Las Tumbas De Sipan
pitervalerino17 de Septiembre de 2013
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Yo pienso que la microhistoria es un estudio concreto y especifico de algo que se quiere saber, aunque un hecho parezca insignificante para nosotros para el estudio de esta ciencia puede ser fundamental.
Estas nuevas concepciones de la historia plantearon un problema que no era nuevo pero que usualmente había sido poco atendido por los historiadores: la escala de observación para abordar un estudio significativo de los fenómenos sociales. La historia estructural empleaba una escala ampliada, de allí la denominación macrosocial; las objeciones epistemológicas de las que fue objeto mostraron las ventajas derivadas del uso de una escala reducida –micro– a fin de indagar las relaciones sociales concretas.
La microhistoria concibe el mundo social no como una estructura social de escala global, como por ejemplo el capitalismo, sino como un conjunto complejo de relaciones cambiantes dentro de contextos múltiples en permanente readaptación. Sin ignorar la existencia de un sistema capitalista, explora las racionalidades y las estrategias que ponen en marcha las comunidades, las parentelas, las familias, los individuos, dado que estima que la observación microscópica es capaz de revelar dimensiones no perceptibles desde generalizaciones inductivas. Para explicar este principio a través de un ejemplo, los cultores de la microhistoria reconocerían que los habitantes de una comunidad del medio oeste norteamericano y de un arrabal de París forman parte del mundo capitalista. Pero también dirían que ese hecho dice poco sobre ambos casos que son, evidentemente, muy diferentes. Por ello, la única manera de conocer efectivamente ambos casos es la atención particular y específica.
“La Microhistoria”
La microhistoria es una rama de la historia social de desarrollo reciente, que analiza cualquier clase de acontecimientos, personajes u otros fenómenos del pasado que en cualquier otro tratamiento de las fuentes pasarían inadvertidos. La razón por la que llaman el interés del historiador puede ser muy diversa: puede ser lo raro pero también lo cotidiano. En todo caso, demuestra tener posibilidades interpretativas desusadas cuando el historiador introduce la llamada reducción de escala o el examen con lupa del pasado, que constituye el instrumento innovador de esta disciplina. La Microhistoria consiste en un conjunto heterogéneo de prácticas historiográficas basadas en la reducción de la escala más que en una teoría
Estas nuevas concepciones de la historia plantearon un problema que no era nuevo pero que usualmente había sido poco atendido por los historiadores: la escala de observación para abordar un estudio significativo de los fenómenos sociales. La historia estructural empleaba una escala ampliada, de allí la denominación macro social; las objeciones epistemológicas de las que fue objeto mostraron las ventajas derivadas del uso de una escala reducida –micro– a fin de indagar las relaciones sociales concretas.
La microhistoria concibe el mundo social no como una estructura social de escala global, como por ejemplo el capitalismo, sino como un conjunto complejo de relaciones cambiantes dentro de contextos múltiples en permanente readaptación. Sin ignorar la existencia de un sistema capitalista, explora las racionalidades y las estrategias que ponen en marcha las comunidades, las parentelas, las familias, los individuos, dado que estima que la observación microscópica es capaz de revelar dimensiones no perceptibles desde generalizaciones inductivas. Para explicar este principio a través de un ejemplo, los cultores de la microhistoria reconocerían que los habitantes de una comunidad del medio este norteamericano y de un arrabal de París forman parte del mundo capitalista. Pero también dirían que ese hecho dice poco sobre ambos casos que son, evidentemente, muy diferentes. Por ello, la única manera de conocer efectivamente ambos casos es la atención particular y específica.
La microhistoria, no es historia crítica o monumental. Su cometido es mucho más humilde y sencillo. Como afirma Luis González y González "es la versión popular de la historia, obra de aficionados de tiempo parcial. La mueve una intención piadosa: salvar del olvido aquella parte del pasado propio que ya está fuera de ejercicio. Busca mantener al árbol ligado a sus raíces. Es la historia que nos cuenta el pasado de nuestra propia existencia, nuestra familia, nuestro terruño, de la pequeña comunidad" (cfr. Hacia una teoría de la microhistoria. Discurso de recepción del doctor Luis González y González en la Academia Mexicana de la Historia, leído en la sesión solemne del 27 de marzo de 1973).
En cuanto a qué tipo de gente sea la que se dedican a esta tarea, Don Luis González dice lo siguiente: "a la mies microhistórica acuden operarios de muy desigual condición. Unos son abogados, sacerdotes, médicos, poetas, políticos o personas que apenas saben leer y escribir. Y sin embargo es posible rastrear en ellos algunos rasgos comunes: quizá el más notorio sea el ego emocional, la actitud romántica".
No es un impulso racionalizante el que mueve al microhistoriador, es "un amor (a veces ferocidad amorosa) a las raíces, un amor melancólico, como aquel de Manuel Machado: "Me siento a veces triste… \ Mi pensamiento entonces \ Vaga junto a las tumbas de los muertos, \ Y en torno a los cipreses y los sauces \ que abatidos se inclinan… y me acuerdo".
El que hace la microhistoria de sus antepasados, de su terruño, de un grupo de familias ligadas por el tiempo y el espacio, muy a menudo tiende a acumular todo tipo de vestigios, movido por el afán "de ver a los ancestros en toda su redondez" (L. González).
Aunque la microhistoria sea un saber humilde y sencillo —de lo cotidiano y familiar— no por eso carece de rigor científico. Todo micro historiador busca afanosamente los datos reales en archivos tras una paciente investigación, porque lo que pretende es reconstruir lo más exacta posible la verdad. Las fuentes más frecuentadas por el micro historiador son los archivos parroquiales, los libros de notarios, los vestigios arqueológicos, los cementerios, las crónicas de viaje, los censos, los informes de munícipes y gobernadores, estatutos, reglamentos, leyes, periódicos y tradición oral.
La labor del micro historiador es ardua. Se ve necesitado muchas veces de hacerla de detective, con escasas y borrosas huellas, sin medios para descubrir lo que busca penosamente. Para encontrar la verdad sobre las personas que vivieron hace dos o tres siglos tiene que obtener datos y después intentar relacionarlos entre sí. Esta es la tarea más difícil, pero la más importante: "la resurrección de nuestros difuntos requiere recubrir sus huesos de carne y espíritu".
El estilo de la microhistoria es la expresión inspirada en lo coloquial. Las personas y las sociedades se hacen más libres, crecen y producen, si se conocen mejor a sí mismas, de dónde proceden y cómo han llegado a ser lo que son.
Terminamos con las palabras conclusivas de don Luis González en su Discurso al ser aceptado miembro de la Academia Mexicana de la Historia: "La microhistoria es la especie história que se ocupa de la añorada matria, la gente de tamaño normal y las acciones típicas y triviales del quehacer cotidiano. Es, desde otro punto de vista, la rama menos científica, menos arrogante y menos emperifollada de la frondosa Clío. Es, por último, la menuda sabiduría que hace libres a las mini sociedades y las promueve para el cambio; vacuna a los niños contra el horror a los policías grandotes llamados héroes y caudillos; permite hacer generalizaciones válidas a los científicos de las ciencias humanas sistemáticas; proporciona viejas verdades a esos revendedores que son los moralistas, y procura salud a los prófugos del ajetreo".
Lo micro y lo macro
Para empezar, conviene recordar el complejo diálogo que construye Luis González en sus trabajos de microhistoria con la llamada “historia nacional”. Hoy en día, en algunos círculos académicos, está de moda oponer la microhistoria gonzaliana a la “nueva” microhistoria italiana, como si se tratara de géneros tan distintos que, como el agua y el aceite, no pudieran combinarse de forma duradera. Sin duda es imposible confundir un libro de Luis González con uno de microhistoria italiana. Nadie pone en duda que existan notables diferencias en la manera de abordar el género micro histórico entre el historiador michoacano y sus colegas italianos. El problema es que la distinción se utiliza a menudo para descalificar la microhistoria gonzaliana. Según algunos, ésta no sería más que una forma de monografía local “a la antigüita”, de interés muy limitado. En cambio, la microhistoria italiana supondría una profunda renovación de la disciplina, al plantear nuevos problemas de investigación, al cambiar la forma de pensar las relaciones entre lo local y lo general, y al inventar nuevas formas narrativas. Estos críticos no saben obviamente que Carlo Ginzburg le escribió a Luis González una carta para contarle cómo Pueblo en vilo despertó su interés por los fenómenos micro.
Ciertamente es necesario aceptar que este malentendido –el ver en las microhistorias gonzalianas tan sólo simples monografías locales– fue favorecido, en parte, por el propio Luis González. Así, sus artículos y ponencias recogidas en la nueva edición de Invitación a la microhistoria tienen como principal objetivo hacer una decidida defensa de las historias pueblerinas –a menudo escritas por eruditos locales–, que él llamaba “historias
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