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La Revolución mexicana y su posterior institucionalización

Daniel Horta LeytonTrabajo5 de Diciembre de 2015

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Daniel Horta Leyton[pic 1]

Andrea Fischer Telias

La Revolución mexicana y su posterior institucionalización


En el presente trabajo pretendemos, en primera instancia, describir a grandes rasgos qué fue la Revolución Mexicana, bajo qué contexto socio-histórico se dio, cuál fue el contexto político- económico  en que se  produjo, y, así también, conocer cuáles fueron sus actores principales. Posteriormente, una vez contextualizado y descrito el conflicto revolucionario, pretendemos llegar a conocer lo sucedido en el periodo siguiente a las fases militares o armadas de la Revolución Mexicana, donde se da la llamada “institucionalización de la Revolución” , y con esto, siendo pretenciosos al enfocarnos en la posibilidad de dar un enfoque sociológico explicativo a este fenómeno de la aceptación social de la institucionalización de un proceso que pretendió ser rupturista, como lo son las revoluciones.

        

        La Revolución Mexicana nace como una revolución política que involucra demandas sociales, las cuales no pueden ser entendidas sin conocer sus antecedentes, entre los cuales destaca el gobierno de Porfirio Díaz, uno de los principales actores de la Revolución Mexicana.

        El gobierno de Porfirio Díaz, un candidato presidencial mexicano derrotado democráticamente en los años 1867 y 1871, logra llegar al poder en el poder en año 1871, adjudicándose a éste por más de 30 años. Durante el gobierno de Porfirio, de carácter dictatorial en la práctica y de carácter democrático en aspectos formales legales,  éste fue ayudado por los llamados “científicos”, un grupo de tecnócratas que con “racionalidad” buscaban el crecimiento económico del país a través de una economía primaria exportadora. Esto último, fue logrado ya que las tasas de crecimiento reflejaron el buen momento de la economía mexicana, sin embargo, este crecimiento era injusto e inequitativo socialmente, ya que se aumentó la polarización de ricos/pobres y al mismo tiempo oligarcas/dominados (Herzog, 1995)

        La base de la economía mexicana era el sector agrario, la cual se vio incentivada por la Ley de desamortización de fincas rusticas y urbanas civiles y eclesiásticas (ley lerdo) de 1856, la cual consistía en la expropiación de tierras  indígenas perdieron sus tierras en pos de su privatización de estas para el beneficio social y económico estatal (el cual estaba compuesto y enlazado a la oligarquía) (Herzog, 1995, pág. 4). El sector agrario compuesto de manera predominante por “acasillados”, quienes eran  hacendados endeudados con los latifundistas. Ellos, más tarde fueron un actor principal del “pueblo” descontento con la situación mexicana.  Vale decir que México no sólo era sustentado económicamente por la agricultura, sino que también era un país primario exportador, donde en el norte predominaba la minería (oro, plata, zinc, cobre y plomo),perteneciente a en su gran parte a capital extranjero como Estados Unidos e Inglaterra, en la zona centro sur, donde no solo existía agricultura, sino que también producción de textiles para su exportación, y finalmente, la zona de Yucatán la cual se basaba en el comercio de hilos (Carmagnani, 1984, pág. 235).

        Como menciona Carmagnani, la expansión económica mexicana en base al incremento de exportaciones había enriquecido enormemente a la oligarquía, la cual no estaba compuesta por más de mil personas y concentraba casi el 70% de las tierras cultivables .  (Carmagnani, 1984, pág. 236)

La represión policial ejercida por el gobierno de Díaz, la violencia y explotación de los latifundistas, el creciente empeoramiento de la calidad de vida y la disminución del salario real para las masas campesinas, sumado al fraude electoral de Porfirio Díaz en sus reelecciones (fraudes que hasta el momento eran avalados por gran parte de la oligarquía, y hasta ese momento, “naturalizado” por la masa popular) empezó a desencadenar progresivamente un descontento social en las masas populares de México y también en ciertos grupos oligárquicos locales y burgueses norteamericanos (estos influyentes grupos fueron perdiendo la confianza en Díaz, al creer que su desaprobación social podría provocar la desestabilización del orden económico político y social) , lo que terminaría por provocar el estallido de la Revolución Mexicana (Carmagnani, 1984, pág. 236)

Es así como se da la primera parte de la Revolución Mexicana, en donde Porfirio Díaz es derrotado al no tener el apoyo  de las masas populares, de las oligarquías ni de Norteamérica, quienes pujan cada uno por su parte para derrocarlo del poder, ya que Díaz había ejercido nuevamente el fraude electoral al ser reelegido y no poseer realmente el apoyo ni los votos (1908-1909) y, al mismo tiempo, al optar por reprimir el movimiento.  El gobierno de Díaz se derrumba, y gran parte formaría parte del nuevo gobierno de Francisco Indalecio Madero, un hijo de un gran latifundista de Coahuila, quien había sido su principal opositor en las elecciones pasadas nuevamente caracterizadas por el fraude electoral (Carmagnani, 1984, pág. 237)

Cabe señalar que la derrota del dictador Porfirio Díaz no hubiese sido posible de no ser por el apoyo fundamental de dos líderes y agitadores sociales, por un lado Emiliano Zapata - un líder revolucionario de gran parte del campesinado - y por otro lado Francisco Villa, - un líder revolucionario de pequeños y medianos ganaderos en su gran mayoría de la zona norte de México- . Madero, para obtener apoyo popular, tuvo que formar alianzas con ambos, haciendo una serie de promesas que en su gobierno debía cumplir. Entre las promesas de Madero encontramos la reforma agraria prometida a éste, además del beneficio y apoyo a los ganaderos de Villa.  En este periodo, ambos líderes revolucionarios se  sublevaron exigiendo el cumplimiento de las promesas. No obstante, los intereses  y las presiones al gobierno de Madero no eran solamente por parte de los líderes revolucionarios, sino también por parte de las antiguas oligarquías que formaban parte de éste (Herzog, 1995, pág. Capítulo IV) Francisco Madero debía escoger a quién dar la preferencia, inclinándose por la vieja oligarquía dominante, y para esto recurre a la fuerza militar como en ataño lo haría Díaz. Esta acción significaría para Madero el inicio de su pérdida de poder, ya que Victoriano Huerta - líder del ejército represor de los líderes revolucionarios sociales -  incentivado y sostenido por Félix Díaz -nieto del presidente de los “científicos” tecnócratas del llamado porfiriato-  decide dar un golpe militar (Carmagnani, 1984, pág. 238).

La Dictadura de huerta que, duró dieciocho meses, rápidamente tropezó con Estados Unidos y los líderes revolucionarios de Zapata y Villa. Además nacen nuevos opositores importantes como Venustiano Carranza, un ex senador y gobernador porfirista, y Álvaro Obregón, un latifundista, quienes se hacían llamar los constitucionales, y quienes logran dominar Ciudad de México.  Con tantos actores interfiriendo en la revolución, rápidamente se produjo un choque de intereses,  los cuales entre los revolucionarios y los constitucionales intentaron aplacar organizando una reunión en Aguascalientes (1914), comprometiéndose a deponer las armas. Posteriormente continuó el choque de intereses y los Villistas pasaron a ocupar Ciudad de México y desmantelar el bloque Carrancista. Luego Obregón asume el mando del bloque carrancista. La segunda fase de la Revolución Mexicana concluye con el ya mencionado acuerdo de Aguascalientes (Carmagnani, 1984, pág. 239).

Con todo lo anterior expuesto, vale mencionar que aún no se lograba la total erradicación de la vieja oligarquía de los sectores de poder, lo cual queda demostrado al iniciar la tercera fase de la  Revolución Mexicana con la presidencia de Carranza en 1917 y la posterior sucesión de Obregón en 1920. Con estos eventos se cierra las tres primeras fases armadas de la Revolución Mexicana, para continuar con su posterior estabilización e institucionalización dentro de la política Mexicana (Carmagnani, 1984, pág. 239).

Posteriormente, comienza un periodo de retorno a las prácticas pasadas. La situación empezó a asemejarse al porfiriato, como es el caso de la corrupción con ser Plutarco Elías Calles, el sucesor de Obregón (1924-1928), quien gobierna durante cuatro años legalmente, pero en la acción gobierna por siete, ya que hasta 1935 propone e impone los presidentes electos en “democracia” (Carmagnani, 1984, pág. 240).

Es con Plutarco donde parte lo que nos importa para este trabajo, la institucionalización de la Revolución Mexicana, en donde aparece el Partido Nacional Revolucionario (PNR) quien gobernaría para el “pueblo” y no la vieja oligarquía. Sin embargo, el grupo dominante entre 1915 y 1930 solo guardaba ciertos aspectos “formales” de lo que había sido la Revolución Mexicana en su esencia, provocando descontento social tanto en las masas populares como en las capas medias, lo que sumado a la crisis económica mundial de 1929 (el “crack” de New York), agudizo el malestar y descontento social  (Carmagnani, 1984, pág. 240) .

Con el descontento social hacia el gobierno de Calles y el propio temor de éste ante una nueva revolución armada, se gestan unas nuevas elecciones en donde el vencedor sería un personaje sumamente importante para la institucionalización y estabilización del gobierno revolucionario, quién es Lázaro Cárdenas  (1934) es él el que daría un nuevo rumbo político y social (interesante para la sociología latinoamericana) a México, de la mano del llamado populismo.

Cárdenas conseguiría un proyecto que maniobraba con las posturas de izquierda y derecha (las cuales quería tomar el control PNR, posteriormente llamado PRI) consiguiendo una serie de pactos que le otorgaban neutralidad que contentaba a ambos. Así, también, logró el apoyo de la iglesia, la Confederación Obrera Mexicana, la Confederación del trabajo Mexicano, entre otros actores que pudieron significar un agente de descontento. “El predominio del PRI se asentaba en su tradición revolucionaria, que le granjeaba abundantes adhesiones populares, y en su experiencia exitosa de desarrollo industrial, que le permitía integrar a la nuevas fuerzas económicas”. (Di tella, 1996, pág. 195)

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