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Civilizaciones Antiguas.

berenice9719 de Marzo de 2015

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Mesopotamia, o «país entre ríos», es una extensa región recorrida por los ríos Éufrates y Tigris. Sus límites naturales están definidos por los montes Zagros, al este; los de Armenia, al norte, y los desiertos de Siria y Arabia, al oeste. La única salida al mar se encuentra al sur, en la cabecera del golfo Pérsico. Los yacimientos más antiguos del Neolítico mesopotámico se encuentran en el norte; hacia el año 6000 a. de C. el fenómeno se extiende hacia las zonas de llanura, pero siempre en la mitad septentrional.

Fue en ese momento cuando tuvieron lugar las fases más desarrolladas de Hassuna, Samarra y Halaf, esta última desde el Mediterráneo hasta los Zagros.

En el sur, la presencia humana es más tardía. En esta zona se distinguen cuatro fases protohistóricas a partir del último tercio del sexto milenio, Eridu, Al’Ubaid (El Obeid), Uruk y Djemdet Nasr, entre el 5300 y el 2900 a. de C. La fase de Eridu se encuadra en el horizonte cultural de Samarra y de Halaf, pero más importancia tiene la fase de Al’Ubaid (4400-3750 a. de C.), cuyos elementos característicos se repiten en la de Uruk (3750-3200 a. de C.).

El hallazgo más sobresaliente de esta fase fue la escritura, cuyos testimonios más antiguos se sitúan hacia el año 3300 a. de C. Finalmente, se define la fase de Djemdet Nasr (3200-2900 a. de C.), caracterizada por una continuidad respecto a la anterior, con extensión de la escritura y perfeccionamiento de las técnicas de producción.

Primeras civilizaciones

Oriente Próximo

Primeras urbes

La larga prehistoria del sur de Mesopotamia concluye, a partir de la segunda mitad de la fase de Uruk, con el nacimiento de la civilización urbana. La ciudad se forma en Mesopotamia a partir de los asentamientos agrarios surgidos en las fases anteriores. En este proceso el templo desempeña un papel protagonista, como se percibe en el gran desarrollo alcanzado por la arquitectura religiosa, que llega a tener proporciones monumentales en Uruk, Ur, Eridu y Lagash.

Un elemento sobresaliente en este período es la aparición de la escritura, que tiene su origen en las exigencias propias de la economía y administración del templo. Con el aumento de la producción se incrementó el excedente agrícola, que se almacenaba, lo que requería llevar una estricta contabilidad. Las primeras muestras de escritura mesopotámica pertenecen al tipo denominado «logográfico», en el que cada signo expresa un concepto. Muy pronto el sistema se transformó en logosilábico, caracterizado por la utilización de signos conceptuales junto a signos silábicos.

El pueblo al que en mayor grado se le deben atribuir el nacimiento de la civilización urbana y el descubrimiento de la escritura es el sumerio. Los sumerios se denominaban a sí mismos «cabezas negras» (saggigga) y se consideraban originarios de Melukkha, la «tierra negra». La arqueología no responde a las cuestiones planteadas sobre su origen y tan sólo el análisis de su lengua permite ciertas precisiones, ya que pertenece al tipo de lenguas aglutinantes y se presenta completamente aislada.

La entrada de los sumerios en Mesopotamia no tuvo la forma de una invasión, pues no se observa una ruptura cultural que indique la presencia masiva de un nuevo pueblo. Por el contrario, se produjo en oleadas migratorias que inmediatamente se mezclaban con la población ya establecida, hasta que el elemento sumerio se convirtió en el dirigente.

La fase de Al’Ubaid es la que mejor se adapta para situar la entrada de los sumerios, que alcanzarían una supremacía étnica y cultural en un momento avanzado de la fase de Uruk, cuando el desarrollo económico del país iba a desembocar en el nacimiento de la civilización urbana.

El panorama étnico que existía en el sur de Mesopotamia en la primera mitad del tercer milenio no se limita al sustrato indígena más antiguo y al elemento dominante sumerio, pues se documentan desde muy temprano préstamos semitas en la lengua sumeria, lo que indica que gentes que la hablaban habitaban también en el sur. Estos semitas procedían de las estepas semidesérticas del oeste del Éufrates y se establecieron en los valles fluviales.

Mesopotamia

La etapa protodinástica corresponde al período comprendido entre la época primitiva y la constitución del primer imperio mesopotámico, el de Akkad, entre los años 2900 y 2340 a. de C. En el inicio del período, el proceso de urbanización estaba muy avanzado y habían surgido diversas ciudades cuyo relativo aislamiento las llevó a convertirse en estados independientes.

Sin embargo, este aislamiento no impidió el desarrollo de una civilización común que irradió fuera de los límites de la llanura meridional e invadió áreas circundantes, sobre todo el Elam, región situada al oriente de Sumer.

Uno de los elementos más destacados que definen el protodinástico es la inestabilidad política en las relaciones entre los diferentes estados. La homogeneidad cultural y el dominio sobre territorios restringidos y con limitados recursos, que afectaban negativamente a una población en continuo crecimiento, impulsaron a las ciudades a intentar imponer su hegemonía sobre las demás, provocando una situación de guerra endémica. Una manifestación de estas circunstancias se encuentra en la proliferación de las murallas.

La historia de Mesopotamia en estos siglos se conoce a través de la Lista Real, documento redactado en fechas más tardías, que menciona las dinastías que reinaron en las ciudades, con especificación de aquella que en esos momentos detentaba la hegemonía. Sin embargo, se conocen también más facetas históricas a través de las tumbas reales de Ur y de los archivos de Lagash.

En la dinastía de Lagash destaca el rey Eannatum (2470 a. de C.), que realizó expediciones al norte de Mesopotamia y consiguió para su ciudad la hegemonía sobre todo el país; un relieve, la Estela de los Buitres, conmemora sus hazañas.

La historia de Lagash está relacionada con un antiguo conflicto que mantuvo con Umma hasta que el rey de ésta, Lugalzagesi, destruyó Lagash. Con él la hegemonía pasó a Umma y su titulatura asumió a los dioses protectores de las ciudades que sometía, hasta conseguir que el clero de Nippur reconociese su autoridad ungiéndole como rey de Sumer. Con Lugalzagesi aparece un ideal imperialista que trasciende el horizonte de la ciudad-estado, aunque no pudo cumplir sus proyectos, pues Sargón de Akkad le arrebató el poder y fundó un imperio propio.

Si en la época primitiva la vida giraba en torno al templo, durante el protodinástico la sociedad se convierte en bipolar. Junto al templo destaca el palacio como nuevo centro de poder, el cual asume mayor prestigio hasta situarse por encima del primero.

Reflejo de la situación política, caracterizada por una guerra continua, es la aparición de una nueva forma de monarquía basada en el poder militar. La función principal del rey es la guerra, y es en esta esfera donde demuestra su capacidad, aunque dentro de la ciudad el rey es sacerdote, juez supremo y jefe de la administración.

A pesar de la pérdida de la dirección política, los templos conservaron importantes recursos económicos. De hecho, se trataba de unidades económicas completas que basaban su poder en la agricultura y la ganadería, pero que también disponían de talleres artesanales y eran centros de un activo comercio. Los archivos de Lagash muestran una imagen clara de la actividad de los templos, provistos de una compleja y organizada administración.

Las tierras del templo eran de tres clases: kur, o campos de subsistencia, que se parcelaban y se entregaban en usufructo a los miembros de la comunidad; nigenna, o tierra reservada para el dios, cuyo producto se almacena en el templo, y de su cultivo y cuidado se encargaban todos los miembros de la comunidad; y urula, o campos de cultivo, que se arrendaban mediante el pago de una cuota sobre la cosecha. La mayor parte de las tierras se encontraban en manos de los templos, que las administraban en nombre de la divinidad, su único propietario.

La competencia entre el templo y el palacio también se manifiesta en la economía. El rey, los miembros de su familia y los del entorno palaciego aumentaban su patrimonio a costa del templo, que se vio despojado de parte de sus terrenos. Existía también una clase de hombres libres, que no dependían del templo ni del palacio y que se dedicaban a la agricultura y al artesanado, pero con escasas posibilidades de promoción social y económica.

Egipto

Desde el comienzo de su historia, Egipto aparece dividido en dos partes muy claras, el alto Egipto, al sur, y el bajo Egipto, al norte. El límite entre los dos sectores se encuentra a la altura de El Fayum, que fija la división entre el curso del Nilo y su desembocadura.

Pero más que el Nilo en sí, lo que da su personalidad y su razón de ser a Egipto es la propia crecida del río, originada en las lluvias monzónicas de finales de primavera. Durante tres meses Egipto está cubierto por las aguas, que al retirarse dejan el limo arrancado a las tierras volcánicas de Abisinia. Aunque no tan peligrosas como las del Tigris y Éufrates, las crecidas del Nilo no son regulares, por lo que su aprovechamiento favoreció las tendencias unificadoras, la constitución

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