Vigilar Y Castigar
edg10zaid21 de Agosto de 2013
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VIGILAR Y CASTIGAR
Vigilar Y castigar pertenece al género de la filosofía, y al subgénero de la criminología. Es un libro sobre la evolución de los métodos de castigo y vigilancia desde la sociedad medieval a la contemporánea: los suplicios, la humillación pública, la cárcel, la escuela, los manicomios. Foucault inaugura una mirada genealógica de los procesos históricos desde el análisis de los castigos como expresión del poder.
El libro en cuestión está dividido en cuatro partes, cada una de ellas a su vez esta subdividida en capítulos, esta es la estructura que presenta :
-Suplicio:
El cuerpo de los condenados
La resonancia del poder
Castigo:
El castigo generalizado
La benignidad de las penas
Disciplina:
Los cuerpos dóciles
Los medios del buen encauzamiento
El pasotismo
Prisión:
Unas instituciones completas y austeras
Ilegal ismos y delincuencia
Los carcelario
El libro comienza hablando de Damiens , un hombre que fue condenado el 2 de marzo de 1757 “pública retractación ante la puerta principal de París de la Iglesia de París” “donde debía ser llevado en una carretilla desnudo, y ahí le llevarían sobre un cadalso donde le atenazarían las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha quemada con fuego de azufre , (puesto con esa mano había cometido el crimen), y sobre las partes atenazadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiendo, cera y azufre fundidos juntamente, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento”
Así es como Michel Foucault escribe su libro; los caballos nos estaban acostumbrados a tirar y tuvieron que poner 6 caballos, pero por si esto no fuera suficiente, le cortaron los nervios y rompieron a hachazos las coyunturas para que los caballos pudieran desmembrarle, esto se conoce como suplicio, es la época en la que fue redistribuida en Europa y Estados Unidos toda una economía del castigo.
A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX desaparece el cuerpo como blanco mayor de la represión, y a pesar de algunos grandes resplandores, la sombría fiesta punitiva está extinguiéndose, el castigo poco a poco ha cesado de ser teatro, la desaparición de los suplicios podría fecharse en torno a 1830-1848.
Ahora la tendencia era más hacia la privación de libertad, como podía ser la reclusión, los trabajos forzados, la deportación, penas que recaen directamente sobre el cuerpo, pero a un nivel más psicológico que físico, podría decirse que el castigo recae más sobre el alma que sobre el cuerpo
Foucault señala, el objeto del crimen, es decir aquello sobre lo que se ejerce la práctica penal, ha sido profundamente modificado, antes, se juzgaba igual a un asesino que a un ladrón, posteriormente cuando se fue eliminando el suplicio, se encarcelaba siguiendo el mismo criterio, a asesinos, ladrones, vagabundos, niños vagos se pasó a clasificar a la gente, es decir, primera planta para asesinos, segunda para ladrones.
Desde los 150 o 200 años que hace que en Europa se han establecido nuevos sistemas de penalidad, los jueces poco a poco se han propuesto juzgar otra cosa distinta del delito, que es el alma del delincuente.
Ahora se preocupan aparte del delito en sí mismo, es decir del hecho, de si ha sido una reacción psicótica.
Esta nueva orientación de las penas contrasta con los medios del XVIII, donde lo primordial es que el condenado confiese, y sufra la imposición del poder sobre su cuerpo, todo esto claro está ante los ojos del pueblo, y finalmente termina con la exposición del cadáver en el lugar de su crimen, o en la misma posición que sus víctimas, el narro esta historia del crimen de forma casi teatral en la ejecución del culpable: los mismos instrumentos, los mismos gestos.
El papel del pueblo en este caso es ambiguo, por un lado se llama como espectador, ser testigo es un derecho que el pueblo reivindica, muchas veces el pueblo acompaño el suplicio con gritos e insultos al condenado, pero otras muchas, debido al horror y a la atrocidad de los suplicios, el pueblo apoyo al condenado e incluso se revela, e intentan arrancar a este de las manos del verdugo.
Michel Foucault destaca que cuando el condenado está a punto de morir puede decir lo que quiera por muy inmoral, o prohibido que este, y el pueblo lo aclama, se cambiaron los papeles, los criminales se convierten en héroes y las potencias en criminales.
Podría decirse entonces que el suplicio cumple dos consecuencias una deseada y otra no deseada y por lo tanto no prevista. La consecuencia deseada es castigar al culpable haciendo caer sobre el todo el poder ante los ojos del pueblo, para que este vea cuan poderoso es el rey o el príncipe y lo que les pasará si actúan de igual o parecida forma, y la consecuencia no deseada es que el pueblo se siente más cerca que nunca de los criminales, e incluso los apoya, sienten pena por lo que les sucede y en ocasiones se revelan e intentan salvarlos. Uno de los primeros clamores del pueblo fue para pedir la supresión de los suplicios.
“si el pueblo se acostumbra a ver correr la sangre, pronto aprenderá que no puede vengarse si no corre sangre”
La protesta contra los suplicios se encuentra en la segunda mitad del siglo XVIII, entre los filósofos y los teóricos del derecho , entre juristas, curiales y parlamentarios , opinan que hay que castigar de otro modo, deshacer ese enfrentamiento físico del soberano con el condenado, muy pronto el suplicio se hace intolerable, dicen que en el peor de los asesinos , una cosa al menos es de respetar cuando se castiga se “ humanidad”, y ponen de manifiesto que a finales del siglo XVII disminuyeron los crímenes de sangre pero aumentaron los delitos contra la propiedad, los criminales de fin del XVII son “ hombres agotados, mal alimentados, dominados en absoluto por la sensación del instante, iracundos” “ se afirma la necesidad de definir una estrategia y técnicas de castigo , la reforma penal ha nacido en el punto de conjunción entre la lucha contra el sobre poder del soberano y la lucha contra el infra poder de los ilegal ismos conquistados y tolerados”
La semiotecnia con que se trata de armar el poder de castigar reposa sobre las siguientes premisas:
El castigo no tiene que emplear el cuerpo sino la representación, lo que debe llevarse al máximo es la representación de la pena, no su realidad corporal
Entre las penas y en la manera de aplicarlas en proporción a los delitos hay que elegir los medios que hagan en el ánimo del pueblo la impresión más eficaz y la más duradera y al mismo tiempo la menos cruel para sobre el cuerpo del culpable.
Que estas leyes se publiquen y cada cual pueda tener acceso a ellas
Es preciso que se redacte un código donde todas las infracciones están clasificadas, se trata de evitar que en el silencio de la ley, se precipita la esperanza de la impunidad, y la necesidad de una individualización de las penas, conforme a los caracteres singulares de cada delincuente.
Podría decirse que esto es la despedida a las viejas “anatomías” punitivas, pero Foucault pregunta si realmente ha terminado la era de los castigos corporales.
En 1791 la nueva legislación criminal establece, que son necesarias unas relaciones exactas entre la naturaleza del delito y la del castigo, es decir, él que ha sido feroz en su crimen padecerá dolores físicos; el que haya sido holgazán se verá forzado a un trabajo penoso. Este código también prevé la muerte para los traidores y asesinos; y todas las demás penas deben tener un término siendo el máximo 20 años.
Una de las principales diferencias es que antes el cuerpo del condenado pasaba a ser poder del rey, este imprimía todo su poder sobre él, en cambio ahora ha de ser un bien social, objeto de una apropiación colectiva y útil, de ahí el hecho de que los reformadores han propuesto siempre los trabajos públicos como una de las mejores penas posibles.
También se proponía una publicidad del castigo que no debía difundir el terror físico, sino más bien que sea el pueblo mismo el que pudiera contemplar las consecuencias de los delitos, por ello Le Peletier entre otros, propuso que el pueblo una vez al mes pudiera visitar a los condenados “en su doloroso recinto” donde en la puerta de entrada a la celda aparecerá el nombre del condenado, su delito y su sentencia. En resumen se pretendía utilizar al criminal como elemento de instrucción.
Pero a pesar de esta reforma muchos legisladores no apoyan el encierro penal porque no responde a las especificidades de los delitos, conllevan grandes gastos y no producen ningún beneficio ni para la sociedad ni para las instituciones, aparte de esto criticaban que se daba el mismo remedio a todos los delitos, ya fueran crímenes , robos , holgazanería...
Dentro del tema del encierro penal, había reformadores que apoyaban la idea de que los presos vivieran en un aislamiento total, así se evitarían las malas compañías,( al juntar por ejemplo al asesino con el holgazán o el ladrón) las rebeliones, futuras colaboraciones fuera de la prisión, cambio de técnicas, Por lo que defendían que los presos no mantuvieran comunicación con nadie, y así estarían solos con su alma, y su conciencia y no les quedaría más remedio que reflexionar sobre su delito, y por otra parte están los reformadores que proponen los trabajos forzados, algo que es contrario totalmente a la idea del aislamiento total.
Michel
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