Cuentos Costarricenses
lgm311321 de Julio de 2013
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L
A
M
ISERIA
– L
EYENDA CRIOLLA
Dicen que había un hombre que se llamaba Miseria
y era herrero. Ya cansado de la pobreza, porque
no tenía qué darle de comer a los hijos, resolvió
entregarle el alma al diablo por tres bolsas de
plata. En el plazo de un año debía venir el diablo a llevarlo.
Un día se le presenta un viejito andr
ajoso en un caballo flaco y sin herradura.
El herrero le dio hospedaje, la mujer lo remen
dó y lo lavó y le colocaron herraduras al caballo.
Cuando el viejito se quiso ir, le dijo al herrero:
- ¿Con qué te pagaré el favor que me has hecho?.
- No es nada.
- Bueno, te daré tres dones: el que se siente en
esta silla no se levantará hasta que le ordenes; el
que entre en la bolsa no saldrá sin que vos le or
denes y el que suba en esa planta de nogal no se
bajará mientras vos no le ordenes.
Se despidió el viejito y se fue; éste había sido Tata Dios.
Cuando se cumplió el plazo, vino un diablo a llevarlo y el herrero le dijo:
- Espere que termine de hacer una herrad
ura; siéntese a descansar en esa silla.
Cuando terminó de hacer la herradura, le dijo al diablo:
- Vamos
Y como el diablo no se podía levantar, se quedó sentado.
Al rato le dijo el diablo al herrero que si lo de
jaba levantar le iba a perdonar la vida por un año
más; el herrero le ordenó que se levante y el diablo se fue.
Cuando se cumplió otro año vinieron tres
diablos a llevarlo y el hombre les dijo:
- Esperen que acabe de hacer esta
herradura; suban a comer nueces.
Se subieron los diablos al nogal y no se podían baja
r; desesperados le dijeron al herrero que le iban
a perdonar un año más de vida si los dejaba bajar.
El herrero les ordenó a los diablos que se bajen y se fueron.
Al año siguiente vienen cincuenta diablos en
mula a llevarlo al herrero; éste les dijo:
- Tan poderosos no deben ser si tien
en que venir tantos a llevarse a
un pobre viejo. Voy a ir pero ¡a
ver si son capaces de entrar
todos adentro de esa bolsa!
Los diablos se metieron y el
herrero los agarró a palos.
Los diablos le pidieron que los deje, que le iban a
perdonar la vida si los sacaba de adentro de la
bolsa. El herrero así lo ordenó y los diablos se fueron.
Cuando Miseria se murió, Dios no lo recibió en
el Cielo porque había vendido el alma al diablo.
Bajó al purgatorio y tampoco lo
recibieron; entonces se fue al in
fierno con el palo. Salieron los
diablos a recibirlo y lo vieron a don Miseria con
el palo; los diablos tomaron disparando y cerraron
la puerta del infierno.
Se volvió a Dios don Miseria y le dijo que los diab
los no querían recibirlo. Entonces Dios lo mandó a
que camine eternamente por el mundo, y
es por eso que la miseria no se acaba.
Versión sintética y adaptada de la leyenda incluida en el libro
“Don Segundo Sombra”,
de Ricardo Güiraldes
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ROGRAMA
N
ACIONAL DE
M
EDIACIÓN
E
SCOLAR
L
OS CUENTOS DE LA INFANCIA
:
LA CENICIENTA
Hubo una vez, en un país lejano,
una joven muy bella que no tení
a padres, sino madrastra, una
viuda impertinente con dos hijas. Esta joven hací
a los trabajos más duros de la casa y como sus
vestidos estaban siempre manchados de
ceniza, todos la llamaban Cenicienta.
Sus mejores amigos eran animalitos, como tres
ratoncitos, un perro, un caballo, pajaritos, ellos
siempre la ayudaban en todo.
Un día el Rey de aquel país anunció que iba a da
r una gran fiesta a la que invitaba a todas las
jóvenes casaderas del reino.
- Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te
quedarás en casa fregan
do el suelo y preparando la
cena para cuando volvamos.
Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada
vio partir a sus hermanas
tras hacia el Palacio
Real. Cuando se encontró sola en la
cocina no pudo reprimir sus sollozos.
- ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó.
De pronto se le apareció su Hada Madrina.
- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile.,
Convirtió una calabaza en carroza,
a los ratoncitos en hermosos caba
llos, al perro y al caballo los
convirtió en conductores del carruaj
e para que la llevaran al baile.
Al despedirse, el Hada Madrina le advirtió: cu
ando el reloj de Palacio dé las doce campanadas
tendrás que regresar sin falta por
que se acabará el encantamiento.
La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda ad
miración. Al entrar en la sala de baile, el Rey
quedó tan prendado de su belleza que bailó con
ella toda la noche. Sus hermanastras no la
reconocieron y se preguntaban
quién sería aquella joven.
En medio de tanta felicidad Cenicienta oy
ó sonar en el reloj de Palacio las doce.
- ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó- y co
mo una exhalación atravesó el salón y bajó la
escalinata perdiendo en su
huída un zapato, que el Rey recogió asombrado.
Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un pl
an. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el
zapato. Envió a sus heraldos a r
ecorrer todo el Reino. Las donce
llas se lo probaban en vano, pues
no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.
Al fin llegaron a casa de Ceni
cienta. Sus hermanastras, por má
s esfuerzos que realizaron, no
pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo pu
so Cenicienta vieron con asombro que le quedaba
perfecto.
Así sucedió que el Rey se casó co
n la joven y vivieron muy felices.
A
CTIVIDADES PARA EL AULA
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L
OS CUENTOS DE LA INFANCIA
:
CAPERUCITA ROJA
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le
había hecho una capa roja
y todo el mundo en el
pueblo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevara unos pastel
es a su abuela que vivía al otro lado del bosque,
recomendándole que no se entretuviese por el ca
mino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya
que siempre andaba acechan
do por allí un lobo malvado.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles
y se puso en camino. Se entretuvo recogiendo
flores... De repente vio al lobo,
que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
“No está lejos”- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
- El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que
temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le
lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abue
lita, llamó suavemente a la
puerta y la anciana le
abrió pensando que era Caperucita. El lobo devoró
a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la
desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos
. Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.
La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tr
atando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- exclamó el lobo ma
lvado y se abalanzó sobre la niñita y la
devoró.
Un cazador que pasaba por allí había observado al
lobo rondando la casa y creyendo adivinar las
malas intenciones del lobo, deci
dió echar un vistazo. Pidió ayud
a a un segador y los dos juntos
llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa
abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan
harto que estaba. El cazador sacó su cuchillo y ra
jó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita
estaban allí, ¡vivas!.
Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó
el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar.
Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, si
ntió muchísima sed y se dirigió a un estanque
próximo para beber. Como las piedras pesaban much
o, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufriero
n más que un gran susto,
pero Caperucita Roja
había aprendido la lección. Prometió a su Abue
lita no hablar con ningún desconocido que se
encontrara en el camino. De ahora en adelante
, seguiría las juiciosas recomendaciones de su
Abuelita y de su Mamá.
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