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Historia del Jujuy Colonial - Bailes en torno al 9 de Julio

Ruten_VIResumen5 de Noviembre de 2018

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Trabajo de Campo El Arte en la Historia “Bailes en torno al 9 de julio de 2018”

La sociedad de Jujuy en torno al 9 de julio de 1816

Entre los años de 1778-1779 en el distrito de Jujuy hay soldados partidarios y soldados-presidiarios mestizos, negros, mulatos esclavos, pardos libres, indios tributarios, indios taseros, indios foráneos de arriba de los valles, parajes y pueblos de Tarija, Chichas, Talina y Lipes, y de los pueblos, parajes y haciendas de la Quebrada de Humahuaca y Puna de Jujuy.[1]

Este conjunto de personas puede clasificárselos en dos grupos sociales:

  • Patriciado” (La elite): “hijos de la Patria”, compuesto por españoles, criollos, indios y negros sin adscripción étnica específica dedicados al comercio y a la explotación de haciendas, estancias, minería, oficios civiles, eclesiásticos y/o militares de La República y/o encomenderos. O civiles empleados como mayordomos, y auxiliares militares en las haciendas y estancias de ganado)
  • Gente baja” (La plebe): Grupo social a partir de combinar categorías étnicas (indio/español/negro), políticas (personas viles o plebeyos/nobles y de distinción), económicas y sociales (gente plebe o de baja esfera/nobles/esclavos/libres). Eran los trabajadores y no trabajadores, “avecindados”, “arrimados”, vagabundos, apóstatas y forajidos, que a veces adscriptos a algún medio de producción y otras libres, transitan por los espacios de la ciudad como españoles, criollos, indios y negros (negros, mulatos y pardos).

Esta categorización aparece en la documentación hasta las primeras décadas del siglo XIX, y era asignada por aquellos que ejercen la dominación, utilizándola cuando se refieren a los que se rebelan o agravian a las autoridades reales locales; y a la vez, la reconocen los líderes y autoridades rurales del tipo sargentos y cabos, cuando aportan datos o descargan responsabilidades en los compañeros de abigeato, crímenes y/o rebelión.

El baile en la ley

Los autos de buen gobierno fueron entre las disposiciones legales del Antiguo Régimen Indiano los que tuvieron mayor “aplicación popular”, ya que incumbía diversas materias relativas a la vida local que hacía a lo público (justicia, religión, seguridad social, ordenamiento de la vía pública, salubridad, moral, etc.)

Es el caso del bando del gobernador y capitán general de la provincia de Tucumán Antonio de Arriaga, dado en la ciudad de Salta el 24 de julio de 1776 y publicado por el escribano de la ciudad de Jujuy el 6 de enero de 1777 por mandato de los señores alcaldes.

 “Que los negros no se junten a los escandalosos bailes que acostumbran con su tambor bajo la pena de cincuenta azotes siempre, que tal hicieren”.

La publicación de la ley se configurará festivamente, pues se trata así de la performance a la que está acostumbrada la sociedad de Antiguo Régimen, en las que en las fechas anteriores a las fiestas, se anunciaban con pregones (negros) y bandos preparándose al vecindario para la fiesta, luego le sigue la reunión de las autoridades, las ceremonias de teatralización del gobierno, y la constitución del espacio público de la República con cortejos, desfiles, ruidos de cohetes y pólvora, galopes por las calles, repiques de campanas y bailes.

En el caso de la publicación de la ley de aplicación local y popular:

  • Elaboración y reproducción escrita de la ley de parte de las autoridades.
  • Certificación pública capitular (en el capítulo de las autoridades de la ciudad y el escribano).
  • Bando: acto de lectura pública (en la plaza) a cargo de un negro ladino (que conoce la lengua castellana), con acompañamiento de soldados y al toque de clarín y música de una caja (tambor) de guerra.

En los “bandos”, juega así un papel importante lo musical de una manera performativa

Fandangos

Una de las preocupaciones de las autoridades coloniales del Antiguo Régimen en los Reinos de las Indias Occidentales, fue:

“Que ninguna persona sea del sexo y naturaleza que fuere, no cargue armas cortantes ni punzantes, ni otras vedadas a deshora de la noche, ni se junten en pandillas de tres para arriba, en músicas infamatorias y escandalosas, ni canten versos contra nadie con poco temor a Dios, y perdimiento de respeto a la real justicia […] y que antes ni después de la queda no anden disfrazados de sus trajes, porque serán castigados según sus estado y calidades con arreglo a la ley real”.[2]

Música, canto, reuniones y disfraces, se unen al baile para constituir en este período histórico el quinque que se conoce como “fandango”.

Como música, una hipótesis plantea los orígenes europeos del fandango, a partir de los instrumentos musicales, escala musical y música barroca europea, siendo el aporte el americano indígena y africano, el de la percusión, la voz, la relación entre ejecutante e instrumento, y la interpretación personal y el reto. Dando lugar a “Estéticas mestizas que invaden todos los niveles de la sociedad” (Bernand, 2011: 89-90).

Como baile, también se reconoce los orígenes y conformación europeos, esto a partir de qué bailes como la zarabanda también era desenfrenado con balanceo del cuerpo y ademanes con los brazos, a lo que pudo haber aportado el ennegrecimiento que vive la Baja Andalucía en el siglo XVI: “fandango, fruto de esta fusión, se bailase en los pueblos de la baja Andalucía antes que en las Antillas a donde lo transportaron los galeones. Aunque el mestizaje pudo producirse en cualquier lugar de encuentro entre de negros y castellanos viejos, el estado actual de la investigación apunta a Cádiz como su patria” (Canterla González, 2007: 102).

Otra hipótesis es la que plantea su origen indiano o bien africano. El origen Indiano referiría al Caribe o La Habana a partir de algunas definiciones etimológicas y descripciones del siglo XIX, se plantean que se trata de un “Baile introducido por los que han estado en los Reinos de Indias que se hace al son de un tañido muy alegre y festivo” (Ruiz, 2013: 21-22). Y el origen africano en relación a que pudo haber provenido de la costa de Guinea, en relación a que la palabra se relaciona con términos africanos (congo o mandinga), y también a términos árabes, portugueses y hasta indígenas andinos del Perú (Ruiz, 2013: 22). Lo último cuestionado en algunas etimologías que solo reconocen el origen “portugués”:

“Fandango, 1705. Origen incierto; probablemente de fadango derivado de fado’ canción y baile populares en Portugal (del latín fatum “hado”, porque el fado comenta líricamente el destino de las personas); de todos modos no será palabra de origen indiano, pues el sonido de f es ajeno al quichua y a las principales lenguas americanas. Derivado Fandanguillo, principios del siglo XVIII. Fandanguero, ídem Esfandangado, aplicado a un tipo de canto popular, se empleaba ya en portugués a principios del siglo XVI”.[3]

Una tercera hipótesis posible de plantear relativiza la importancia de establecer el origen, y más bien apela a considerar al fandango una especie de “complejo cultural de larga decantación histórica en donde han confluido diversas culturas” (Sevilla Villalobos, 2013).

En esta línea de privilegiar en el fandango como baile y música de confluencia de diversas culturas, un componente pudo haber sido de los bailes indígenas, de manera prevalente aquellos que la iglesia reconoce desde su lugar de poder, los bailes estatales indígenas (Bernand, 2011: 93-94). Este reconocimiento y promoción a los bailes de los indígenas pudo haber incidido en la configuración de las celebraciones de bautismos de indios en los pueblos de indios de Antioquía de 1803, que se celebraban con fandangos (Jiménez Meneses, 2007: 520).

En cuanto al componente africano, un rasgo aportado en el baile pudo haber sido la sensualidad de los gestos, hibridizado en el marco de las fiestas religiosas cristianas (Bernand, 2011: 95 a 97). Manifestación lasciva en el baile que puede estar relacionada con el componente nupcial de las danzas de los esclavos guineos (Canterla González, 2007: 101-102).

Los europeos también aportan al fandango como baile y música. Así la zarabanda se caracteriza por el balanceo desenfrenado del cuerpo y ademanes con los brazos (Canterla González, 2007: 102). Y el aporte instrumental de la guitarra, y hasta del arpa, porque desde el siglo XVII era muy utilizada en las capillas Indianas, como el instrumento del músico trashumante y en los oratorios (Ruiz, 2013: 39).

Tal vez esta múltiple conformación musical y bailable haya incidido para la calificación de un estilo de baile marcadamente coreográfico. Al respecto, algunos sostienen que los fandangos “mestizos” de América requerían movimientos de caderas (lascivos), y eran acompañados por “zapateados”, coplas de enamoramiento y desafío, y tal vez también, juego de pañuelos y revoleo de faldas y enaguas. Conjugando elementos africanos, con indígenas y andaluces (Bernand, 2011: 99-103).

En la España del siglo XVIII, se trataba de un baile de pareja que incluía zapateado y acompañamiento musical en tiempo rápido (Ruiz, 2013: 25). Baile del que da testimonio Giacomo Casanova en su visita a Madrid en 1768:

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