, más bien, religiosas, eran las que crispaban los ánimos. Pero, en el sentido más amplio, la política partidaria estaba en un estado neutro; permitiendo la gobernabilidad del país y la lógica de club social del Congreso.

Al parecer, la República había alcanzado por fin la madurez que tanto anhelaba Diego Portales. Intelectuales y políticos de la época ya postulaban que Chile estaba preparado para el gran salto al desarrollo. De ahí que el centenario fuera la celebración de 100 años de crecimiento republicano.

Sin embargo, los mismos que apelaban a que el país estaba listo para el desarrollo ignoraban lo que realmente pasaba en el otro Chile. Mientras la aristocracia paseaba por el Cerro Santa Lucía, Santiago estaba divido en dos ciudades totalmente opuestas. Y hasta en cierto grado, rivales. Incluso, el mismo Benjamín Vicuña Mackenna aseguraba que en Santiago estaba la ciudad de la civilización y la ciudad de la barbarie. Esta última se debió tras las migraciones campo-ciudad iniciadas en la segunda mitad del siglo XIX. La periferia de la capital fue llenada por suburbios y conventillos, donde abundaba la pestilencia, las enfermedades y la insalubridad. Los peones que vagaban por los campos chilenos, viajaron a la ciudad en búsqueda de nuevas oportunidades laborales. Y los inquilinos que abandonaron sus feudales territorios, se trasladaron a la periferia citadina para intentar obtener las sobras de la bonanza capitalista del país. En la ciudad, los que lograban trabajar estaban sumidos en las agobiantes jornadas laborales y en las pésimas condiciones de sus viviendas. Y los que estaban desocupados, se sumaban a las filas de los vagabundos, mendigos y ladrones.

En la cuna de la riqueza chilena, tampoco los trabajadores lo pasaban bien. En el norte salitrero las condiciones laborales de los mineros eran surrealistas. Lo que hoy es una obviedad, en las vísperas del centenario eran propio de anarcosindicalistas. El Estado junto a los patrones y grandes magnates mineros se negaban a entregarles a sus trabajadores seguros laborales, viviendas de calidad y un salario en dinero real. Sí, real. Porque a inicios del siglo XX, aún los mineros de las salitreras obtenían como salario un puñado de fichas las que eran intercambiadas sólo en las pulperías del campamento minero. Pero, sin embargo, Chile estaba ad portas del desarrollo.

Al parecer, algo estaba fallando en la administración pública. La República admirada por los vecinos tenía en su capital mendigos y ladrones. Cada cierto tiempo los señoritos de la gente decente se enfermaban de viruela, sarampión o la peste que en ese momento brotaba de los conventillos. En el norte, los trabajadores salitreros dormían en viviendas de hierro que en el día eran un horno y en las noches, descendían a los -30°C. Si no sufrían por los cambios de temperaturas, las vinchucas de la pampa les amargaban aún más el día. Y en el campo, los inquilinos y peones seguían con la estructura patronal más propia del medioevo.

“Quienes son los responsables de la existencia de este mal, no sé; ni me importa saberlo; expongo y no acuso, busco enmiendas y no culpas. La historia juzgará, y su fallo, ha de decir si la responsabilidad por la lamentable situación a que ha llegado el país es de algunos o de todos, resultando de errores y de faltas, o de hechos que no caen bajo el dominio y la previsión de los hombres”

En definitiva, la República, en su complejidad, fallaba.

Si entendemos el concepto República como el sistema de gobierno donde la soberanía reside en el pueblo y que los poderes del Estado están divididos. Incluso, en el auge de la causa independista americana, República, como concepto histórico, era el opuesto natural al concepto de Monarquía. Razón por la que los países que lograron la independencia del Imperio español, adoptaron como sistema de gobierno el republicano. Ahora bien, la Real Academia de la Lengua Española define al concepto República como:

(Del Lat. República).

1. f. Organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos o por el Parlamento para un período determinado.

2. f. En algunos países, régimen no monárquico.

3. f. Estado que posee este tipo de organización o de denominación.

4. f. Cuerpo político de una sociedad.

5. f. Causa pública, el común o su utilidad.

6. f. irón. Lugar donde reina el desorden.

La última acepción sin duda es sorprendente. Hasta irrisoria. Fuera de toda lógica obvia. Es por eso, que los estudios de Quentin Skinner y Reinhart Koselleck sobre la historia de los conceptos entra en rigor. Puesto que no existen significados verdaderos y permanentes de las palabras,

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