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Modulo I: Los derechos humanos en Latinoamérica

Verónica KatzEnsayo3 de Octubre de 2015

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Universidad Católica de Salta

Vicerrectorado de Formación

Instituto de Derechos Humanos

Cátedra abierta en Derechos Humanos

Modulo I: Los derechos humanos en Latinoamérica


Índice de contenidos

  1. La dignidad de la persona humana como fundamento de los derechos humanos, un análisis desde la Doctrina Social de la Iglesia
  1. Conclusión de una primera aproximación a los derechos humanos: La compresión del hombre desde el amor y verdad

  1. Los desafíos actuales de Latinoamérica y los actores de la promoción de los derechos humanos

2.1. Introducción: El llamado a la Viña

2.2. La necesidad de actuar en defensa de los derechos humanos

2.3. Conclusión: En la viña, el cambio es posible

  1. El cuidado de los derechos humanos en el pensamiento social de los obispos argentinos.

3.1. Nacional

3.2. Pobreza

3.3. Sociedad y estado

3.4. Ideologías

3.5. Democracia

3.6. Caridad

3.7. Compromiso

3.8. Libertad

3.9. Paz

3.10. Terrorismo

  1. Conclusión: Comprometidos con la humanidad

  1. Bibliografía

  1. La dignidad de la persona humana como fundamento de los derechos humanos, un análisis desde la Doctrina Social de la Iglesia

Cuando se expresa sobre la dignidad humana se refiere al valor inapreciable que tiene todo hombre por el hecho de ser hombre. En tiempos de la era posmoderna, donde parecen prevalecer valores como el “tener”, el “poseer”, es necesario comprender que la verdadera realidad del hombre se sostiene en su esencia: el “es”. De esta apreciación ontológica del sujeto humano, se sigue que cada ser humano es único e irrepetible[1]. El valor de la persona no puede equiparse con un objeto u cosa, por tanto, no es posible que el sujeto humano sea enajenado de la misma forma en que se alquila un auto o se compra uno. El hombre en su dignidad reclama respeto y amor.

Jesucristo[2] en su mensaje salvífico y liberador, prefigurado en el Antiguo Testamento, muestra a todos los hombres la verdad divina sobre el hombre mismo y su destino final. Venimos ciertamente de nuestros padres y somos sus hijos, pero también venimos de Dios, que nos ha creado a su imagen y nos ha llamado a ser sus hijos. Por eso, en el origen de todo ser humano no existe el azar o la casualidad, sino un proyecto del amor de Dios. Es lo que nos ha revelado Jesucristo, verdadero Hijo de Dios y hombre perfecto. Él conocía de quién venía y de quién venimos todos: del amor de su Padre y Padre nuestro.[3]

Se propone,  a continuación, una exposición de los distintos textos de la Doctrina Social de la Iglesia que han tratado el tema de la persona humana.

Mater et Magistra (15-5-1961)

La encíclica expresa categóricamente que el hombre es el fundamento. Él es origen y la meta de toda institución. Afirma, además que el hombre sociable por naturaleza es elevado a un orden sobrenatural. Ciertamente, se interpreta que el hombre por si mismo no pudo elevarse, sino que fue Cristo que propicio este salto cualitativo. (Cfr. MM 219)[4]

En otro texto de la misma encíclica, señala la dignidad humana en el mundo del trabajo. Las relaciones mutuas entre empresarios dirigentes y trabajadores deben llevar el sello del respeto mutuo de la estima, comprensión, y sobre todo la leal y activa colaboración en el trabajo. Teniendo presente está lógica de convivencia, el trabajo ya no es solamente la fuente de ingresos personales, sino que es un medio de realización para todos los miembros de la empresa el cual llevara un eficiente funcionamiento y desarrollo de la misma. 

La empresa que quiere salvaguardar la dignidad humana debe hacer que los obreros puedan hacerse escuchar aportando su colaboración, su experiencia para que las mismas puedan participar en las decisiones que controlan y regulan su trabajo. (Cfr. MM 55; 92)[5]

Pacen in terris (11-04-1968)

Pablo VI, afirma que se debe considerar que la dignidad de la persona humana debe ser entendida a la luz de las verdades reveladas. Hemos sido redimidos por la sangre de Jesús, hechos amigos e hijos por la gracia y herederos de la gloria. (Cfr. PT 10)

Gaudium et Spes (8-12-1965)

El orden social y su progresivo desarrollo deben subordinarse al bien de la persona. Este orden hay que fundarlo diariamente, sostenerlo en la verdad, y edificarlo en la justicia, y vivificarlo en el amor. Finalmente se expresa en este punto, que el espíritu de Dios no es ajeno a la evolución del hombre. El fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del hombre la exigencia de la dignidad. (Cfr. GS 26)[6]

El hombre a través de sus leyes no puede garantizar la libertad y la dignidad del individuo. Esta seguridad solamente la comunica el evangelio de Jesucristo. El Evangelio anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios. La Iglesia, en virtud del evangelio que le fue confiado, repudia todas las esclavitudes, proclama los derechos del hombre, reconoce el dinamismo de la historia promoviendo en todas partes tales derechos. (Cfr. GS 41)[7]

Redentor hominis (04-04-1979)

Juan Pablo II expresa que la dignidad humana y sus derechos son violados en tiempos de paz. Ciertamente, es posible pensar que derechos humanos solo peligran bajo una dictadura o en tiempos de guerra, pero sin embargo, se aprecia que los derechos humanos pueden ser violados en democracia y tiempos de paz. Es una propuesta, casi irracional, donde se establece la lucha contra el mismo hombre, por tanto, no concuerda con ninguna lógica coherente y que se predique humanista.

Jornada mundial de la paz, 1981 Nº 5. La libertad es la esencia y signo distintivo connatural del hombre. La dignidad le fue dada al hombre como regalo del creador y lo orienta hacia él. Ninguna fuerza la podrá quitar la libertad, constituyendo un derecho fundamental, siendo individuo y miembro de la sociedad. El hombre posee libertad porque tiene una facultad de determinarse en la verdad y en bien. 

Familiaris consortio (22-11-1981)

La Iglesia busca y pide a la sociedad actual el reconocimiento hacia el trabajo de la mujer en casa, ya que su trabajo es tan digno, como todo trabajo exterior. Por otro lado, la labor de la mujer brinda una importancia especial en la acción educativa hacia la familia.

La discriminación, no es posible, puesto que en ella se acepta grados de dignidad. Por tanto y en contra la discriminación, la iglesia busca la promoción de la mujer, proyecta su integración en la sociedad, otorgándole, el derecho a los goces públicos. Se debe superar, además, la mentalidad de considerar a la mujer solo una ama de casa, puesto que en el ámbito del trabajo asumen las mismas responsabilidades. Por ultimo, se exige a los hombres que sean amables y respetuosos con las mujeres, por su dignidad. (Cfr. FC 23)[8]

Dominum et vivificantem (18-05-1986)

Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Esta revelación de la libertad, y por consiguiente, es la revelación de la verdadera dignidad humana. Tanto en tiempos antiguos como en la actualidad, el espíritu sigue haciéndose presente, tanto, en el corazón, como, en la conciencia de los fieles. (Cfr. DV 60)

Solicitudo Rei Socialis (30-12-1987)

Se entiende que dignidad del hombre deviene de Dios, creador. Somos los hombres, por tanto, deudores de está heredad gratuita. Pero éste no es el único ni el principal motivo. Lo que está en juego es la dignidad de la persona humana, cuya defensa y promoción nos ha sido confiadas por el Creador, y de las que son rigurosa y responsablemente deudores los hombres y mujeres en cada coyuntura de la historia. (SRS 47)

Christifidelis laici. (30-12- 1988)

La dignidad de la persona manifiesta fulgor cuando se comprenden su origen y su destino: Dios. Creados a su imagen y redimidos por su Hijo somos llamados a vivir en comunión con él, a ser templo del Espíritu y llegar a la vida eterna. De aquí que todo atentado contra la dignidad del hombre es un atentado contra Dios. (Cfr. CL 37)

Centesimus Annus (1-5-1991)

Es misión de la Iglesia enseñar y difundir la verdad sobre el hombre, esta es su tarea evangelizadora y forma parte del mensaje cristiano que ilumina realidades concretas del hombre y las sociedades. Cristo, fuente de unidad y de paz, propone vivir nuevas situaciones sociales que dignifiquen a la persona humana. (Cfr. CA 5)

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