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EL ARTE COMO EXPRESIÓN RITUAL Y RELIGIOSA


Enviado por   •  28 de Octubre de 2015  •  Apuntes  •  9.298 Palabras (38 Páginas)  •  270 Visitas

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EL ARTE COMO EXPRESIÓN RITUAL Y RELIGIOSA

La Prehistoria: en los orígenes del arte

        A partir del Paleolítico Superior (35000-8000 a.C.) comienza a rastrearse la aparición de objetos artísticos expresamente concebidos como tales. Con frecuencia en ellos es difícil deslindar la mera funcionalidad del valor estético. Sin duda, la representación, es decir, el sustituir una realidad por otra de distinta naturaleza que sólo visualmente guarda alguna relación con la primera, fue la primera gran aportación del hombre de este periodo al campo artístico. Puede parecer poco útil el detenerse en analizar manifestaciones artísticas tan antiguas y primitivas. Sin embargo, siguen alimentando una fascinación por lo ancestral debido a su variedad (en técnicas, materiales, modos de expresión, temas), a que manifiestan el origen primordial de los modos de expresión (preceden a la cultura escrita y nos devuelven los sentimientos y emociones ancestrales que laten en el inconsciente colectivo) y al increíble contraste entre la precariedad de la vida material de los periodos de la prehistoria y la perfección e inventiva formal que demuestran las primeras manifestaciones artísticas y que la ruptura de las vanguardias históricas a principios del siglo XX permitió reivindicar en toda su amplitud y valía.

El factor material

        Desde el Paleolítico, el hombre utiliza como soportes artísticos lo que la Naturaleza le ofrece. Así, se distingue el arte parietal que se ejecuta sobre las paredes rocosas de las cuevas o abrigos montañosos, del arte mobiliar u objetos exentos, realizados por lo general en hueso o asta, así como en piedra y en algún caso en barro. Con estos humildes materiales el artista paleolítico fue capaz de crear obras de valor artístico, empleando como técnicas la pintura, el grabado y la escultura. Para la primera los pigmentos o material colorante provenían de minerales pulverizados, ligados con un aglutinante que podía ser resina, grasa, tuétano, agua e incluso sangre. El grabado requería de algún objeto punzante con el que realizar incisiones en la piedra aunque en ocasiones ésta se cubría de una delgada capa de arcilla sobre la que impresionar sus propios dedos. Por último, el escultor paleolítico empleó raederas y punzones de materiales más duros que las piedras que labra, denotando un notable interés por la expresión de los volúmenes, hasta el punto de aprovechar en ocasiones las propias protuberancias de las rocas para generar sensación de bulto. Las manifestaciones pictóricas y escultóricas de los periodos posteriores hasta la Edad de los Metales permanecerán prácticamente invariables.

Los temas y su función. Arte y magia

        El protagonista indiscutible del arte paleolítico es el animal. En una época de extrema precariedad material en la que el ser humano conoce un horizonte de vida de mera subsistencia, la representación de los animales revela la fascinación e incluso el complejo de inferioridad que el hombre siente ante las fuerzas de la Naturaleza. Ésta es la explicación que se da al hecho de que porcentualmente las representaciones del ser humano en el arte paleolítico sean mínimas frente a la abrumadora mayoría de representaciones animalísticas. No todos los animales eran representados ni con la misma frecuencia. En el conjunto del arte paleolítico el caballo es el animal figurado con más frecuencia, seguido por bisontes, uros y ciervos. Ello obedece a razones de tipo ideológico y ritual difíciles de concretar.

        Con mucha menor frecuencia de representación, la figura humana puede aparecer completa, singularmente las representaciones femeninas que conocemos como venus paleolíticas, o sólo parte, fundamentalmente las manos y los órganos sexuales. A caballo entre la temática animal y humana se encuentran los llamados seres antropormorfos que mezclan ambas naturalezas en una misma representación, probablemente al querer figurar a hechiceros o brujos disfrazados con máscaras durante la realización de rituales. Estas fascinantes representaciones han hecho reflexionar a Giedion que “a lo largo de toda la prehistoria, el hombre se nos presenta como oprimido por un eterno complejo de inferioridad en presencia del animal. Parece avergonzarse de la forma que le ha dado la naturaleza. Oculta su rostro, desprecia su cuerpo” mientras que “veía en el animal un ser superior al propio hombre (…), el ídolo indiscutible”.

        Quizás aún más sorprendente sea un tercer género temático, el de los signos, figuras geométricas abstractas sin referencia concreta a una realidad de la Naturaleza que avalan la capacidad intelectual del hombre que supera en ellas la mera reproducción, con mayor o menor fidelidad de la Naturaleza. Son de muy diverso tipo, destacando los tectiformes (cuadriláteros divididos en compartimentos como una cuadrícula) y los claviformes (líneas  con algún saliente).

        Sin embargo, en la pintura levantina, datada fundamentalmente a partir del periodo Epipaleolítico (desde el 6000 a.C.), y en la pintura esquemática, propia del Calcolítico y Edad del Bronce (2.000-900 a.C.), esta jerarquía temática se ve considerablemente alterada. La representación del ser humano aumenta hasta equipararse al animal con una considerable novedad, la aparición de escenas (bélicas, de caza, de carácter ritual e incluso de la vida cotidiana), en las que la figura humana es protagonista indiscutible y orgullosa de las actividades que realiza. Estas novedades temáticas vienen a reflejar la creciente confianza del ser humano en la relación con su medio, a la par de la sedentarización que conllevan los nuevos modos productivos de la agricultura y la ganadería. En estos periodos, la temática animal (cápridos, cérvidos, bóvidos, équidos y otros) sigue presente, aunque dependiente de la figuración humana y, a diferencia de ella, su representación es más naturalista frente a la más esquemática del ser humano. En la pintura esquemática, además, tienen especial relevancia los símbolos abstractos (puntos, rayas, espirales…)

        Todos estos temas, representados con esfuerzo en las paredes de las cuevas, debieron obedecer a una motivación suficientemente importante. Superada la decimonónica interpretación del arte por el arte, es decir, que el arte paleolítico no tenía mayor finalidad que la delectación estética, durante el siglo XX se han enunciado teorías sobre el valor simbólico de estas representaciones que sin ser universalmente válidas pueden aplicarse a numerosos casos. Entre ellas destaca la de la magia simpática, enunciada por Salomón Reinach, quien ve en el arte paleolítico una intención de propiciar el éxito en la caza y en la reproducción, lo que aseguraba la supervivencia. Para ello se trasladaba a la imagen artística aquellas acciones que querían que sucediesen en realidad (reproducción y abundancia de los animales, mujeres gestantes, animales heridos en la caza), imágenes que surtirían efecto por “simpatía” a través de rituales mágicos y que aparecerían en espacios considerados como santuarios. Esto otorgaría al artista la misma dimensión mágica que a sus obras, de suerte que constituiría una especie de protobrujo o chamán. Sin embargo, no siempre los animales representados forman parte de la alimentación de los grupos humanos de la época.

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