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Cuentos Costarricenses

lgm311321 de Julio de 2013

3.250 Palabras (13 Páginas)260 Visitas

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L

A

M

ISERIA

– L

EYENDA CRIOLLA

Dicen que había un hombre que se llamaba Miseria

y era herrero. Ya cansado de la pobreza, porque

no tenía qué darle de comer a los hijos, resolvió

entregarle el alma al diablo por tres bolsas de

plata. En el plazo de un año debía venir el diablo a llevarlo.

Un día se le presenta un viejito andr

ajoso en un caballo flaco y sin herradura.

El herrero le dio hospedaje, la mujer lo remen

dó y lo lavó y le colocaron herraduras al caballo.

Cuando el viejito se quiso ir, le dijo al herrero:

- ¿Con qué te pagaré el favor que me has hecho?.

- No es nada.

- Bueno, te daré tres dones: el que se siente en

esta silla no se levantará hasta que le ordenes; el

que entre en la bolsa no saldrá sin que vos le or

denes y el que suba en esa planta de nogal no se

bajará mientras vos no le ordenes.

Se despidió el viejito y se fue; éste había sido Tata Dios.

Cuando se cumplió el plazo, vino un diablo a llevarlo y el herrero le dijo:

- Espere que termine de hacer una herrad

ura; siéntese a descansar en esa silla.

Cuando terminó de hacer la herradura, le dijo al diablo:

- Vamos

Y como el diablo no se podía levantar, se quedó sentado.

Al rato le dijo el diablo al herrero que si lo de

jaba levantar le iba a perdonar la vida por un año

más; el herrero le ordenó que se levante y el diablo se fue.

Cuando se cumplió otro año vinieron tres

diablos a llevarlo y el hombre les dijo:

- Esperen que acabe de hacer esta

herradura; suban a comer nueces.

Se subieron los diablos al nogal y no se podían baja

r; desesperados le dijeron al herrero que le iban

a perdonar un año más de vida si los dejaba bajar.

El herrero les ordenó a los diablos que se bajen y se fueron.

Al año siguiente vienen cincuenta diablos en

mula a llevarlo al herrero; éste les dijo:

- Tan poderosos no deben ser si tien

en que venir tantos a llevarse a

un pobre viejo. Voy a ir pero ¡a

ver si son capaces de entrar

todos adentro de esa bolsa!

Los diablos se metieron y el

herrero los agarró a palos.

Los diablos le pidieron que los deje, que le iban a

perdonar la vida si los sacaba de adentro de la

bolsa. El herrero así lo ordenó y los diablos se fueron.

Cuando Miseria se murió, Dios no lo recibió en

el Cielo porque había vendido el alma al diablo.

Bajó al purgatorio y tampoco lo

recibieron; entonces se fue al in

fierno con el palo. Salieron los

diablos a recibirlo y lo vieron a don Miseria con

el palo; los diablos tomaron disparando y cerraron

la puerta del infierno.

Se volvió a Dios don Miseria y le dijo que los diab

los no querían recibirlo. Entonces Dios lo mandó a

que camine eternamente por el mundo, y

es por eso que la miseria no se acaba.

Versión sintética y adaptada de la leyenda incluida en el libro

“Don Segundo Sombra”,

de Ricardo Güiraldes

20 |

P

ROGRAMA

N

ACIONAL DE

M

EDIACIÓN

E

SCOLAR

L

OS CUENTOS DE LA INFANCIA

:

LA CENICIENTA

Hubo una vez, en un país lejano,

una joven muy bella que no tení

a padres, sino madrastra, una

viuda impertinente con dos hijas. Esta joven hací

a los trabajos más duros de la casa y como sus

vestidos estaban siempre manchados de

ceniza, todos la llamaban Cenicienta.

Sus mejores amigos eran animalitos, como tres

ratoncitos, un perro, un caballo, pajaritos, ellos

siempre la ayudaban en todo.

Un día el Rey de aquel país anunció que iba a da

r una gran fiesta a la que invitaba a todas las

jóvenes casaderas del reino.

- Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te

quedarás en casa fregan

do el suelo y preparando la

cena para cuando volvamos.

Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada

vio partir a sus hermanas

tras hacia el Palacio

Real. Cuando se encontró sola en la

cocina no pudo reprimir sus sollozos.

- ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó.

De pronto se le apareció su Hada Madrina.

- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile.,

Convirtió una calabaza en carroza,

a los ratoncitos en hermosos caba

llos, al perro y al caballo los

convirtió en conductores del carruaj

e para que la llevaran al baile.

Al despedirse, el Hada Madrina le advirtió: cu

ando el reloj de Palacio dé las doce campanadas

tendrás que regresar sin falta por

que se acabará el encantamiento.

La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda ad

miración. Al entrar en la sala de baile, el Rey

quedó tan prendado de su belleza que bailó con

ella toda la noche. Sus hermanastras no la

reconocieron y se preguntaban

quién sería aquella joven.

En medio de tanta felicidad Cenicienta oy

ó sonar en el reloj de Palacio las doce.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó- y co

mo una exhalación atravesó el salón y bajó la

escalinata perdiendo en su

huída un zapato, que el Rey recogió asombrado.

Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un pl

an. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el

zapato. Envió a sus heraldos a r

ecorrer todo el Reino. Las donce

llas se lo probaban en vano, pues

no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.

Al fin llegaron a casa de Ceni

cienta. Sus hermanastras, por má

s esfuerzos que realizaron, no

pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo pu

so Cenicienta vieron con asombro que le quedaba

perfecto.

Así sucedió que el Rey se casó co

n la joven y vivieron muy felices.

A

CTIVIDADES PARA EL AULA

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21

L

OS CUENTOS DE LA INFANCIA

:

CAPERUCITA ROJA

Había una vez una niña muy bonita. Su madre le

había hecho una capa roja

y todo el mundo en el

pueblo la llamaba Caperucita Roja.

Un día, su madre le pidió que llevara unos pastel

es a su abuela que vivía al otro lado del bosque,

recomendándole que no se entretuviese por el ca

mino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya

que siempre andaba acechan

do por allí un lobo malvado.

Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles

y se puso en camino. Se entretuvo recogiendo

flores... De repente vio al lobo,

que era enorme, delante de ella.

- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.

- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.

“No está lejos”- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.

- El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que

temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le

lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.

Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abue

lita, llamó suavemente a la

puerta y la anciana le

abrió pensando que era Caperucita. El lobo devoró

a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la

desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos

. Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.

La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.

- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!

- Son para verte mejor- dijo el lobo tr

atando de imitar la voz de la abuela.

- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!

- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.

- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!

- Son para...¡comerte mejoooor!- exclamó el lobo ma

lvado y se abalanzó sobre la niñita y la

devoró.

Un cazador que pasaba por allí había observado al

lobo rondando la casa y creyendo adivinar las

malas intenciones del lobo, deci

dió echar un vistazo. Pidió ayud

a a un segador y los dos juntos

llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa

abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan

harto que estaba. El cazador sacó su cuchillo y ra

jó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita

estaban allí, ¡vivas!.

Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó

el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar.

Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, si

ntió muchísima sed y se dirigió a un estanque

próximo para beber. Como las piedras pesaban much

o, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.

En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufriero

n más que un gran susto,

pero Caperucita Roja

había aprendido la lección. Prometió a su Abue

lita no hablar con ningún desconocido que se

encontrara en el camino. De ahora en adelante

, seguiría las juiciosas recomendaciones de su

Abuelita y de su Mamá.

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