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JURAMENTO A ROMA

juliet0311 de Marzo de 2015

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Manifiesto, cartas, decretos de Simón Bolívar (página 2)

Enviado por Yibetza Romero

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No obstante su reciente experiencia, incluyendo la terrible derrota en la Puerta, Bolívar mantiene que el esclavo "ama y respeta" a su amo y que fue incorporado en las guerrillas realistas sólo por la fuerza y el terror. Nosotros sin embargo creemos que los esclavos, libertos y mulatos tenían motivos propios para combatir a los blancos que eran sus amos en actualidad o en potencia.

En general, las expresiones de Bolívar respecto al pueblo en las cartas de Jamaica son más paternales que despectivas. Pero deja claro en ellas que la libertad no es para entregársela a un pueblo que no sabrá manejarla.

Como Bolívar ha observado en estas cartas, los libertos y esclavos ahora "se han vuelto al partido de los independientes". Bajo el liderazgo de Manuel Piar, arrasan las fuerzas realistas en las grandes extensiones de la Guayana, que será donde Bolívar establecerá su nueva base de operaciones. Cuando éste hace ajusticiar a Piar, acusado de traición y deserción, elimina a un potente rival y asegura que la suya será la voz que interprete la libertad y las necesidades del pueblo. Entonces en 1819 dicta su discurso en Angostura.

Hablando de la terrible violencia de los últimos años, Bolívar dice que "no he sido mas que un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja. Pero si es cierto que no podrá suprimir la fuerza popular, tratará de encauzarla en contra de sus enemigos los españoles. El problema es que simultáneamente tiene que atender a las exigencias de los criollos blancos, en quienes pretende confiar el. gobierno. Esta contradicción da lugar a ambivalencias e inconstancias en su acción política.

En el discurso, su concepto del pueblo es sumamente despectivo, y su gran preocupación parece ser crear instituciones para controlarlo, incluyendo un Senado hereditario compuesto de los 'Libertadores', o sea, sus generales. Sin embargo, Bolívar quiere elecciones populares. ¿Por qué? Posiblemente porque considera que le darán más libertad a é1 cuando quiera refrenar a alguno de esos Libertadores en el Senado. Desde luego, la frase más extraña y más llamativa sobre la relación entre pueblo y libertad es: "Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre, y no lo será jamás." Para el pueblo, entonces, la libertad es para estar de acuerdo con sus dirigentes.

Seis años más tarde, después de la victoria decisiva de Ayacucho y cuando ya no hay más españoles para combatir, Bolívar crea una constitución para el país que llevará su nombre, y la presenta en su discurso ante el Congreso Constituyente de Bolivia. Su ambivalencia respecto a la ingerencia del pueblo en el ejercicio de su propia libertad está expresada claramente: "¡Legisladores! Vuestro deber os llama a resistir el choque de dos monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos as atacarán a la vez: la tiranía y la anarquía..." Entre las dos, é1 parece considerar más peligrosa la anarquía, que es la que imagina será el producto de las olas y huracanes populares. Así que la constitución de Bolivia puede ser vista como un proyecto para contener la fuerza del pueblo.

Está claro que "libertad" para el Libertador nunca conllevaba la idea de la soberanía popular real.

Funcionaba como un grito de guerra, y después de la guerra significaba nada mas que et recuerdo de, y la expectativa de gratitud por, la liberación. 0 sea la victoria sobre los españoles. No era un concepto que pudiera servir como premisa de un moderno estado democrático. Éste tendría que fundarse sobre un concepto muy distinto, de una libertad que permitiese su continua redefinición por el pueblo.

Otro elemento fundamental del pensamiento de Bolívar es su esfuerzo por hacer posible la democracia en Hispanoamérica; es decir… por construir sistemas políticos nuevos y a la vez estables en las nacientes repúblicas. En realidad a esto dedicó su vida el Libertador. Pero el esfuerzo puede ser considerado y medido desde varios ángulos.

Bolívar creyó que una garantía esencial de la supervivencia de la democracia, era la vigencia del régimen unitario. Consideraba que el federalismo podía ser perfecto, pero era absolutamente inconveniente para Hispanoamérica. Con ello trató de superar una lucha feroz que desangró al Continente por casi cincuenta años. Pero pese a la lucidez de sus pensamientos, es evidente que las fuerzas centrifugas locales y regionales pudieron más que la voluntad unitaria. De allí que la derrota política del Libertador, fuese también el triunfo de las posturas federalistas y separatistas, entre los diferentes discursos, cartas y decretos de Bolívar vamos a resaltar El Juramento de Roma, El Discurso de Bolívar en la Sociedad Patriótica, Decreto de Guerra a Muerte, Acta de la Independencia, Manifiesto de Cartagena, Carta de Jamaica, Ley de la Abolición de la Esclavitud, donde se demuestra el pensamiento de nuestro Libertador.

JURAMENTO DE ROMA

JURAMENTO EN EL MONTE SACRO

15 DE AGOSTO DE 1805

¿Conque éste es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pública para ocultar la suspicacia de su carácter y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazón de su protector para reemplazar la tiranía de César con la suya propia; Antonio renuncia los derechos de su gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío como la noche y depravado como el crimen, divide su tiempo entre la concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por un Trajano cien Caligüelas y por un Vespasiano cien Claudios.

Este pueblo ha dado para todo; severidad para los viejos tiempos; austeridad para la República; depravación para los Emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas sacrílegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres; oradores para conmover, como Cicerón; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos, como Juvenal y Lucrecio; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros, como Catón.

Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada. La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus fases, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo.

¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!

Simón Bolívar

Juramento hecho por Simón Bolívar en Roma el 15 de agosto de 1805, cuando era un joven de 22 años de edad. Con él estaban sus amigos Simón Rodríguez, quien contaba entonces unos 36 años y había sido su maestro en Caracas, y Fernando Rodríguez del Toro, de 32. Habían salido de París el 6 de abril anterior, y por la vía de Lyon, Chambéry, Turín, Milán, donde vieron a Napoleón coronarse como Rey de Italia, Montichiari, Venecia y Florencia, llegaron hacia el mes de julio a Roma. Ahí, según la tradición, se alojaron en una posada de la plaza España, cerca de la imponente escalinata que conduce al templo de Santa Trinitá dei Monti. Durante varias semanas recorrieron la ciudad, visitando sus monumentos y sus ruinas llenas de evocaciones históricas, testimonios de la grandeza y la decadencia de los imperios.

El 15 de agosto se dirigieron los 3 al llamado Monte Sacro, situado entonces fuera del recinto de la ciudad, a orilla del río Anio. Ese lugar era célebre en la historia de la antigua Roma, que los 3 venezolanos conocían bien, porque allí se habían retirado los plebeyos en sus desavenencias con los patricios en la época de la República. Es muy probable, como lo insinuó el mismo Bolívar años más tarde, que al dirigirse al Monte Sacro tanto él como sus compañeros tuvieran el propósito de realizar un gesto simbólico, como venezolanos que deseaban la independencia de la patria nativa y de toda la América entonces dominada por España. Ascienden por las laderas de la colina, y en la cima conversan sobre la sucesión de las civilizaciones, su apogeo y su declinación a través de los

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