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AL-ANDALUS: EVOLUCIÓN POLÍTICA

vinepanaApuntes23 de Octubre de 2018

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TEMA 2 (PAU)

 

  1. AL-ANDALUS: EVOLUCIÓN POLÍTICA

 

La conquista árabe de la Península y la formación de al-Ándalus se inscriben en el proceso general de expansión del Islam. Además de una nueva religión, el Islam significó el despertar de una civilización, la árabe, que salió de su marco territorial para extenderse de forma espectacular por el Asia oriental y el norte de África. El impulso de conquista obedecía a la idea de la yihad o guerra santa, obligación prescrita por el Profeta a los miembros de la comunidad musulmana. El asalto a la Península era la continuación natural de esta vertiginosa expansión territorial.

Al-Ándalus, como ellos denominarán a la nueva conquista, coexistirá durante ocho siglos con los reinos cristianos que se formarán en el norte peninsular. Será una convivencia cambiante, entre periodos de guerra y periodos de paz, entre momentos de intercambio cultural y etapas de hostilidad que dificultarán el contacto. Poco a poco, sobre todo a partir del siglo XI, los reinos cristianos irán extendiéndose, y el territorio musulmán se irá reduciendo, hasta terminar con la desaparición del último Estado islámico peninsular, el reino nazarí, en 1492.

 

  1. EVOLUCIÓN POLÍTICA DE AL-ANDALUS  
  1. La Invasión (711-714)

Aunque las fuentes cristianas presentan como causa de la invasión el conflicto entre facciones de la nobleza visigoda, en realidad la decisión de invadir la Península había sido adoptada con anterioridad por los gobernadores de Ifriquiya, el territorio musulmán del Norte de África, en el marco de la política de guerra santa y de expansión territorial.

En el 711 un contingente de unos 7.000 soldados bereberes, dirigidos por Tariq, lugarteniente del gobernador de Ifriquiya, desembarcó junto a Gibraltar. Reforzado con otros 5.000 soldados, unos meses más tarde se enfrentó a Rodrigo, junto al río Guadalete, batalla que terminó con la derrota y desintegración del ejército godo. A partir de la derrota de Rodrigo, muerto en la batalla, el reino visigodo se derrumbó sin oponer apenas resistencia. En pocos meses Tariq conquistó Córdoba, Sevilla y Toledo. Para entonces el gobernador Musa había desembarcado con otros 12.000 soldados, esta vez árabes en su mayoría, y entre el 712 y el 714 ocuparon las principales ciudades visigodas. En su mayoría se rindieron sin oponer resistencia, ante las promesas árabes de respetar personas y propiedades; en donde sí hubo enfrentamientos, como en Toledo o Zaragoza, se produjeron matanzas importantes. En realidad, la ocupación fue tan rápida porque los propios dirigentes visigodos prefirieron someterse, muchos nobles godos optaron por firmar pactos de rendición. Parece que en la mayoría de los casos estos pactos de rendición fueron la norma, y la resistencia se redujo a lo mínimo. Sólo algunos nobles optaron por huir hacia el norte, abandonando sus propiedades.

Además, hay que suponer que para la mayoría de los campesinos hispanos la invasión no suscitó ni alarma ni resistencia, y en muchas zonas pueden haber recibido a los árabes con alivio. La suposición de que su dominio sería más llevadero que el de la nobleza goda no era descabellada. Se sabía, además, que los árabes no querían apropiarse de la tierra, y que solían instalarse en las ciudades. También es lógico pensar que la minoría judía apoyaría a los musulmanes, dada la persecución permanente que había sufrido bajo la monarquía goda.

  1. Al-Ándalus, provincia del imperio árabe (714-756)

En el 714 Musa y Tariq abandonaron la Península para trasladarse a Damasco, y dejaron a Abd al-Aziz como gobernador de al-Ándalus. A partir de entonces se sucedieron una serie de gobernantes dependientes del gobernador de Ifriquiya, que fueron los que organizaron la administración andalusí.

Rápidamente, los escasos contingentes fueron distribuidos por las ciudades de alÁndalus. Los árabes se instalaron en las ciudades del sur, con Sevilla y Córdoba a la cabeza. Esta última se convirtió en capital del territorio.

Los bereberes fueron instalados en las regiones más frías del norte: estaban acostumbrados a vivir en zonas de montaña y a luchar en ese terreno. Se distribuyeron a lo largo de los valles del Duero y el Ebro, convertidos desde el principio en una zona de frontera en la que el dominio andalusí fue más débil.

El intento de los árabes de expandirse al norte de los Pirineos, frustrado tras la derrota de Poitiers (732), fue aprovechado por los nobles visigodos que se habían refugiado en la zona asturiana para rechazar un ataque bereber en Covadonga, hacia el 722, y fundar a partir de ese hecho el reino astur. A partir de entonces, los árabes parecen haber renunciado a continuar su expansión.

En los años entre el 715 y el 740 la preocupación interior más importante de los nuevos gobernantes fue organizar la recaudación de los tributos. Por entonces también se organizó la administración provincial, dividiendo el territorio y estableciendo las autoridades urbanas y las guarniciones de frontera.

En el año 740 estalló una rebelión de los bereberes norteafricanos que pronto se extendió a al-Ándalus. El origen del descontento estaba en la posición de subordinación de los bereberes con respecto a los árabes. Como consecuencia de este levantamiento fueron abandonadas las ciudades del norte de al-Ándalus, en el valle del Duero, en las que se habían establecido los bereberes, circunstancia que los primeros reyes astures aprovecharon para consolidar su pequeño reino. A este conflicto se sumaron las disputas surgidas entre las tribus árabes que habían entrado en la Península. Durante quince años, los enfrentamientos fueron constantes, y el poder de los gobernadores, tanto en el norte de África como en Córdoba, bastante débil.

 

  1. El Emirato independiente (756-929)

El origen del emirato se encuentra en el golpe de estado del año 750, protagonizado por la familia de los Abbasíes en Damasco, quienes destronaron a los Omeyas, la dinastía reinante. La mayor parte de la familia Omeya fue exterminada. Abd alRahman, uno de los supervivientes, se refugió en el norte de África, y gracias a la ayuda de los grupos partidarios de su familia, consiguió desembarcar en al-Ándalus. Con el apoyo de una parte de las tribus árabes derrotó al gobernador y se autoproclamó Emir independiente, con el nombre de Abd al-Rahman I. La decisión suponía rechazar la autoridad de los abbasíes de Bagdad, y por tanto la independencia efectiva de al-Ándalus. Abd al-Rahman, sin embargo, no se atrevió a usurpar el título de Califa.

Su reinado (756-788) se caracterizó por la lucha constante por afirmar su dominio frente a los diferentes grupos árabes y bereberes que se rebelaban contra el nuevo régimen. Sin embargo, en la zona efectivamente controlada, el reinado de Abd alRahman I supuso la consolidación del poder del emir. Fue el primero que se ocupó del desarrollo de Córdoba, en la que construyó su palacio y cuya mezquita mandó iniciar, en el 784.

Los reinados de Abd al-Rahman II (822-854) y Muhamad I (854-880) fueron bastante más tranquilos que los anteriores. A partir del 880, sin embargo, y durante medio siglo, una serie de rebeliones internas (Ibn Hafsun de 880 hasta 928) sumieron al emirato en una grave crisis político-militar, en especial en las zonas fronterizas, con Toledo, Mérida y Badajoz al frente. Los sucesivos emires, pudieron a duras penas conservar el control de la zona clave del valle del Guadalquivir.  

 

  1. El califato de Córdoba (929-1008)

 Cuando Abd al-Rahman III (912-961) llegó al poder, buena parte de al-Ándalus permanecía en rebelión contra el gobierno de Córdoba. Tras varios años de lucha consiguió tomar Bobastro y acabar con la resistencia de los hijos de Ibn Hafsun; después conquistó Mérida y Badajoz, más tarde Toledo y, finalmente, Zaragoza.

Acto seguido, en el 937 inició una serie de campañas contra el rey de León. Aunque fue derrotado por los cristianos en Simancas, durante su reinado se sucedieron los ataques, en general con éxito, y los cristianos del norte debieron mantenerse en sus fronteras, en parte también por los conflictos dinásticos que enfrentaban a los leoneses. El dominio de Abd al-Rahman fue tan claro que incluso llegó a imponer tributos a los reyes cristianos a cambio de renunciar a las campañas de saqueo.

En el año 929 Abd al-Rahman III se autoproclamó califa. La decisión era importante: significaba la afirmación definitiva del soberano y de la familia Omeya como gobernantes de al-Ándalus. Además, el califato confería al rey cordobés la aureola de jefe religioso, y no sólo político, respecto a sus súbditos. Abd al-Rahman III se rodeó de un estricto protocolo y actuó como un auténtico autócrata, revestido de símbolos de poder político y religioso y con una administración reforzada. El califa controló de cerca a los visires y a los gobernadores de las ciudades, cambiándoles a menudo de función, al tiempo que aumentaba el dominio de los árabes en todos los cargos políticos y administrativos. En el ejército, sin embargo, optó por aumentar los contingentes de bereberes y de eslavos, nombre genérico que se daba a los esclavos traídos del norte de Europa, más combativos que las viejas tribus árabes.

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