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Derecho Contitucional

Ghandhi28 de Septiembre de 2013

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Origen constitucional de Estados Unidos

La Constitución de los Estados Unidos fue hecha adoptada en 1788, entrando en vigencia en 1789. Todavía se encuentra en vigor y es la constitución de mayor antigüedad que se encuentra todavía vigente en el mundo. La constitución reemplazó a los débiles Artículos de la Confederación, para formar una unión más perfecta que fuera lo suficientemente fuerte para sobrevivir a los peligros del mundo y a la vez proteger la libertad de los estados y de los ciudadanos.

No fue hasta el 17 de noviembre de 1777 que el Congreso fue capaz de ponerse de acuerdo sobre una forma de gobierno que tuviera cierta posibilidad de ser aprobada por cada uno de los Estados, y el 9 de julio de 1778 fue finalmente aprobada por un número suficiente de estados para ser operativa.

La Constitución ha sido enmendada 27 veces desde 1789, y es muy probable que se le realizaran modificaciones en el futuro. En los diez primeros años desde su ratificación se le realizaron diez enmiendas conocidas como la Carta de Derechos. El Congreso aprobó estas enmiendas en bloque en septiembre de 1789 y once estados las ratificaron antes del final de 1791.Muchas de las críticas y resistenciasó el Primer Congreso, la idea de la adopción de tales enmiendas era casi unánime, y el Congreso se demoró muy poco tiempo en redactarlas.

Antes de la guerra civil, los abolicionistas odiaban la Constitución debido a que permitía la esclavitud. William Lloyd Garrison denunció la Constitución como "un acuerdo con la muerte y con el Infierno."

Durante la Era Gilded, cuando el gobierno de los Estados Unidos estaba lleno de corrupción, surgió una visión de que la Constitución era defectuosa. La fuerte critica de Woodrow Wilson del sistema de comité y de la separación de poderes en un Gobierno Congresional fue ampliamente leída entre los estudiantes de ciencias políticas.

A comienzos del siglo XX, cuando la Corte Suprema atacó rutinariamente los derechos de los consumidores y de los trabajadores como inconstitucionales, la Constitución fue criticada por ser un documento inflexible. Actualmente muchos estadounidenses admiran o respetan la Constitución, especialmente la Carta de Derechos que se ha visto más segura y reforzada al final de la mitad del siglo XX. El que un político sea acusado de "violar la Constitución" es visto como un serio insulto, incluso si es hecho de forma retórica. Sin embargo, muchos grupos de estadounidenses todavía mantienen un anhelo de enmendar la Constitución en varias de sus disposiciones

El origen ideológico de la Constitución de EEUU

La Constitución de los Estados Unidos es un documento de unas características realmente excepcionales. De entrada, es el primer texto que consagra un sistema de gobierno de carácter democrático en una época en que tal empeño era interpretado por la aplastante mayoría de habitantes del orbe como una peligrosa manifestación de desvarío mental. Por añadidura, el sistema democrático contemplado en sus páginas era bien diferente de otras construcciones políticas anteriores en especial en lo referido al principio de división de poderes —un sistema de checks and balances o frenos y contrapesos— que ha servido históricamente para evitar la aniquilación del sistema tal y como ha ocurrido repetidas veces con otras constituciones aplicadas al sur del río Grande o en Europa. El origen del sistema americano se ha intentado buscar en el gobierno de los indios de las cinco naciones por los que, al parecer, Benjamin Franklyn sentía una enorme simpatía y en los principios de la Ilustración europea que en algunas de sus formulaciones, como la de Rousseau, se manifestaba favorable a ciertas formas de democracia.

Ninguna de las teorías resulta satisfactoria ya que el gobierno de las cinco naciones no era sino un sistema asambleario en virtud del cual las tribus resolvían algunas cuestiones muy al estilo de los consejos de guerreros que hemos visto tantas veces en las películas del oeste y la Ilustración mayoritariamente fue favorable al Despotismo ilustrado de María Teresa de Austria, Catalina de Rusia o Federico II de Prusia y cuando, excepcionalmente, abogó por la democracia, perfiló ésta desde una perspectiva muy diferente a la que encontramos en la constitución de Estados Unidos. En realidad, la constitución de Estados Unidos es el fruto de un largo proceso histórico iniciado en Inglaterra con la Reforma del siglo XVI. Como tuvimos ocasión de ver en un enigma anterior, mientras el continente europeo se desgarraba en el conflicto entre Reforma y Contrarreforma, la Inglaterra de Enrique VIII optó por un comportamiento cuando menos peculiar. El monarca inglés provocó un cisma con Roma pero, a la vez, se manifestó ferozmente antiprotestante persiguiendo a los partidarios de la Reforma y manteniendo un sistema dogmático sustancialmente católico. Sólo la llegada al trono de su hijo Eduardo permitiría que en Inglaterra se iniciara una reforma muy similar a la que estaba experimentando el continente. Es cierto que la reina María Tudor —conocida por sus súbditos como “la sanguinaria” por la persecución desencadenada contra los protestantes— intentaría desandar ese camino pero su hermana Isabel, una vez en el trono, consolidó la orientación protestante del reino especialmente tras ser excomulgada por el papa.

Cuando estalló la revolución americana a finales del siglo XVIII, el peso de los puritanos en las colonias inglesas de América del norte era enorme. De los aproximadamente tres millones de americanos que vivían a la sazón en aquel territorio, 900.000 eran puritanos de origen escocés, 600.000 eran puritanos ingleses y otros 500.000 eran calvinistas de extracción holandesa, alemana o francesa. Por si fuera poco, los anglicanos que vivían en las colonias eran en buena parte de simpatía calvinistas ya que se regían por los Treinta y nueve artículos, un documento doctrinal con esta orientación. Así, dos terceras partes al menos de los habitantes de los futuros Estados Unidos eran calvinistas y el otro tercio en su mayoría se identificaba con grupos de disidentes como los cuáqueros o los bautistas. La presencia, por el contrario, de católicos era casi testimonial y los metodistas aún no habían hecho acto de presencia con la fuerza que tendrían después en Estados Unidos.

El panorama resultaba tan obvio que en Inglaterra se denominó a la guerra de independencia de Estados Unidos “la rebelión presbiteriana” y el propio rey Jorge III afirmó: “atribuyo toda la culpa de estos extraordinarios acontecimientos a los presbiterianos”. Por lo que se refiere al primer ministro inglés Horace Walpole, resumió los sucesos ante el parlamento afirmando que “la prima América se ha ido con un pretendiente presbiteriano”. No se equivocaban y, por citar un ejemplo significativo, cuando Cornwallis fue obligado a retirarse para, posteriormente, capitular en Yorktown, todos los coroneles del ejército americano salvo uno eran presbíteros de iglesias presbiterianas. Por lo que se refiere a los soldados y oficiales de la totalidad del ejército, algo más de la mitad también pertenecían a esta corriente religiosa.

Sin embargo, el influjo de los puritanos resultó especialmente decisivo en la redacción de la constitución. Ciertamente, los cuatro principios del calvinismo político arriba señalados fueron esenciales a la hora de darle forma pero a ellos se unió otro absolutamente esencial que, por si solo, sirve para explicar el desarrollo tan diferente seguido por la democracia en el mundo anglosajón y en el resto de occidente. La Biblia —y al respecto las confesiones surgidas de la Reforma fueron muy insistentes— enseña que el género humano es una especie profundamente afectada moralmente como consecuencia de la caída de Adán. Por supuesto, los seres humanos pueden hacer buenos actos y realizar acciones que muestran que, aunque empañadas, llevan en sí la imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, la tendencia al mal es innegable y hay que guardarse de ella cuidadosamente. Por ello, el poder político debe dividirse para evitar que se concentre en unas manos —lo que siempre derivará en corrupción y tiranía— y debe ser controlado. Esta visión pesimista —¿o simplemente realista?— de la naturaleza humana ya había llevado en el siglo XVI a los puritanos a concebir una forma de gobierno eclesial que, a diferencia del episcopalismo católico o anglicano, dividía el poder eclesial en varias instancias que se frenaban y contrapesaban entre sí evitando la corrupción.

Esa misma línea fue la seguida a finales del siglo XVIII para redactar la constitución americana. De hecho, el primer texto independentista norteamericano no fue, como generalmente se piensa, la declaración de independencia redactada por Thomas Jefferson sino el texto del que el futuro presidente norteamericano la copió. Éste no fue otro que la Declaración de Mecklenburg, un texto suscrito por presbiterianos de origen escocés e irlandés, en Carolina del norte el 20 de mayo de 1775. La Declaración de Mecklenburg contenía todos los puntos que un año después desarrollaría Jefferson desde la soberanía nacional a la lucha contra la tiranía pasando por el carácter electivo del poder político y la división de poderes. Por añadidura, fue aprobada por una asamblea de veintisiete diputados —todos ellos puritanos— de los que un tercio eran presbíteros de la iglesia presbiteriana incluyendo a su presidente y secretario. La deuda de Jefferson con la Declaración de Mecklenburg ya fue señalada por su biógrafo Tucker pero además cuenta con una clara base textual y es que el texto inicial de Jefferson —que ha llegado hasta nosotros— presenta

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