ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Amor y Psique

athor14 de Mayo de 2012

5.054 Palabras (21 Páginas)805 Visitas

Página 1 de 21

Escultura

“Amor y Psique”

1787 – 1793

Antonio Cánova

En mármol con estilo Neoclasicismo 1.55 m.

Museo de Louvre, París Francia

descripción de eros y psique

1. La naturaleza

En la ilustración que comentamos se reproduce la escultura titulada Eros y Psique del escultor veneciano Antonio Canova, representante del neoclasicismo italiano. El modelo fue comenzado en 1787 y terminado en 1793. Su origen estuvo en el encargo del coronel inglés John Campbell (Lord Lawdor) para el palacio de F. Berio en Nápoles, pero acabó siendo adquirida por el marchante y coleccionista holandés Henry Hoppe en 1800; en 1801 estaba en manos del mariscal francés Joaquín Murat, que la hizo transportar hasta su castillo, donde se dice que fue admirada por el propio Napoleón. Se trata de una escultura exenta, más bien un grupo escultórico hecho en mármol blanco, con una técnica de acabado fino y pálido; sus dimensiones son 1'55 por 1'68 m. y se encuentra depositada actualmente en el Museo del Louvre, París.

2. Análisis formal

Contenido o temática

Es un tema mítico. Representa a Eros y Psique tal como los describe el escritor latino Apuleyo, en el “Asno de Oro”. Psique (o Psiquis, que en griego significa alma) era una princesa e hija del rey de Asia, la menor de tres bellas hermanas, aunque la belleza de Psique sobresalía del resto de cualquier ser mortal. Cuando se desarrolló físicamente como mujer, era tan hermosa que se la comparaba con Afrodita (Venus), a tal punto que la gente prefería tributar sus honores a la princesa que a la diosa del amor. Afrodita, siempre severa en los castigos para quien ponga en peligro su liderazgo sobre la belleza, se encolerizó y le ordenó a su hijo Eros que en forma de un monstruo horrible terminara con Psique.

Las hermanas de Psique se habían casado jóvenes, pero Psique, extrañamente, no lograba conseguir siquiera un pretendiente. Los hombres la veían tan hermosa que la admiraban como a una obra de arte, como a una mujer inalcanzable. Irónicamente su belleza los ahuyentaba. Preocupado por la situación su padre fue a consultar al Oráculo y Apolo, aunque griego, le dio la respuesta en lengua latina: “...En una alta roca del monte deja a la doncella, pomposamente preparada para un tálamo de muerte; y no esperes descendencia salida de estirpe mortal, sino de un cruel, fiero y viperino monstruo; y éste, volando con sus plumas por el éter, todo lo inquieta y con fuego y hierro cada cosa abate, al que teme el mismo Júpiter, con el que se espantan las divinidades; del que se horrorizan las aguas de la tenebrosa Estigia...”.

El rey no tuvo otra alternativa que cumplir con la voluntad de los dioses y entre llantos y lamentos llevó a Psique al monte. Pero cuando la joven esperaba la aparición del monstruo que el destino le tenía reservado como esposo, un dulce Céfiro (viento del Oeste y uno de los más fieles mensajeros de los dioses) la transportó hasta un valle donde quedó dormida. Al despertar se encontró ante un palacio encantado en el que se fue adentrando, guiada por voces incorpóreas, para no descubrir sino belleza y opulencia. Sirvientes invisibles acompañaron a Psique y se encargaron de cumplir con todos sus caprichos.

Al llegar la noche, Psique notó cerca de ella la presencia del marido que le había anunciado el oráculo. Psique no podía verlo, pero no parecía tan monstruoso como temía, no percibía deformidades en él, sino todo lo contrario: formas perfectamente proporcionadas y se entregó a él. Con las primeras luces del día, su esposo desapareció... Gozaron así de varias noches y antes de que la luz del día lo sorprendiera el supuesto monstruo se alejaba. Psique esperaba ansiosa la oscuridad aunque tenía la comprensible curiosidad de conocer estéticamente a su esposo.

El tiempo pasaba y Psique vivía dichosa en aquel palacio, pero echaba de menos a su familia. Pidió por tanto a su esposo que le permitiera ver a sus hermanas. Este terminó aceptándolo, haciéndole prometer que nunca intentaría verle el rostro. Todos repararon en que el aspecto de la joven era aún más radiante que antes de su partida. Sus hermanas, tal vez por envidia, intentaron convencerla de que viera el rostro de su esposo y le obsequiaron una lámpara. Nuevamente en el palacio dorado Psique intentó, infructuosamente, persuadir a su esposo de que revelara su apariencia. Para describir la respuesta ante tanta insistencia cito al hombre más indicado, Lucio Apuleyo, el enorme filósofo, traductor y comentador de Platón, que en su obra “La Metamorfosis” escribió: “... Entonces el marido nocturno advierte de nuevo a Psique: El último día, el momento decisivo, el sexo y la sangre enemigos, ya ha tomado las armas y se alza en campamento, se pone el ejército en línea de combate y ha sonado la trompeta. Ya se acercan tus perversas hermanas con la espada desnuda, buscando tu garganta. ¡Ay!, cuántas calamidades nos amenazan. ¡Oh dulcísima Psique!. Compadécete de ti, y salva a este infante nuestro del infortunio de la inminente ruina. No veas ni escuches a esas criminales mujeres, a las que, después del odio mortal que te tienen y luego de haber pisoteado los lazos de la sangre, no es lícito que llames hermanas, cuando, a modo de las sirenas subiéndose a la roca, retumbarán las rocas con sus acentos funestos...”

A pesar de las advertencias de su esposo, la curiosidad de Psique invadió por completo su mente y una noche encendió la lámpara que sus hermanas le habían obsequiado. Dirigió la luz hacia su esposo y contempló el cuerpo y el rostro hermoso del dios del amor. Nerviosa y aturdida ante la inesperada visión no pudo evitar que cayera de su lámpara una gota de aceite hirviendo que se estrelló en la cara de Eros, quién se despertó sobresaltado y desapareció en dirección a los espacios etéreos; incapaz de castigarla directamente, la condena a su ausencia.

Psique se encontró nuevamente en la roca donde sus padres la habían dejado. Los jardines y el palacio dorado habían desaparecido. Psique, triste y desconsolada, iniciará entonces un largo peregrinar por el mundo en busca de su esposo; Eros se encontraba recluido en el palacio de su madre, pero protegía invisiblemente a su amada, pero tuvo que revelar a su madre Afrodita y el origen de la quemadura. La diosa se lanzó inmediatamente tras los pasos de Psique para vengarse. Después de apoderarse de ella, la hizo azotar y le impuso tres pruebas, aparentemente imposibles de realizar, que después de muchas calamidades Psique logró finalmente llevar a término. De los Infiernos, donde la había conducido su última prueba, Psique trajo consigo un cántaro que debía dar a Afrodita por encargo de Proserpina -la diosa del Infierno, mujer de Plutón-, con la prohibición de abrirlo. Pero la curiosidad de la joven hizo que lo abriera. Este cántaro contenía la belleza y al abrirlo una nube la envolvió y cayó en un sueño profundo y mortal.

La afortunada princesa siempre contó entonces con la ayuda anónima de Eros, que comprendió la fatal curiosidad de su esposa y voló al Olimpo para rogarle a Zeus que le permitiese vivir con ella. Luego de comprobar el inmenso amor que existía entre la errónea “bella y bestia”, Zeus tuvo piedad de Psique. No sólo la perdonó, sino que le hizo beber néctar y comer ambrosia en presencia de todos los dioses, convirtiéndola en inmortal y en el mismo Olimpo se celebraron las bodas sagradas de Psique y Eros; se unieron para siempre el amor y el alma. Dicen, que Psique sólo fue feliz mientras se abstuvo de profundizar, llevada por una curiosidad inquieta, en las causas y la naturaleza de su felicidad, pues el conocimiento es fuente de dolor...

Simbología

El mito de Eros y Psique es de los más hondos de la mitología greco-romana, porque se entiende como una imagen de la profundización en el sentimiento del amor, que comienza como algo viciado, pero que después de severas pruebas impuestas al alma, alcanza su plena sublimación. Para amar a una persona por completo (el día y la noche) tiene que existir un equilibrio entre la atracción física y la atracción espiritual, aunque sea la mente quien elabora nuestros valores estéticos. Según Platón el amor es una forma de elevación, de purificación del alma. Considera al amor físico como el primer momento, pero el momento trascendente sería cuando se llega a la contemplación espiritual, cuando los amantes logran fusionar sus almas de una manera intelectual. La elevación del alma nos lleva al amor eterno, al amor platónico. Para los neoplatónicos es en realidad un símbolo de la iniciación mística en el camino al encuentro del amor. Por tanto, la obra en su conjunto debe entenderse como la representación más completa y profunda de ese sublime sentimiento. Nada falta por tanto en esta representación del Amor (Eros): está su atractivo carnal, su pasión inminente, su ternura enamorada, su emoción contenida. Todo está aquí, la sensualidad de la carne y la redención del espíritu, a través tanto de su

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (31 Kb)
Leer 20 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com