EL CHICO DE LOS CDS
Narryftniall24 de Septiembre de 2014
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Harry, hijo, debes levantarte. Es tarde
Se escucho una voz femenina adentrandose en la habitación a obscuras. Seguidamente abrió las cortinas y un poco las ventanas. El chico se revolvió en su cama quejumbroso, cubriéndose con las mantas por encima de su cabeza.
-Harry, por favor.
El chico hizo caso omiso. Su madre suspiró, se acercó hasta el y depositó un suave beso en su cabeza por encima de las frazadas.
Eran mediados de los noventa. Las calles de Inglaterra estaban cubiertas por una vasta niebla aquel otoño.
Anne se encontraba en la cocina preparando el desayuno para su hijo. Harry era un chico especial. Había sido diagnosticado desde pequeño con un trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Es una especie de enfermedad que afecta el poder socializar correctamente con las personas. Ya sea dificultando el desenvolvimiento verbal con otros o carecer de la habilidad de hacer interactuar facilmente con la gente. todo en su cabeza se encontraba bien. No tenía ningún tipo de problema cognitivo. No era un genio ni un estúpido. Su cerebro era el de un niño normal. La persona más allegada a el, su madre, era con quien más palabras intercambiaban. Cualquier tipo de contacto humano que no fuera ella lo ponia nervioso. Había sufrido un ataque de pánico en la escuela cuando era pequeño, los maestros y sus compañeros se asustaron mucho y no tenían ide a de cómo contenerlo, no fue hasta que su madre llegó al establecimiento cuando finalmente logró calmarlo. Desde aquel día, sus padres decidieron que estudiaría en casa con una persona de confianza, sin exponerse a tanta gente a su al rededor que pudiera sofocarlo. Ningún especialista había sido capaz de decirle con precisión si Harry dejaría de ser así en algún momento de su vida. Pero ella no perdia la esperanza.
Oyó los pasos del chico bajando las escaleras y se volteó ocultando algo tras su espalda. El adolescente de dieciséis años entró en la cocina lentamente vistiendo su pijama a rayas, con sus rulos alborotados y frotando uo de sus ojos con su puño.
-Hola corazón. ¿Qué tal dormiste?-Preguntó en un tono dulce mientras servía las cosas en la mesa
El chico sólo encogió de hombros, sin ser grosero, y tomó asiento.
-Come antes que se enfríe.
Era jueves. Harry tenía clases particulares en el living de su casa de lunes a jueves con una mujer muy agradable llamada marianne. Ella era la instructora de Harry desde hacía años, estaba acostumbrada a su comportamiento y el podía confiar en ella. Los viernes tenía cita con su psicóloga. No pasaba tanto tiempo con esa mujer como lo hacía con Marianne. No habían formado un vínculo afectuoso entre ellos, entonces su conversación era mas reducida. Los sábados eran sus días libres. Su madre no le exigía absolutamente nada los sábados. Podía dormir hasta la hora que quisiera invertir su tiempo como le diera la gana. Los domingos era los días menos favoritos de Harry. Su familia se reunía en casa de sus abuelos a almorzar juntos. Iban sus tíos y sus primos y el tenía que soportar ese contacto humano durante un par de interminables horas.
Los jueves tenía clases de matemáticas. Odiaba las matemáticas. No era malo en ellas, simplemente no eran de su agrado y Anne lo sabía perfectamente. Entonces siempre buscaba la forma de compensarlo, ya sea con su comida favorita o algún presente.
-Harry-Llamó suavemente haciendo que el aludido dejara de comer y se fijara en ella-tengo algo para ti-pero el chico, como la mayor parte del tiempo, tenía una mirada inexpresiva.
La mujer sacó sus brazos de atrás de su espalda y le mostró que en sus manos sostenía un CD de música que Harry quería. Se lo tendió y el lo tomó observándolo detenidamente, admirando cada detalle, como con cada regalo que su madre le obsequiaba.
-Es el que querías ¿verdad?-El asintió sin dejar de ver el objeto-¿No hay nada que quieras decirme?
Harry dejó de observar el Cd para verla a los ojos y luego de unos segundos finalmente dijo le dijo un simple gracias con una muy diminuta sonrisa.
Su madre sonrió ampliamente. Harry hablaba poco, entonces cada vez que lo hacía se sentia inmensamente feliz.
-Bien. Iré a hacer las compras. Esmérate en la clase de hoy y tal vez cocine algo delicioso sólo para ti-le guiño un ojo.
El chico sólo se limitó a asentir manteniendo aquella pequeña sonrisa, mietras veía como su madre abandonaba la cocina.
El viernes por la tarde había llegado el momento de estar una hora recostado en aquel diván. No era algo que le molestara. Era cómodo y Stella, su psicóloga siempre hacía su mejor esfuerzo para tratar de sacarle información a Harry sin necesidad de bombardearlo con preguntas y hacer que se sintiera presionado.
Ella hacía preguntas, el respondía la mayor parte con gestos corporales como encogerse de hombros y negar o asentir con la cabeza y ella anotaba todo en una libreta que siempre llevaba encima durante las sesiones. Pero a veces también respondía mas ampliamente.
-Dime Harry ¿Cómo van tus clases? ¿Algo que quieras comentar?
-Odio las fracciones-dijo al cabo de pensar varios segundos su respuesta.
¿Pero logras entenderlas-el asintio-Bien, no puede ser tan malo entonces. Las frascciones no han matado a nadie hasta el día de hoy. Y dime ¿Cuándo fue la última vez que saliste de tu casa? Sin contar las sesiones y las reuniones familiares.
Harry esta vez meditó durante minutos. El no había hecho amigos. No tenía lugares a los que le interesara ir. Entonces no hallaba motivos para salir de su hogar. Se limitó a negar con su cabeza.
-¿No? No lo recuerdas-pregunto la mujer-¿Se debe a que fue hace mucho tiempo?-el asintió
-Bien. No hay ada de malo en eso. Uno siempre se siente a salvo del mundo exterior en su casa. Sin embargo deberías analizar la posibilidad de salir-el chico hizo una mueca con sus labios dejando en claro que la idea no le emocionaba en lo mas mínimo-Bien, esto es todo por hoy. Hablaré con tu madre y en unos minutos podrán irse.
La psicóloga se encargó de decirle ella misma a Anne que incentivara a Harry a salir de su casa. Que lo hiciera hallar razones para querer hacerlo. Le explicó que un día de ellos no estarían para el y necesitaría valerse por si mismo. No necesitaba ser la gran cosa al principio. Sino ir progresando regularmente. Su madre lo comprendió y dijo que haría todo lo posible.
Al otro día era sábado. Era la oportunidad perfecta para tratar de convencer a Hary de salir.
-Harry-lo llamó algo dudosa tratando de sonar casual. el emitió un sonido sin dejar de comer, sólo para hacerle saber que la había oído-Iré al centro comercial unos momentos ¿Te gustaría acompañarme?
Harry la observó con el ceño fruncido. Definitivamente lo estaban subestimando, sabía perfectamente que la petición de su madre se debía seguramente a algo que su psicóloga le había dicho mientras platicaban a solas. Su pensamiento reflejo fue negarse, pero al ver el brillo en los ojos de su mama, esperanzada de que aceptara, no pudo hacerlo. Ella deseaba que el pudiera llevar una vida común y corriente, no porque lo considerara una carga, sino porque quería lo mejor para el. Sabía que no sería obligado nunca a nada, y a veces incluso se aprovechaba un poco de eso. Pero esta vez pensó que se sentiría culpable si arruiaba su ilusión rechazando la invitación.
Dudó y dudó, hasta que finalmente dio un largo suspiro.
-Está bien-dijo a secas.
Su madre sonrió feliz sin poder creerlo. tuvo que contenerse para no comenzar a dar saltos a causa de la emoción.
-¡Te compraré lo que quieras! ¡Gracias! ¡Muchas gracias!-decia exaltada. Harry desvio la mirada-Iré por mis cosas.
Cuando se encontró solo comenzó a morder sus uñas. La ansiedad invadía su cuerpo y sentía su estomago ceñirse. Había aceptado salir de su casa. Y no se dirigían a un lugar precisamente tranquilo. Era un lugar repleto de gente.
Harry se cambió de ropa y subió al auto. Hacía mucho tiempo que no se encontraba tan intranquilo. Miles de posibilidades horribles rondaban en su cabeza. Aunque trataba de mantenerlas alejadas, éstas permenecían. Trataba de actuar lo más natural posible para no alarmar a su mama. Anne aparcó el vehículo en el estacionamiento y descendieron de el. El centro comercial estaba a sólo siete cuadras de donde vivian. Pero iban en auto para cargar todos los viveres y las compras en el.
Harry observaba el inmenso edificio con algo de pavor. Más bien, bastante.
-¿Quieres que te tome la mano?-pregunto su mama, pero el se nego.
Harry solía pensar a menudo que su madre lo veía como un niño en lugar de verlo como el adolescente que era. Comenzaron a caminar hacia la entrada. Una vez adentro Harry quedó anonadado. Veía todo lleno de curiosidad. Las luces, los comercios, la música proveniente de algún lugar, el bullicio. En verdad hacía mucho tiempo que no salía de su casa. Se encontraba algo paranoico observando a cada persona que pasaba a su lado. A la defensiva. Vaya a saber uno de que. Anne no había seguido avanzando. Estaba esperando que se acostumbrara al campo visual tan repleto de cosas. Tan complejo. Luego de unos minutos Harry comenzo a caminar lentamente, paso tras paso. Su madre sonrió y lo guió a la
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