Derecho Mercantil
paulinezepeda25 de Julio de 2013
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Introducción:
Para comenzar debo confesar que al realizar este trabajo me invadió la incertidumbre, respecto a lo que es y lo que debe ser el proceso penal, esto es: Francesco Carnelutti un eximo abogado en Italia, de creencias y convicciones religiosas de formación católica que le permitieron dar una visión un tanto poética y espiritual a su libro “las miserias del proceso penal”.
El autor advierte de manera práctica pero a la vez muy completa las formas en que el derecho se aplica y de que manera debería ser aplicado, como también, analiza a los distintos sujetos del proceso, el juez, el abogado y el preso dando a este ultimo un protagonismo esencial en su relato. Muestra las falencias del proceso penal dejando entre ver su marcado acercamiento por el catolicismo el cual se ve reflejado en varios de los capítulos que escribe, como así también la inevitable comparación entre la justicia impartida por el juez, y dios, el primero, hombre imparcial, encargado de buscar la verdad, es representado con la toga, símbolo distintivo que también marca la diferencia entre el y las partes, quiénes serán los que van a ser juzgados. Es el que tiene el “poder” de dictaminar si se es culpable o inocente y, según Carnelutti, no solo debe buscar la verdad sino que también debe tomar en cuenta su historia. También habla de Dios como el que de alguna manera imparte el castigo a través del pecado cometido por el hombre.
El relato nos invita a discernir como a replantear la manera en que tomamos el derecho y de como nosotros, como futuros abogados , debemos no solamente quedarnos con lo que nos cuenta nuestro defendido, o sea el acto en si, sino que también debemos acompañarlos y conocer su historia, y de esa manera comprender las razones que llevaron a ese individuo a cometer el delito por el cual esta siendo juzgado, a no ver al delincuente como un ser despreciable que comete un delito sino que también es alguien que puede redimirse y civilizarse. Habla también del preso como alguien necesitado a quien se debe brindar caridad y comprensión, de las esposas como símbolo del derecho que revelan la naturaleza y desventura del hombre, de la cárcel como lugar para socializarse, de la condena social y sus consecuencias y de que manera también se puede estar preso de uno mismo.
Este libro sin dudas, es una interesante y poco común manera de ver el derecho penal.
Iniciando la labor critica de la obra, “Las miserias del Proceso Penal” del autor Francesco Carnelutti, veo la necesidad de dar una opinión un tanto subjetiva de todo lo mencionado en el texto, tomando en cuenta no solo lo leído sino también el peso de la historia que sin lugar a duda tiene mucho que ver, ya que en ella no solo se refleja el pasado y presente sino que también se asoma un futuro que proclama nuevos cambios, cambios que todavía no se ven reflejados, pero que de alguna u otra manera el paso del tiempo ira modificando hasta llegar a tener un aparato carcelario que no solo ampare sino que también sea efectivo para re encauzar y civilizar a los detenidos.
Lo que el libro refleja es el análisis del preso, la figura del mismo en el procedimiento, lo describe como el individuo desprotegido y miserable al cual se le debe compasión y a quien -según el autor- para juzgar debemos primero conocer su historia.
El hombre en la jaula, como lo describe Carnelutti, no es sino una metáfora del encarcelado la cual lo asemeja a una bestia o animal peligroso, hace mención a una escena donde se lo ve al preso enjaulado y en contraposición a la majestad de los hombres en toga, en ese instante, la impresión de aquella contraposición lo redime, ve al preso como “necesitado, necesitado necesitado…”, y hace sentir la caridad ante esa necesidad, le recuerda al vigésimo quinto capitulo de san Mateo, en la Biblia, dónde el discurso de cristo traza una escala de los necesitados, y precisamente es reveladora para él porque en aquellas palabras, encuentra el sentimiento de la compasión el cual le hace reflexionar que –para el-, el preso es el mas pobre de los hombres, el encarcelado -dice- es quien esta mas necesitado pero no como una necesidad corporal sino espiritual de compasión. Ésta forma de percibir no le refiere al delincuente a quien detesta y causa horror, sino que hace mayor hincapié en la figura del preso, por eso considero que el punto mas importante de la obra es este, hace recorrido del procedimiento en el libro pero siempre tomando en cuenta la situación del preso desde que ingresa al sistema punitivo pasando por su juzgamiento, la referencia a la importancia de tomar en cuenta su historia personal la sentencia penal, el cumplimiento de la sentencia, la liberación y duro proceso de la reinserción en la sociedad, la estigmatización sufrida, la condena social, por esta razones voy a abordar el análisis partiendo de el capitulo de “el preso”, considero necesario referir los antecedentes históricas del sistema carcelario para entender un poco la evolución a un sistema mas humanizado con respecto al tratamiento del preso, el inicio del sistema carcelario, el método de control físico-psicológico, la reinserción en la sociedad, la desilusión de la condena social, finalmente el rol que debe adoptar el abogado frente a su defendido mediante la observación de los art. Cuatro, cinco y seis de la norma de ética profesional de la Provincia de Buenos Aires.
DESARROLLO: Es importante advertir que este sistema de castigo es relativamente nuevo si consideramos la historia represiva del derecho penal, en efecto si consideramos los sistemas punitivos anteriores al siglo XIX, vemos la crueldad y vejaciones inhumanas que recibían los presos, en donde se utilizo el castigo sobre el cuerpo mismo del condenado. Ya se advierte esto en la antigüedad, en el código de Hammurabi la ley del talión, la ley del ojo por ojo, diente por diente sangre por sangre, y el cual se mantuvo en la sociedades relativamente avanzadas como la antigua roma en condenas como exhibición publica, donde se buscaba dar un castigo ejemplar en lugares públicos como plazas y centros cívicos. Esta metodología de castigo se mantuvo en toda la edad media, Michael Foucant en su libro “Vigilar y Castigar” referencia a modo de ejemplos, los suplicios al que eran sometidos los condenados, la utilización de una crueldad casi diabólica por verdugos y amparados por el sistema penal primitivo, en esta etapa el imputado no tenia ninguna garantía procesal ni tutela jurídica alguna, los condenados en este sistema cruel eran sometidos a procedimientos sistemáticos de tortura en donde la pena mas alta era la muerte, que se producía a través de aparatos de muerte como la guillotina, la rueda, el desmembramiento, la horca o por sistemas tarifados en donde por cada tipo de delito correspondía el cercenamiento de un miembro determinado del cuerpo del condenado, Foucault refiere la horrible crónica de la ejecución de la pena de muerte a un regicida que se extendió por dieciocho días. “…el castigo ideal del regicida seria, pues, la suma de todos los suplicios posibles. Seria la venganza infinita: las leyes francesas, en todo caso, no preveían pena fija para esta especie de monstruosidad. Fue preciso inventar la de Ravaillac combinando las más crueles que se habían practicado en Francia. Se quisieron imaginar las mas atroces realizadas hasta entonces. Hubo proyectos, pero se las juzgo menos perfectas, y se repitió, por lo tanto la escena de Ravaillac. Y hay que reconocer que hubo moderación, si se piensa como en 1584 fue abandonado el asesino de Guillermo de Orange a lo infinito de la venganza, ….El primer día, fue conducido a la plaza, donde encontró un caldero de agua hirviendo, en la que fue introducido el brazo con que había asestado el golpe. Al día siguiente, le fue cortado este brazo y, como cayera a sus pies en el acto, lo empujo con el pie, haciéndolo caer junto al patíbulo; al tercer día, fue atenaceado por delante en las tetillas y en la parte delantera del brazo; al cuarto, fue igualmente atenaceado por detrás en los brazos y en las nalgas; y así consecutivamente, este hombre fue martirizado por espacio de dieciocho días….El ultimo día, fue enrodado y finalmente “fajado”. Al cabo de seis horas continuaba pidiendo agua, pero no le dieron. “finalmente se le pidió al lugarteniente de lo criminal que lo hiciera rematar y estrangular, con el fin de que su alma no se desesperara y se perdiera”. (Brantöme, Memoires, La vie des hommes illustres, de 1722, t II, pp. 191-192.) Todo este mecanismo cruel fue suavizándose a la luz de la evolución de las reglas del derecho y de los procedimiento penales ha surgido ya a fines del Siglo XVIII un cambio en la sensibilidad colectiva, un progreso del humanismo, o al desarrollo de las ciencias humanas. La prisión, pieza esencial en el arsenal punitivo marca un momento importante en la historia de la justicia penal: su acceso a la humanidad, cambia la visión social que genera una nueva legislación que define el poder de castigar como una función general de la sociedad que se ejerce de la misma manera sobre todos sus miembros y en la que cada uno esta igualmente representado; pero al hacer de la detención la pena por excelencia, esa nueva legislación introduce procedimientos de dominación característicos de un tipo particular de poder , aparece una justicia que se dice” igual”, un aparato judicial que se pretende “autónomo”, pero que esta investido de las asimetrías de las sujeciones disciplinarias, esa es la conjunción de nacimiento de la prisión, “pena de las sociedades civilizadas”. “no ha sido la casualidad, no ha sido el capricho del legislador que han hecho del encarcelamiento la base y el edificio casi entero de nuestra escala penal actual: es el progreso
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