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LIBRO LINDO


Enviado por   •  27 de Marzo de 2015  •  868 Palabras (4 Páginas)  •  246 Visitas

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urante los siglos XVI y XVII, la economía en México era regulada muy de cerca para evitar que Nueva España compitiera con España. México producía muy poco en cuanto a bienes manufacturados, por ejemplo, en cuanto a bienes de exportación se trataba. Casi todos los bienes de lujo en España tenían que importarse de comerciantes españoles aunque la mayoría de ellos no tenían origen español debido a que España había descuidado su propia industria y comercio. Telas caras eran importadas por España de lugares como el norte de Europa mientras que se prohibía la producción de ropajes finos en las colonias. Por ejemplo, la seda floreció por un tiempo en México, especialmente, durante el siglo XVI. No obstante, su producción fue desalentada por objeciones de comerciantes de seda de España y, finalmente, por la competencia de precios contra la seda barata de China.

El virrey Martín Enríquez de Almansa y Ulloa (1568-1580) intentó impulsar, sin éxito, la exportación de lana novohispana a la Península Ibérica. Las necesidades de un consumo local y la correspondiente iniciativa de empresarios españoles, que no sólo abastecieron su propio mercado sino que empezaron a exportar a Perú y Guatemala, hicieron que los obrajes en que se elaboraban telas de lana, algodón, jergas, frazadas, sombreros y aun algunos en que se labraba la seda, se extendieran a los principales centros del virreinato.

Aun así, hubo muchos productos para el uso cotidiano que salían de pequeñas industrias en México. La ropa hecha de algodón y lana eran manufacturadas en obrajes que eran los molinos textiles locales que existían en varios lugares, especialmente, la ciudad de México, Puebla y Querétaro. Desde antes de la conquista de los españoles, el algodón era una fibra muy utilizada por los indígenas para la confección de prendas de vestir y mantas. De hecho, el algodón fue acogido por los españoles cuando el esquilmo de lana no bastaba para proveer de materia prima a los obrajes; también, tenía un uso militar debido a que los españoles adoptaron el uso del acolchado “escaupil” aborigen en sustitución del coselete de cuero que protegía al soldado de infantería con una coraza ligera.

Ya que muy pocos podían costear ropa fina importada los molinos locales eran numerosos tanto que existían más de ochenta por el año de 1571. En ellos se tejían paños negros o de color, que se vendían en todo el territorio novohispano y se exportaban a Guatemala y Perú. Los talleres se multiplicaron a finales del siglo: para 1604, había más de 114 grandes obrajes, distribuidos en la ciudad de México, Xochimilco, Puebla, Tlaxcala, Tepeaca, Celaya y Texcoco. Muchos otros se localizaban en Querétaro, Guazindeo (Salvatierra) y Valladolid, sin embargo, así como muchos talleres pequeños, estos no se incluyeron en la cuenta de 1604.

Hasta el siglo XVIII, cuando los molinos poderosos

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