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Del Medioevo A La Modernidad


Enviado por   •  17 de Diciembre de 2014  •  13.007 Palabras (53 Páginas)  •  215 Visitas

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En su libro “Pedagogía de la Autonomía”, Paulo Freire contrasta el perfil del profesor ideal.

• CAPITULO I:

No hay docencia sin discencia

En este primer escrito nos deja claro que el maestro debe ser un buen aprendiz. No hay docencia sin discencia, ya que el que enseña aprende a enseñar y quien aprende, enseña al aprender. Entonces, “para ser un buen maestro primero debes ser un buen aprendiz”.

El ser maestro no implica que lo sepas todo; no implica que el educando te escuche y tome como una verdad absoluta tus temas de avances. Si es así, entonces, estas en un error porque estas oprimiendo al educando como un opresor del pensamiento crítico. El ser maestro es hacer que los dicentes busquen y desarrollen el área de investigación, convirtiéndose en personas autónomas de su propio aprendizaje y así mismo de su pensamiento. Y que a través de esa investigación, el maestro respete ese conocimiento y el conocimiento previo, experiencias vivida del educando.

Paulo Freire nos dice que:

“El enseñar exige el reconocimiento y la asunción de la identidad cultural”.

Con estas palabras nos hace referencia que nosotros, como maestros, debemos asumir una identidad cultural y luego respetar la identidad cultural de los educandos. La diversidad de identidades culturales demuestra que el educando es diferente uno del otro, cual diferencia no debe ser vista como si fuera un problema en el salón de clases por el contrario ser diferente nos ayuda a aprender conocimientos nuevos. Dentro del salón de clase algo que es muy preocupante es la discriminación por estas diferencias de las identidades culturales del educando. Por tal razón que el profesor debe ser el primero en tratar a todos los educandos por iguales, respetando las diferencias. Generando un clima de respeto en el salón.

• CAPITULO II:

Enseñar no es transferir conocimiento

El segundo escrito defiende la idea de que el docente no debe transmitir su conocimiento como dueño de las verdades absolutas. Ser docente no significa que yo tengo toda la razón, al contrario, hay que ayudar al educando a desarrollar sus propios pensamientos. No debemos implantar nuestras verdades en él. Si hacemos esto, estaríamos pensando que la mente del educando es solo un recipiente donde se vacían los conocimientos y no estaríamos respetando sus saberes previos.

El educador debe concebir la disciplina como resultado de la armonía entre autoridad y libertad. En respeto una con la otra, evitando la inclinación a los extremos.

• CAPITULO III:

Enseñar es una especificidad humana

Finalizando el último escrito, el ser pedagogo exige una buena preparación y calificación del profesor. Hago mención de que este debe estar seguro de su profesión. Porque la inseguridad demuestra incompetencia, nos dice Paulo Freire. Debemos estar seguros porque la seguridad se expresa en la firmeza en la que actuamos, nos ayuda a crear un clima de respeto en el salón.

Por otra parte, esto nos aclara toda duda, tomando como referencia de que si el maestro quiere ayudar al educando a superar su ignorancia. Primero nosotros como educadores debemos superar nuestra propia ignorancia.

Por otra parte, Freire analiza otra principal característica que tiene que tener el perfil del educando: el maestro debe saber escuchar para poder profundizar el arte de la docencia, es una de las ideas más relevantes en el momento que el educador quiere hablar con el educando, porque el educador que escucha aprende la difícil lección de transformar su discurso para el educando.

A la hora de reinterpretar la fundamentación del Diseño Curricular comparándola con los pensamientos de Paulo Freire, se puede concluir que ambos hablan y realzan la presencia del docente que implica intervenir desde un reveer, un escuchar , una presencia política en sí misma, siendo sujeto de opciones, de decisiones claras y compromiso ético-político que dé lugar a las libertades individuales de los niños y traiga a ellos opciones de poder decir y decidir creando un ambiente de crecimiento con pensamiento crítico y responsable.

La política del Diseño Curricular y el libro Pedagogía de la Autonomía comparten la idea de que la distribución del conocimiento debe ser igualitaria teniendo en cuenta la diferencia de cada alumno y alumna. Ellos viven en diferentes contextos donde, muchas veces, podemos visualizar la injusticia social. Esta problemática se ve reflejada en la realidad educativa. La injusticia social interpreta estas realidades como causas externas, inexorables, determinantes, imposibles de cambiar. Entonces se genera un vaciamiento del sentido de las prácticas y los procesos educativos. Frente a esta realidad, los docentes críticos debemos repensar la práctica educativa partiendo de considerar lo que necesita cada alumno/a para aprender. Debemos tener en cuenta que no todos los alumnos aprenden de la misma manera y al mismo tiempo y, sobre todo, que el aceptar y respetar la diferencia de identidades culturales es una de las virtudes sin las cuales la escucha que habla Freire no se puede dar y, por lo tanto, tampoco una práctica educativa eficaz.

1 Educación en valores

La educación es necesariamente normativa. Su función no es sólo instruir sino integrar en una cultura que tiene distintas dimensiones: una lengua, unas tradiciones, unas creencias, unas actitudes, unas formas de vida.

Educar es, así, formar el carácter: formar el carácter para que se cumpla un proceso de socialización imprescindible, y formarlo para promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos del presente y comprometido con el proceso moral de las estructuras y actitudes sociales.

A eso, a la formación del carácter, es a lo que los griegos llamaban "ética". Valores éticos son los valores "sencillamente humanos", de eso se trata, de recuperar el valor de la humanidad.

No obstante, los valores éticos están en crisis. Los valores siempre han nombrado defectos, faltas, algo de lo que carecemos pero que deberíamos tener. Según Locke, el malestar, la incomodidad que provoca el deseo de que la realidad cambie y sea de otra manera. Si estuviéramos plenamente ajustados con la realidad, no cabría hablar de justicia ni de valores como algo a conquistar, si se hace es porque no se reflejan suficientemente en la práctica.

Hoy por hoy, el crecimiento económico nos ha hecho creer que sólo vale lo que produce dinero. Decimos que la

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