EL BARROCO
Nayeli Huamani CalaniBiografía17 de Mayo de 2022
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EL BARROCO
Barroco es un término que procede del francés baroque y que permite nombrar a un movimiento cultural y estilo artístico desarrollado entre el siglo XVII y mediados del siglo XVIII en Europa y posteriormente en la colonia americana y se caracterizó por la ornamentación excesiva. La búsqueda de lo bizarro y lo sorprendente, el cultivo del artificio y el enigma y la visión del mundo como un laberinto espejeante de locura y guerra caracterizaron entre tanto el barroco literario, que alcanzaría su máximo brillo en el Siglo de Oro español con los sonetos de Garcilaso de la Vega, el culteranismo de Góngora, el conceptismo de Quevedo, el misticismo de San Juan de la Cruz, la prosa de Cervantes, las sátiras de Gracián, las comedias de Lope de Vega o los dramas de Calderón de la Barca.
El Conceptismo
Corriente literaria surgida en el barroco. Otorgó una especial importancia a la idea o concepto, de ahí su nombre, al igual que la exposición de esta reflexión. El teórico y crítico por excelencia del conceptismo fue Baltasar Gracián, pero sus mayores representantes literarios fueron Lope de Vega y Francisco de Quevedo. Valiéndose de recursos de la retórica clásica, por ejemplo, de la metáfora, la elipsis, la antítesis, la alegoría o el paralelismo, así como de ingeniosos juegos de palabras y retruécanos, los conceptistas dieron preponderancia a la agudeza intelectual y al contenido de las obras sobre cualquier otro criterio.
Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580 -Villanueva de los infantes, 1645)
Satírico implacable, moralista estoico, novelista de la picaresca, poeta del amor ardiente y de la contemplación metafísica, Francisco de Quevedo y Villegas es quizá la figura más compleja y contradictoria del Siglo de Oro. De familia aristocrática, estudió con los jesuitas en Madrid y en la Universidad de Alcalá, y, entre 1601 y 1606, también en Valladolid, a raíz del traslado de la corte a esta ciudad.
La novela picaresca El buscón, en la que critica cáusticamente a la sociedad decadente de su época, data de estos años, en los que también se hizo popular como autor de letrillas satíricas y burlescas como Poderoso caballero es don Dinero. Alabado como poeta por figuras de la talla de Cervantes y Lope de Vega, el joven Quevedo decidió, sin embargo, hacer carrera en la política y, tras el nombramiento de su protector, el duque de Osuna, como virrey de Nápoles, viajó a Italia en 1613 y se desempeñó durante siete años como su consejero y agente diplomático. En 1620, el duque perdió el favor real, y el poeta fue confinado en su casa de La Torre de Juan Abad, por la que libraba un largo y costoso pleito de posesión. Luego fue encarcelado brevemente en Uclés. Junto con numerosas diatribas satíricas y diversas obras políticas y morales de corte estoico, las cinco piezas en prosa de Los sueños (1605 - 1622) reflejan sus desengaños en esta accidentada etapa de su vida. La marginación de la política, a la que se añadió una profunda crisis religiosa y espiritual, dieron paso en los años siguientes a un prolífico período poético, dominado temáticamente por la veleidad del mundo material, el paso del tiempo, el amor trascendente y la urgencia metafísica. Sonetos amorosos como Amor constante más allá de la muerte y algunos de los salmos o poemas metafísicos del autor figuran entre lo más destacado de su producción de esta época de infortunio y contemplación. Acusado de conspirar contra el trono en 1639, fue encarcelado una vez más este año en San Marcos de León. A su liberación, en 1643, era ya un hombre viejo, sin alegría ni salud. Los volúmenes Parnaso español (1648) y Las tres musas (1670) recogen cerca de mil de sus poemas, que representan la cúspide de la concisión, la agilidad y la brillantez verbales de la escuela conceptista, de la que fuera el más excelso representante. Quevedo, en vida, se había ocupado menos de publicarlos que de atacar por escrito a sus enemigos políticos y rivales literarios y, especialmente, a Luis de Góngora, la gran figura del rival movimiento culterano. El sátiro burlón, el moralista profundo y el poeta excelso conviven en este magnífico legado, uno de los tesoros más apreciados de las letras castellanas.
Juan del Valle y Caviedes (Andalucía, 1652 - Lima 1697)
Llegó muy niño al Perú donde pasó su juventud de forma disipada. Luego de un viaje a España regresó a América para encargarse de los negocios de su familia. Se dedicó a la minería y al comercio sin mucha suerte terminando por establecer una pequeña tienda en uno de los locales o "cajones" de la ribera del Rímac, por lo que se le conoce como el "Poeta de la Ribera". Aquí pasó el resto de su existencia, aquejado de algunas dolencias desconocidas, que los médicos no aciertan a curar. Caviedes murió a fines del siglo XVIII.
Obras
Caviedes reunió algunos de sus poemas en un volumen titulado Diente del parnaso, aunque muchos de sus textos circulaban en copias manuscritas o eran repetidos de boca en boca. También se conocen algunas piezas escénicas, al parecer destinadas a las fiestas populares. Entre estas se cuentan: El amor alcalde, Baile cantado del amor médico y Baile del amor tahúr.
Características
Caviedes escribió numeroso romances, décima y cuartetas de estilo satírico donde se burla de los médicos ineficaces, aunque también se encuentran burlas contra las costumbres y los tipos sociales de su época. Por su estilo ha sido comparado con Quevedo. Aunque en ocasiones sus textos presentan defectos formales, resultan valiosos por la pintura que ofrecen de la sociedad limeña del siglo XVIII.
DÉCIMAS
(Coloquio que tuvo con la muerte un médico, estando enfermo de muerte)
El mundo todo es testigo,
muerte de mi corazón
que no has tenido razón
de estrellarte así conmigo;
repara que soy tu amigo
y que de tus tiros tuertos
en mí tienes los aciertos:
excúsame la partida,
que por cada mes de vida,
te daré treinta y un muertos.
Muerte, si los labradores
dejan siempre que sembrar,
¿cómo quieres agotar
la semilla de doctores?
Frutos te damos mayores,
pues con purgas y con untos
danos a tu hoz asuntos
para que llenes tus trojes1,
y por cada doctor coges
diez fanegas2 de difuntos.
No seas desconocida
ni conmigo uses rigores
pues la muerte sin doctores
no es muerte, que es media vida:
pobre, ociosa y destruida
quedarás en esta suerte
sin quien tu aljaba3 concierte,
siendo en tan grande mancilla4
una pobre muertecilla
o muerte de mala muerte.
Muerte sin médico es llano
que será, por el que infiero,
mosquete sin mosquetero,
espada o lanza sin mano:
temor te tendrán en vano,
pues aunque la muerte sea
tal, que todo cuanto vea
se lo lleve por delante,
que a nadie mata, es constante
si el doctor no la menea.
Muerte injusta, ¿a mí también
me tiras por la tetilla?
mas ya sé no es maravilla
pagar mal el servir bien:
por Galeno5 juro, a quien
venero, que si el rigor
no conviertes en amor
sanándome de repente,
y muero de este accidente,
que no he de ser más doctor.
Mira que en estos afanes,
si así a los médicos tratas,
que han de andar después a gatas
los curas y sacristanes.
Porque soles ni desmanes,
la suegra y suegro peor,
frutas, nieves y licor;
bala, estocada ni canto
no matan el año tanto
como el médico mejor.
- . granero
- . medida de capacidad
- . caja portátil para llevar flechas
- . carencia, falta
- . célebre médico griego
Para labrarse fortuna en los palacios
Para hallar en Palacio estimaciones se ha de retener un poco de embustero, poco y medio de infame lisonjero, y dos pocos vales de bufones. Tres pocos y un poquito de soplones y cuatro de alcahuetes recaderos, cinco pocos y un mucho de parleros, las obras censurando y las acciones. Será un amén continuo a quanto hablare el Señor el Virrey a quien sirviere y cuanto más el tal disáratare aplaudir con más fuerza se requiere, y si con esta ganga continuaré en palacio tendrá quanto quisiere.
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