De Diaz A Madero Origenes Y Estallido De La Revolucion Mexicana
zelove7 de Mayo de 2013
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“De Díaz a madero Origines y estallido de la revolución mexicana” Hacia 1914, 7567 millones de dólares de capital extranjero habían inundado las economías latinoamericanas, y no sé él veía fin a esta ola de inversiones. Pero esto en ningún sentido transformo a dichos países en sociedades industriales análogas a las de Estado Unidos o Europa occidental. Por lo contrario, ello sirvió para consolidar la dependencia del extranjero y acentuar las características de subdesarrollo que aún quedaban del como herencia del régimen colonial español y portugués. La exportación de materias primas baratas, la importación de productos industriales caros, el control de compañías extranjeras sobre algunos de los sectores más importantes de la economía, las enormes diferencias en los niveles de riqueza, la concentración de la tierra en manos de un pequeño grupo de latifundistas, un ingreso per cápita global mucho más bajo que el de los países industrializados, un sistema educativo rezagado que daba por resultado un alto grado de analfabetismo: todos estos factores, en diverso grado, prevalecían en la mayor parte de América Latina.
EXPROPIACIÓN DE LAS TIERRAS COMUNALES DE LAS COMUNIDADES CAMPESINAS EN EL CENTRO Y EL SUR DE MÉXICO.
Con el fortalecimiento del aparato estatal del régimen de Díaz y la construcción de ferrocarriles que aumentaron enormemente el valor de la tierra, las comunidades campesinas tanto indígenas como no indígenas, así como sus instituciones y propiedades, no tardaron en ser objeto de una serie de agresiones. En un esfuerzo por “modernizar” el país, el régimen de Díaz se embarcó en una política agraria radicalmente nueva. Cerrando filas con los hacendados locales, lanzo una gran campaña de expropiación de las tierras comunales y de sometimiento político de los pueblos. Cuando las expropiaciones comenzaron a afectar los estados de Morelos y Guerrero, causaron la mayor rebelión campesina de la historia del México independiente, ya que muchas circunstancias especiales hacían de estas regiones un semillero de agitación campesina.
LA TRANSFORMACIÓN DE LA FRONTERA CON LOS INDIOS NÓMADAS EN FRONTERAS CON ESTADOS UNIDOS.
Antes de que Díaz llegara al poder, los estados de Sonora, Chihuahua y Coahuila gozaban de una existencia prácticamente autónoma. Remotos y aislados, no solamente del resto de la república sino del resto del mundo, virtualmente independientes en lo político y autosuficientes en lo económico, eran la columna vertebral de la “frontera” norte de México. Sin embargo, en el último cuarto del siglo XIX, con la llegada de Díaz al poder y un flujo sin precedentes de inversión extranjera, principalmente estadounidenses, hacia México, la zona fronteriza del norte de México se transformó de manera radical al imponer Díaz y Estados Unidos respectivamente sus controles políticos y económicos sobre la región.
Los ferrocarriles ilustraron de la manera más palpable que lo que anteriormente era una zona de colonización se estaba transformando en una frontera, y que lo que antes había estado más allá del alcance de cualquier país se hallaba ahora al alcance de dos países al mismo tiempo.
La transformación económica fue principalmente obra de las invenciones estadounidenses que empezaron a volcarse sobre todo México a un ritmo sin precedentes durante la década de 1880.
Hacia 1902, por ejemplo, más de 22% del total de las inversiones estadounidenses en México había correspondido a tres estados norteños: 6.3% a Chihuahua, 7.3% a Sonora y 9.5% a Coahuila, primordialmente en los ramos de minería, agricultura y transportes.
Luis Terrazas, el latifundista más rico de Chihuahua y ex gobernador del Estado, alentó secretamente a los rebeldes de Tomó chic con la esperanza, plenamente justificada, de que podrían desacreditar a su principal rival, Lauro Castillo, entonces gobernador de Chihuahua y protegido de Díaz, y provocar su caída política. De manera semejante, José María Maytorena, próspero hacendado del sur de Sonora perteneciente a una destacada dinastía latifundista y cuyas aspiraciones políticas también habían sido frustradas por el gobierno de Díaz, brindo refugio a los rebeldes yanquis fugitivos.
El historiador Barry Carr: La influencia de Estados Unidos se manifestaba en otras áreas además de la puramente económica. Quienes visitaban el noroeste pronto percibían el carácter estadounidense de las poblaciones y el estilo de vida. Como comentó un escritor francés, los mexicanos de otros Estados llamaban a los sonorenses “los yanquis de México” por su vigoroso crecimiento y progreso y su estrecha relación con Estados Unidos. Prácticamente todas las familias de las clases comerciales y rancheras enviaban a sus hijos a la escuela en Estados Unidos. Sin duda, entonces el contacto con la sociedad y las ideas “liberales” del otro lado de la frontera era un rasgo positivo en la politización de la clase media sonorense, lo mismo se podría decir de Chihuahua y otros estados.
Los Madero cultivaban guayule, sustituto del caucho, lo que los puso en conflicto con la Continental Rubber Company. Otro problema surgió antes de 1910, debido a que los Madero poseían el único horno de fundición del norte de México que no dependía de la American Smelting and Refining Company.
Los Madero no se hallaban solos en su rebeldía. Muchos otros miembros de la clase alta nororiental estaban interesados en los derechos sobre el agua de La Laguna, en el cultivo del guayule y en la operación independiente de hornos de fundición.
LA RIVALIDAD ENTRE EUROPA Y ESTADOS UNIDOS.
El régimen de Díaz no fue derrocado únicamente por las múltiples fuerzas cuya hostilidad suscito dentro de México, sino también debido a las muy poderosas fuerzas cuya oposición despertó fuera del él: a saber, importantes grupos económicos de Estados Unidos. Con el fin de detener lo que llegó a considerar como una invasión de inversionistas estadounidenses, Díaz comenzó a volverse hacia las potencias europeas, invitándolas a invertir en el país y a desafiar la supremacía estadounidense. Esa invitación fue atendida, con lo que México se convirtió en uno de los principales escenarios de la rivalidad europeo-estadounidense en América Latina.
Los “Científicos” nunca habían visto con buenos ojos el predominio de las inversiones estadounidenses. En primer lugar, porque tenían ligas tradicionales más estrechas con los círculos financieros europeos que con los Estados Unidos. En segundo lugar, y más importantes, porque las compañías europeas, menos sólidamente establecidas, solían aceptar sus propuestas más fácilmente que las estadounidenses, y con frecuencia admitían como socio a un “científico”, mientras que las compañías estadounidenses se negaban. En tercer lugar, y esto era lo más importante de todo, el predominio estadounidense era incompatible con la concepción que tenían los “científicos” de lo que debían ser el desarrollo económico de México.
El representante francés le recomendaba a su ministro de Asuntos Extranjeros: “Debemos apoyar con todo nuestro poder los esfuerzos de los mexicanos por lograr financiamiento francés para compañías mexicanas importantes que, sin nuestra ayuda, serian pronto dominadas o adquiridas por los estadounidenses”.
Otro tanto se puede decir del papel económico de Alemania durante el porfiriato, con una importante diferencia: Los alemanes habían invertido mucho en la deuda pública mexicana, solo un poco en el sector de materias primas y algo más en el de ferrocarriles.
Hacia 1910, las importaciones alemanas sólo cedían el primer lugar en volumen a las estadounidenses, aunque todavía se quedaban muy atrás: mientras que 55% de todos los productos importados provenían de Estados Unidos, solo 12.3% provenía de Alemania.
La única potencia que desafiaba seriamente el predominio estadounidense era Gran Bretaña. Su interés económico y su presencia en el país tenían una larga historia. Principal intervencionista y socio comercial de México durante la mayor parte del siglo XIX, habían sido desplazados por Estados Unidos cuando se construyeron los ferrocarriles que enlazaron a los dos países vecinos.
LA DEBILIDAD DEL EJERCITO MEXICANO.
Otra característica que diferencia al México porfiriano de la mayoría de los grandes países sudamericanos como Brasil, Argentina, Chile o Perú, y que contribuye a explicar no tanto el estilo de los movimientos revolucionarios como su victoria, era la relativa debilidad y aun el atraso del ejército mexicano. Las fuerzas armadas porfirianas fueron uno de los pocos ejércitos latinoamericanos derrotados por tropas revolucionarias en una guerra convencional y de guerrillas.
El México porfiriano hizo muy poco por modernizar su ejército. Aunque se estableció una academia militar moderna que adiestro a algunos buenos oficiales, se seguían reclutando a los soldados mediante el sistema de leva, o sea el reclutamiento forzoso de los elementos más pobres y renuentes de la sociedad, por un ejército que les sometía a las peores condiciones posibles.
De hecho Díaz en vista de la larga historia de pronunciamientos militares, evidentemente temía más al ejército que a los levantamientos populares, y pensaba que un ejército relativamente débil bastaría para sofocar las rebeliones locales.
Para Porfirio Díaz y los “Científicos”, la mejor manera de limitar la influencia y evitar la intervención estadounidense era la penetración económica, mas no militar, de Europa. Serían las potencias europeas y no las fuerzas armadas mexicanas quienes mejor podían disuadir a Estados Unidos
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