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Comuneros Y Germanías

JJ19854 de Febrero de 2014

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UNA NUEVA DINASTÍA

Regencias previas a la subida del trono de España de Carlos I

Para que se produjera el advenimiento de los Austrias tuvieron que ocurrir los fallecimientos de los primeros herederos al trono hispano, concretamente los derivados de la política matrimonial desarrollada por los Reyes Católicos sobre la base de la unión de sus hijos con los descendientes de la Monarquía portuguesa. Pero de forma inesperada, producto de la misma política aunque en otra dirección, vendría la coronación de un Habsburgo como rey de las Españas.

Este acontecimiento fue propiciado por el hecho de que al morir en 1504 Isabel la Católica, el Reino castellano pasara legalmente a su hija Juana, casada desde 1496 con Felipe el Hermoso, hijo del emperador Maximiliano I de Austria. No obstante, hay que dejar constancia de que existía una importante cláusula del testamento isabelino estableciendo que si la heredera del trono no estuviera en plenas condiciones físicas y mentales para ejercer su mandato, la regencia sería ejercida por su padre, Fernando de Aragón.

Las Cortes de Toro de 1505 reconocieron a Juana como reina de Castilla, pero admitiendo las deficiencias que ésta presentaba (rasgos de locura) para el normal desempeño de sus funciones. Así las cosas, su cónyuge, Felipe, pretendió reinar por derecho de matrimonio en nombre de su esposa, a lo que se opuso su padre, Fernando, que deseaba hacerse cargo de la regencia. Esta lucha por el poder se decidió a favor del príncipe austriaco, que contó con mayores apoyos nobiliarios, y en contra del rey de Aragón, que había quedado bastante aislado en el ámbito castellano. Al imponerse de hecho la incapacidad de Juana, Felipe I quedó como nuevo monarca en Castilla rompiéndose de esta manera la continuidad de la dinastía Trastámara al frente de este Reino.

Pero el Gobierno de Felipe I duraría muy poco, ya que murió repentinamente en 1506, acontecimiento que supo aprovechar a continuación el derrotado Fernando el Católico para ocupar la regencia tan deseada. La situación política quedaría algo más normalizada durante una década, hasta el fallecimiento de Fernando en 1516, hecho que propiciaría la venida del joven Carlos de Austria para hacerse cargo de los Reinos hispanos.

Desde la muerte de Isabel hasta los primeros años del reinado de Carlos, la situación política y las relaciones sociales imperantes en Castilla habían pasado por una etapa de inestabilidad marcada por una serie de factores, a saber; por las rencillas de los clanes nobiliarios, tanto entre sí como en sus relaciones con la Monarquía; por los enfrentamientos del patriciado urbano y de las familias acomodadas para hacerse con el control de los principales núcleos urbanos; por las graves repercusiones de todo tipo que estaba teniendo el problema converso desde la instauración del Tribunal de la Santa Inquisición; en suma, parecía que estaba a punto de venirse abajo la organización política estatal y el ordenamiento social levantados por los Reyes Católicos.

Los acontecimientos que se sucedieron a la llegada del joven e inexperto Carlos de Gante, sobre todo los producidos por las maneras de comportarse éste y los cortesanos flamencos que le acompañaban, sus lamentables decisiones iniciales de gobierno junto al negativo impacto causado en Castilla por su nombramiento como emperador, no hicieron sino profundizar y ampliar la crisis político-social que se venía dando desde años atrás y que muy pronto estallaría, manifestándose en los graves movimientos de protesta y subversión que a continuación se desarrollarían.

Ya el propio desembarco en tierras asturianas, en septiembre de 1517, y el viaje hacia el centro de Castilla de la comitiva real procedente de los Países Bajos, fue bastante accidentado y molesto, anticipación clara de las muchas dificultades que no tardarían en producirse. Tras la muerte de Fernando el Católico en 1516, Carlos había sido proclamado en Bruselas cogobernante en la Monarquía hispana (su madre, Juana, seguía ostentando el título de reina), de ahí que su primera visita importante en territorio castellano fuese la que le hizo a su progenitora, que estaba en su encierro de Tordesillas, para reafirmar sus derechos reales.

El anciano cardenal Cisneros, en quien había quedado depositada finalmente la regencia, no pudo entrevistarse personalmente con el nuevo rey, cogiéndole la muerte en el viaje que emprendió para contactar con el monarca. Carlos llegó a Valladolid en noviembre. Muy pronto se encontraría con una clara muestra de la actitud de los castellanos hacia su persona. Las Cortes reunidas en aquella ciudad en febrero de 1518 le reconocieron como rey, pero con desconfianza, planteándole una serie de peticiones que mostraban bien a las claras el temor de los representantes del Reino respecto a lo que podía dar de sí su mandato, por lo que le solicitaron en consecuencia que aprendiera la lengua de Castilla, que no diese cargos destacados a extranjeros, que no permitiese la salida de oro y plata del territorio, que su madre se mantuviera como reina y que Navarra siguiera perteneciendo a la Corona castellana.

Respecto al infante Fernando, su hermano, peligroso rival por el apoyo y por las simpatías que los castellanos le tenían al considerarlo como natural del Reino, habiendo sido además el favorito para la sucesión del regente Fernando el Católico, ya había decidido su pronta marcha hacia Alemania con el fin de alejarlo del territorio hispano.

Teniendo con ello resuelto los problemas dinásticos y una vez aceptado como rey de Castilla, Carlos y sus consejeros partieron en dirección a Zaragoza para recibir el acatamiento del Reino aragonés. En mayo de 1518 se reunieron las Cortes de Aragón que, no sin oposición, hicieron el juramento al rey, mientras éste juraba sus fueros.

El siguiente requisito para afianzar la autoridad real pasaba por Barcelona, dirigiéndose allá la comitiva regia para tener que enfrentarse, cosa que ocurriría efectivamente, con las Cortes de Cataluña. Estando en la Ciudad Condal, en 1519, se recibió la noticia de su elección como emperador, circunstancia que alteró los planes previstos de culminar el recorrido por los reinos de la Corona de Aragón para lograr la aceptación de las Cortes de Valencia.

Decidió por contra embarcar de nuevo hacia los Países Bajos y de allí trasladarse a Alemania, pero antes se necesitaba dinero para el costoso viaje; de ahí la convocatoria a las Cortes castellanas para que se reunieran en Santiago de Compostela, lugar muy próximo a la ciudad de La Coruña, de cuyo puerto partiría la que debería ser impresionante flota imperial.

Celebrada la reunión de Cortes en marzo de 1520, una buena parte de las ciudades en ellas representadas se negaron a votar el servicio que se les pedía, lo que obligó a suspender las sesiones. Reanudadas éstas tras su traslado a La Coruña y habiéndose presionado al máximo a los procuradores para que se plegaran a los deseos del monarca, finalmente se aprobó la concesión de un servicio extraordinario a cambio tan sólo de vagas promesas por parte del rey de que modificaría su política de nombramiento de cargos y de reparto de prebendas, que hasta entonces había beneficiado casi exclusivamente a los flamencos que le acompañaban y a sus seguidores más interesados, produciendo mucho rechazo, escándalo y malestar entre los castellanos.

LAS COMUNIDADES

La xenofobia no explicaba por sí sola el hondo descontento que a la altura de 1520 se podía percibir claramente y que ya se había manifestado en la actitud sobre todo de la ciudad de Toledo, seguida por Segovia y algo después por otros núcleos urbanos castellanos, de oposición a las directrices políticas y fiscales que emanaban de los recién llegados gobernantes.

Para comprender mejor el estallido revolucionario de las Comunidades habría que tener muy en cuenta la descomposición política que desde la muerte de Isabel, incluso quizá un poco antes, había minado la autoridad de la Corona y resquebrajado la estructura estatal, haciendo predominar las luchas de intereses, la corrupción, los comportamientos egoístas tendentes a un rápido enriquecimiento.

En definitiva, se notaba la falta de una eficaz política de Estado que fuera llevada a cabo por un gobierno fuerte e incontestado, situación que se hacía aún más crítica dado el clima de anarquía social existente:

*de enfrentamientos nobiliarios por un mayor protagonismo,

**de tensiones entre los grupos burgueses (exportadores contra manufactureros, del centro contra los de la periferia),

***de protesta del clero en su denuncia del general deterioro que se manifestaba por doquier,

****de inquietud popular por el empeoramiento de las condiciones de vida.

Y frente a este estado de cosas, el poder aparecía dividido, fragmentado, preocupado casi exclusivamente por recaudar dinero de donde fuera para sufragar los cuantiosos gastos de la expedición real y los generados a raíz del nombramiento del emperador, lo que contribuía a aumentar el malestar social.

También la marcha del rey hacia Alemania y la incorporación de España al Imperio producían inquietud por lo que de abandono podía significar la ausencia, que se presumía prolongada, del monarca y la subordinación de los intereses castellanos a los imperiales y dinásticos representados por los Habsburgo.

El 20 de mayo de 1520 Carlos abandonaba el territorio hispano, dejando regente al cardenal Adriano de Utrecht, nueva prueba del poco caso que hacía a las demandas castellanas contra la designación de extranjeros para ocupar los altos cargos.

El levantamiento comunero no tardó en cobrar fuerza,

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