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Los Juegos Azteca


Enviado por   •  21 de Febrero de 2013  •  1.696 Palabras (7 Páginas)  •  424 Visitas

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Los Juegos Aztecas

Los juegos colectivos siempre han sido, en especial cuando se transforman en competiciones entre tribus o pueblos, unas muestras de pasión exacerbada. Esto ha ocurrido desde que comenzaron a practicarse en las tierras de Oriente en el año 6.000 a.C., donde ya se escribía lo siguiente: los hombres son más apasionados en los juegos que en las cuestiones serias. Algo que no puede asombrarnos, si tenemos en cuenta lo fácilmente que pasan los aficionados al fútbol del más desmedido entusiasmo a una rabia desesperada, que la mayoría de las veces vuelcan sobre el árbitro de turno.

1) El “Brutal” y Deportivo Juego de La Pelota

El tlachtli se jugaba en un campo con forma de una "i" mayúscula, en cuyos lados se colocaban unas gradas de asientos escalonados para los espectadores. En el centro de una de las paredes se encontraba la «canasta», que era un círculo de piedra o de madera, que generalmente se colocaba en un sentido vertical, casi como en el baloncesto, donde la canasta se instala en un plano horizontal al suelo de la cancha. El objetivo era el mismo: conseguir que la pelota atravesara el orificio del círculo de piedra y, al mismo tiempo, impedir que el adversario lo lograra antes.

La pelota estaba hecha de varias capas de hule presionado, lo que le daba una gran dureza y consistencia. A los jugadores se les permitía golpearla con los pies, las caderas y los codos, pero nunca con las manos. Todos ellos iban bien protegidos como un especie de acolchonamientos, compuestos de petos, rodilleras, mandiles de cuero, mentoneras y medias máscaras que protegían las mejillas; y podían empujarse, golpearse y ponerse «zancadillas» mientras estuvieran jugando. Esta brutalidad convertía el juego en una diversión que apasionaba a los espectadores.

Por otra parte, dado que habían participado dos equipos bien entrenados, casi siempre representando a una tribu o a un clan poderoso, sus seguidores en ningún momento habían dejado de intervenir con sus gritos de ánimo, insultos y protestas. Sin embargo, en el momento que el juego se ritualizó, al llevarlo a los templos, se impusieron ciertas normas y, en casos excepcionales, los perdedores pasaban a ser víctimas de los sacrificios humanos. Algunos historiadores han llegado a escribir que esta misma «suerte» la corrieron los ganadores en momentos de grandes calamidades, cuando la ofrenda de corazones a los dioses debían ser lo más elevadas posible y de la mejor calidad, por eso se recurría a los grandes héroes.

2) El juego de los frijoles

Los aztecas practicaban un juego más pacífico, ya que sólo intervenían dos o cuatro personas sentadas en unas esterillas. Era el patolli o una especie de «juego de la oca». Se necesitaba un tablero o papel marcado en forma de cruz, que se había dividido en casillas, y unos frijoles. El objetivo era desplazarse por el tablero para, luego, volver al punto inicial, es decir, a la «casa». Los dados eran frijoles marcados con diferentes puntos. A medida que se iban tirando los dados, se avanzaba por las casillas, utilizando unas piedrecitas de colores, de acuerdo con el número de puntos que hubieran salido. El primero que llegaba a la «casa» era el ganador, luego suyas eran las apuestas que se habían establecido antes de iniciar el patolli.

Este juego también ofrecía un significado esotérico, debido a que el tablero estaba dividido en cincuenta y dos casillas, que coincidían con el mismo número de años que daban forma al ciclo solar utilizado por los adivinadores o sacerdotes-astrólogos encargados de interpretar el horóscopo azteca.

3) Los Pájaros Voladores

Otro de los juegos que apasionaban a los aztecas era el de «los pájaros voladores«. Consistía en un alto y grueso poste, de unos quince metros de altura, provisto en su zona más alta de una plataforma circular, de la que pendían unas largas cuerdas que terminaban en unos lazos. Sobre esta plataforma se encontraba un músico, que marcaba el ritmo de todas las acciones.

Varios jóvenes vestidos como los dioses de las aves, todos los cuales ignoraban el vértigo, trepaban hasta la plataforma, se sujetaban un pie a uno de los lazos y se lanzaban al vacío. A medida que caían las cuerdas se iban desenrollando, con lo que provocaban el giro de la plataforma. Esto simulaba el vuelo invertido de los participantes, los cuales se iban aproximando al suelo, que nunca tocarían; mientras, estaban obligados a moverse para desplazar su centro de equilibrio y, a la vez, poder ajustar sus alas, con lo que ofrecían el aspecto de unos pájaros planeando para no caerse. Todo esto se acompañaba al son de la flauta y el tambor, que tocaba el ágil músico subido en la zona más alta del poste.

Esta sencilla aplicación del fenómeno físico del deslizamiento constituía un juego lleno de colorido y hermosura, como se puede ver en la actualidad en muchos lugares de México. El Poste Volador más antiguo se encontraba en Tenochtitlán, precisamente en el lugar donde hoy se alza el edificio de la Corte Suprema.

4) El juego sagrado

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