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EL CULTO A LA PERSONALIDAD


Enviado por   •  25 de Octubre de 2014  •  Informes  •  5.135 Palabras (21 Páginas)  •  188 Visitas

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ALVARO URIBE VELEZ: EL CULTO A LA PERSONALIDAD

UN FENOMENO SOCIO-POLITICO

El Uribismo, no es ni un partido, ni un movimiento político. Sino que es un fenómeno social, con importancia política, sustentado en el culto a la personalidad o al a persona. Es así que por Uribismo se entiendo en Colombia al apoyo popular a las políticas y programas de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) .

De manera que por culto a la personalidad entendemos la:

Ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje, ponderación excesiva de sus méritos reales, conversión del nombre de una personalidad histórica en un fetiche. La base teórica del culto a la personalidad radica en la concepción idealista de la historia, según la cual el curso de esta última no es determinado por la acción de las masas del pueblo, sino por los deseos y la voluntad de los grandes hombres (caudillos militares, héroes, ideólogos destacados, &c.). Es propio de diversas escuelas idealistas atribuir un valor absoluto al papel de las personalidades eminentes de la historia (Voluntarismo, Carlyle, Jóvenes hegelianos, Populismo) .

Es por esta razón, que para realizar un trabajo completo sobre el Uribismo es necesario analizar las características del ex presidente Uribe y las del pueblo colombiano. Así, como las causas de la divergencia tan marcada entre la popularidad de Uribe y los análisis y evaluaciones de su gobierno despiertan interrogantes de interés. ¿Será que la gran mayoría de electores no entienden la realidad del país y votan equivocadamente? ¿Será que los analistas no entienden al país y a los electores? ¿Será que los intereses de los electores y los de los analistas son divergentes y cada cual promueve el suyo?

Primero, Colombia es un país diverso donde no existe un acuerdo sobre puntos fundamentales como qué es el Estado o cuál es su papel y cuál debería ser la relación entre él y los individuos que lo conforman.

En una organización política moderna los ciudadanos tienen derechos independientemente del Estado, y la Constitución es un instrumento para limitar el poder de los gobernantes de manera que no violen los derechos individuales o abusen del poder. En Colombia la mayoría de las personas no son ciudadanos en el sentido moderno sino siervos que dependen de la benevolencia del gobernante, líder o gamonal de turno. Para ellos el Estado es algo distante al cual no pertenecen. En este contexto, el Estado está controlado por un grupo político o élite que lo maneja de acuerdo con sus intereses, creencias y veleidades. En un Estado moderno, los ciudadanos ejercen sus derechos de manera independiente del gobernante y ellos son parte del Estado. Esto no sorprende en un país donde la mayoría de personas ha padecido violencia, tiene temor de ser robada, asaltada o extorsionada y siente que tiene que protegerse de los demás porque el Estado no la protege. Los colombianos temen tomar un taxi en la calle y los taxistas temen tomar ciertos pasajeros; la gran mayoría ha conocido a alguien que ha sido asesinado o que ha sufrido un “paseo millonario”, secuestro o extorsión.

La inseguridad generalizada genera una búsqueda de tranquilidad y un conservadurismo muy fuerte. Por ejemplo, muchos colombianos que han logrado tener una pequeña vivienda o ser dueños de un taxi quieren proteger sus pequeñas pertenencias y tienen gran desconfianza de quienes proponen cambios radicales en la sociedad. El colombiano en particular y la sociedad colombiana en general son hoy profundamente conservadores.

Para tener un Estado moderno se requiere que los individuos se sientan ciudadanos, con derechos y deberes independientes del gobernante de turno. Se requiere tener confianza en los demás, que también son ciudadanos. Esta confianza genera un sentido de pertenencia que se expresa en sentimientos de solidaridad, reciprocidad y respeto. Cuando no hay confianza en los demás, es imposible tener un Estado y una ciudadanía moderna, porque ser ciudadano requiere identificarse con la sociedad, con todos los demás miembros de ella

Álvaro Uribe fue elegido Presidente en 2002 en un momento en el que la gente tenía temores y sentimientos profundos de inseguridad después de un período en el que se consolidó el narcoterrorismo y se sucedieron gobiernos aparentemente débiles bajo los cuales se fortaleció la guerrilla. La situación era tal que la movilidad en el país se vio disminuida por el temor al secuestro y se llegó a hablar en serio de que las FARC se iban a tomar a Bogotá. Uribe capitalizó esos sentimientos de temor y elaboró una agenda basada en la búsqueda de la seguridad que llamó democrática.

El nuevo Presidente no fue un oportunista. Es cierto que identificó sentimientos profundos de los colombianos y adaptó para ellos su campaña y discurso. Sin embargo, si se buscaba capitalizarlos políticamente se requería tener cualidades de liderazgo, las que mostró con amplitud. Uribe ha sido lo más cercano a un caudillo que ha tenido Colombia en los últimos 50 años de historia.

Como todos los seres humanos, Uribe es producto del entorno de su niñez y primera juventud. Y al igual que la mayoría de los colombianos, es una persona con raíces profundas en la Colombia tradicional del campo, la religión católica y la familia extensa. Además, como tantos otros colombianos, fue marcado por la violencia, especialmente por el asesinato de su padre atribuido a las FARC.

Por eso es posible enumerar cinco cualidades que lo han hecho profundamente popular:

1. Es paternalista. En un país con muchos ciudadanos pre modernos en cuyo imaginario las conexiones personales (las “palancas”, amistades con poderosos, etc.) determinan el acceso a los servicios o al presupuesto del Estado, Álvaro Uribe se conectó con muchos colombianos a quienes los políticos solamente visitaban buscando votos. Los Consejos Comunitarios de los sábados fueron una expresión del paternalismo sincero del ex presidente.

2. Es autoritario. En un país donde los gobiernos anteriores se percibían como débiles, al fin hubo un presidente que “se amarró los pantalones”. Al fin la gente sintió que el presidente quería hacer cosas y exigía que se hicieran. Un corolario de su autoritarismo fue infortunadamente la concentración de poder en la Presidencia y el debilitamiento de muchos ministerios.

3. Es mesiánico. Sin duda el tiene un compromiso para salvar a Colombia y parecería que a lo menos en ocasiones, se ha sentido imprescindible. Pero su sentido de salvación está determinado por su posición frente a las FARC, no por un análisis de los problemas estructurales, institucionales y culturales del país. Por eso, su programa de seguridad democrática se concentró en la lucha contra las FARC mientras en la coalición de gobierno participaron personajes vinculados a los paramilitares y al narcotráfico.

4. Es parroquial y provinciano. Su símbolo, el sombrero aguadeño tradicional de los arrieros, refleja certeramente su cosmovisión. Esta característica le permite sentirse cómodo con gente sencilla, con una visión tradicional del mundo.

5. Es consecuencialista, alguien para quien los resultados priman. El es un hacedor que se fija metas, elabora una estrategia para lograrlas y toma las medidas para obtenerlas. Su énfasis es en resultados, muchas veces a costa de principios. Por eso, no duda en tratar de cambiar las reglas o desecharlas cuando estas son un obstáculo para lograr sus propósitos. En un país donde muchos no conciben las normas como una restricción que debe ser respetada, Uribe no ha sido diferente. Como tiene certeza en la bondad de sus metas, no ha tenido muchas dudas en violar normas que sean un obstáculo para lograr “lo bueno”.

Estas cualidades lo han hecho extraordinariamente popular. En efecto, refleja muy certeramente el ethos de una proporción muy importante de los colombianos. Uribe ha sido realmente el presidente de los colombianos, en contraste con Alfonso López y Virgilio Barco por ejemplo, que actuaban como peces en el agua en Washington o Londres pero que guardaban distancia con los colombianos del común. La sincronía entre Uribe y la mayoría de los colombianos es el fundamento de la identificación de la mayoría con él y la razón por la cual ha tenido un teflón extraordinario.

El contexto de la sociedad colombiana al inicio del primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez estuvo marcado por los siguientes elementos, que condicionaron su actuación inicial:

1) La ruptura del proceso de conversaciones entre el Gobierno y la guerrilla, y la entrada en una guerra de desgaste, expresada en el recurso al sabotaje y al terrorismo, lo cual progresivamente debilitará el mito de la victoria militar rápida sobre la guerrilla. Pero igualmente una posición ambigua de los colombianos: pasan con facilidad de la ilusión de la paz a la ilusión de la guerra.

2) Una creciente pérdida de credibilidad de la política y los políticos frente a la sociedad, expresada en la percepción sobre la inutilidad del Congreso y otros cuerpos plurales de representación política y lo que éstos significan, y a la vez, una profunda desconfianza en los partidos políticos.

3) Una economía en crisis que no parecía encontrar el camino para salir del ciclo recesivo y retomar una dinámica de crecimiento sostenido.

4) Una situación social muy negativa y realmente dramática para muchos compatriotas; se señaló que la sociedad colombiana retrocedió 15 años en cuanto a indicadores sociales se refiere.

5) Un contexto internacional caracterizado por la creciente globalización y la unipolaridad, con un único polo hegemónico en lo político y militar, Estados Unidos, con una nueva agenda global en la cual la denominada lucha contra el terrorismo ocupa el primer lugar y una región andina se encuentra en ebullición por su inestabilidad social, política y económica.

6) Un creciente autoritarismo interiorizado en importantes sectores de la sociedad, que crea un entorno favorable a proyectos político-militares de tipo contrainsurgentes en el ámbito local, regional o nacional, y que alimenta comportamientos excluyentes y de tendencia antidemocrática.

Lo anterior permite entender cómo un candidato típico outsider sin mayores posibilidades de triunfo inicialmente se logra posicionar y termina ganado en la primera vuelta de la elección presidencial.

El gobierno de Álvaro Uribe comenzó planteando la necesidad de una reforma constitucional para hacer viable la posibilidad de gobernar, especialmente en el campo del orden público interno, y para ello propuso cambios en lo atinente al Estado de excepción, pero también se planteó como compromiso de campaña eliminar el Consejo Superior de la Judicatura, la posibilidad de pasar a un Congreso unicameral con mayor participación ciudadana entre debate y debate de cualquier ley, y analizar la viabilidad de un nuevo ordenamiento territorial, todo lo cual conformaba una reforma de fondo a la actual Constitución, o eventualmente una nueva.

La administración iniciada en agosto de 2002 tenía frente a sí una serie de desafíos, entre los que sobresalen los siguientes:

1. Avanzar en la superación de la guerra interna y sus efectos, lo cual conllevaba combinar adecuadamente el fortalecimiento institucional, una clara voluntad reformista, fortalecer la fuerza pública, especialmente en su legitimidad, y una propuesta realista y creíble de negociación. La superación del conflicto armado interno es una tarea urgente a resolver en los próximos años, para lo cual la negociación es un medio, el más recomendable por ser el menos costoso y el más racional disponible, pero solo un medio.

Igualmente incidirá en esa dirección la dinámica en el campo militar, es decir, lo que suceda en la confrontación armada y cómo el Estado sea capaz de mostrar en los hechos un real poder de disuasión, acompañada de legitimidad.

2. Adelantar la reforma política, cuya justificación es el fortalecimiento institucional del Estado y en esa medida potenciarle su legitimidad. Al no ser el actual sistema de representación político-electoral del todo creíble, importantes sectores de la sociedad se consideran como no representados, o por lo menos insuficientemente.

3. Desarrollar una política externa creíble, en un contexto internacional crítico del terrorismo. Este ha sido uno de los frentes más delicados para el Gobierno, por cuanto en los temas relevantes de la agenda global, Colombia está en la mira de la comunidad internacional: tiene un conflicto interno armado en el cual actúan tres organizaciones irregulares que han sido catalogadas por EEUU como terroristas, con crecientes prácticas de este tipo, que afectan a la población civil no combatiente; hay una crisis humanitaria muy grave, con violaciones masivas a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario; el funcionamiento mismo de la democracia cada vez se ve más alterado por el conflicto interno armado y en esa medida su propia supervivencia es un motivo de preocupación mundial; la presencia en territorio colombiano de la mayor área en cultivos de coca y el que, según estimaciones confiables, cerca del 85% de la cocaína producida a escala planetaria se origine en Colombia, coloca el problema del narcotráfico, una de las prioridades de la agenda global, como un eje adicional de preocupación internacional.

Inicialmente el presidente Uribe ha planteado una posición de «halcón» en EEUU y Europa, es decir, solicitar cooperación para enfrentar militarmente el conflicto armado y sus secuelas, dejando la actitud de «paloma» para una eventual intervención de las Naciones Unidas como mediador.

4. Una política económica que brinde un mensaje claro de estabilidad, junto con una política social que tenga como ejes centrales combatir la pobreza y la generación de empleo.

5. Una defensa y consolidación de la democracia colombiana que va más allá de la realización periódica de elecciones, y que implica garantizar el respeto por los derechos humanos de todos los miembros de la sociedad. Es fundamental garantizar las libertades públicas, no solo en lo nacional, sino sobre todo en los espacios regionales y locales, y permitir que los diversos actores sociales y políticos se manifiesten, opinen y critiquen las estrategias desarrolladas por el Gobierno en sus diversos campos de acción. Hay que cuidarse de la tendencia al unonimismo que propicia con frecuencia comportamientos antidemocráticos.

La política pública de seguridad y defensa en un Estado democrático es estratégica, porque se ocupa de la seguridad de las instituciones estatales y de la de sus ciudadanos, es decir, de la protección frente a amenazas y riesgos que pongan en peligro su vida o su desarrollo personal y social. Entonces, el que un gobierno formule una política de seguridad democrática no debe ser motivo de discusión, lo que sí es objeto de controversia en una democracia, es su contenido y los procedimientos.

En una democracia el marco de la seguridad democrática no puede ser otro que el de la Constitución Nacional, el de la ley y el de los tratados internacionales sobre los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.

Toda política de seguridad y defensa parte de una definición sobre las principales amenazas y riesgos que tiene la sociedad en un momento determinado, y es a éstas a las que la política busca dar respuesta. La política del gobierno de Uribe señala estas amenazas: terrorismo, narcotráfico, finanzas producto de este negocio, tráfico de armas, municiones y explosivos, secuestro, extorsión y homicidio. Allí hay una confusión entre amenazas y efectos de las mismas. Realmente, los peligros son cuatro: terrorismo, narcotráfico, delincuencia y potenciales amenazas externas; los demás son sus efectos. Aunque haya un interés en darle relevancia a las consecuencias y en esa medida ubicarlas como prioritarias, esa mezcla puede restarle claridad, precisión y seriedad a la política.

La política se plantea cinco grandes objetivos: 1) consolidación estatal del territorio; 2) protección de la población; 3) eliminación del comercio de drogas ilícitas; 4) protección de fronteras; 5) eficiencia, transparencia y rendición de cuentas.

En cuanto al procedimiento, podemos anotar que en las democracias contemporáneas, incluidas las de la región, viene consolidándose un procedimiento democrático que involucra a la sociedad civil y a los diversos sectores políticos en la definición de las amenazas y los riesgos, así como en la adopción de las respuestas en términos de estrategias de política. Esto ha llevado a la reciente tendencia a formular «libros blancos» de la defensa que recogen estos ejercicios participativos; la defensa de la democracia se da en la medida en que los ciudadanos se sientan vinculados realmente a la misma y a sus políticas, y en esa medida las apoyen no solo simbólicamente.

Lo anterior nos da ya claridad en lo que a la personalidad del ex presidente Uribe, pero el Uribismo no sería lo que es sino hubiera contado con una serie de ayudantes que reforzaran el imaginario popular en que solo Uribe y sus políticas pueden dar garantías al pueblo colombiano. Entre estos personajes podemos destacar las siguientes figuras:

• José Obdulio Gaviria Vélez (La Ceja, Antioquia, 29 de noviembre de 1952) es un abogado y político colombiano. Militó y fundó en su juventud el movimiento izquierdista Firmes. Fue asesor presidencial de Álvaro Uribe Vélez y se le considera el estratega detrás de las ideologías del ex presidente. Es el fundador del Centro de Pensamiento Primero Colombia, que tiene como fin fomentar la doctrina del Uribismo. En las elecciones legislativas de 2014 fue electo senador de la República por el Centro Democrático, en este cargo se posesionó el 20 de julio de 2014.

• Francisco Santos Calderón (nacido en Bogotá, 14 de octubre de 1961) es un periodista y político colombiano. Fue secuestrado por el narcotraficante Pablo Escobar en 1991 y en el año 2000 tuvo que salir de Colombia por las amenazas de muerte de las FARC. Fue elegido como vicepresidente de la República de Colombia y reelecto en el año 2006. En 2010 se desempeñó como director de RCN Noticias de la mañana.

• Marta Lucía Ramírez de Rincón (Zipaquirá;3 4 de julio de 1954) es una abogada y política colombiana. Fue ministra de comercio exterior, embajadora en Francia y la única mujer en ocupar el cargo de ministro de defensa de Colombia. En el año 2006 resultó elegida como senadora de la república por el Partido de la U,4 renunció al senado y a dicho partido en marzo de 2009 después de manifestar falta de garantías al interior del partido para su candidatura a las elecciones presidenciales de 2010.5 En septiembre de 2009, Ramírez ingresó al Partido Conservador Colombiano.6 Fue candidata presidencial por el Partido Conservador Colombiano en el año 2014.

• Juan Carlos Vélez Uribe (Medellín, 6 de febrero de 1965) es un abogado y político colombiano, actualmente senador por elPartido de la U para el periodo 2010-2014. Vélez Uribe es abogado de la Universidad de Medellín, con Especialización en Derecho Administrativo de la Universidad Del Rosario de Bogotá y Diplomado en Finanzas de la Universidad EAFIT de Medellín. Adelantó estudios de Defensa y Seguridad Nacional en la Universidad Nueva Granada - CIDENAL y de Inglés en la Universidad de Georgetown de Washington DC en los Estados Unidos. Además es ex militar de las Fuerzas Armadas de Colombia.

• Carlos Holmes Trujillo García (Cartago, Valle del Cauca, 23 de septiembre de 1951) es un diplomático de Colombia, profesor universitario, constituyente de 19911 y ex candidato a la vicepresidencia de Colombia por el Centro Democrático.

• Óscar Iván Zuluaga Escobar (Pensilvania, Caldas; 3 de febrero de 1959) es un economista, empresario y político colombiano. Se desempeñó como Ministro de Hacienda en el segundo período de gobierno (2006 - 2010) de Álvaro Uribe Vélez hasta su culminación el 7 de agosto de 2010.1 Ha sido concejal (1988-1990) y alcalde (1990-1992) de su municipio, Pensilvania, dirigente empresarial y gremial y Senador de la República (2002-2006). Famoso por su frase célebre "fui el mejor ministro de hacienda de Latinoamérica", Como Senador fue cofundador del Partido de la U. En el 2014 fue candidato a la Presidencia de la República de Colombia por el partido Centro Democrático,2 perdiendo su aspiración en balotaje frente a Juan Manuel Santos.

• Fabio Valencia Cossio (nacido en Medellín, 23 de marzo de 1948) abogado y político colombiano y director del Comité Político Central del Centro Democrático (Colombia) y ha sido elegido por elección popular para integrar el Senado de Colombia. Fue presidente del Senado de la República de Colombia.

• Andrés Uriel Gallego Henao (Marinilla, Antioquia; 1 de abril de 1950 - Medellín, 17 de abril de 2014) fue un ingeniero y político colombiano. Entre 2002 y 2010, fue ministro de Transporte del gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

• Fernando Londoño Hoyos (*Manizales, Caldas, 27 de diciembre de 1944) es un abogado, economista y político colombiano miembro del Partido Conservador Colombiano. Fue Ministro de Interior y Justicia de 2002 a 2004 durante el primer periodo de gobierno del presidente Álvaro Uribe (2002-2006). Trabaja como director del programa de radio La Hora de la Verdad en Radio Red de RCN de Colombia y como columnista de los diarios El Colombiano y La Opinión y anteriormente del diario El Tiempo. Fue inhabilitado en dos ocasiones para ejercer cargos públicos por la Procuraduría General de la Nación, durante 15 y 12 años respectivamente, la primera por abuso de poder al favorecer económicamente los intereses del consorcio Recchi. La segunda por prevaricado contra un juez de Ejecución de Penas.

• Luis Carlos Restrepo Ramírez (nacido en Filandia, Quindío en 1954) es un escritor, político y psiquiatra, doctor en Medicina y Cirugía de la Universidad Nacional de Colombia, especialista en Psiquiatría y magister en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Fue comisionado de Paz del gobierno de Álvaro Uribe Vélez entre 2002 y 2009, año en que renunció para asumir la jefatura del Partido de la U, cargo que más tarde dejaría a Juan Manuel Santos. En la actualidad es investigado por su presunta responsabilidad en la falsa desmovilización del frente Cacica la Gaitana de las FARC y en su contra pesa una orden de captura internacional. Hasta el momento se encuentra prófugo de la justicia.

• Luis Alfredo Ramos Botero es un abogado y político colombiano, nacido en el municipio de Sonsón, Antioquia el día 19 de abril de 1948. Estudió Derecho en la Universidad de Medellín y tiene estudios en Negocios Internacionales de la Universidad de Harvard. Fue presidente del Senado de Colombia y Gobernador de Antioquia.

Las críticas a Uribe las hacen estudiosos y analistas que muchos consideran idealistas o imprácticos alejados de la realidad. Estos rechazan el sistema paternalista tradicional (real) y abogan por la creación de una Nación y un Estado modernos (irreal) en Colombia. Por eso a Uribe se lo critica por haber debilitado las instituciones del Estado, fortalecido grupos con valores pre modernos; por promover un crecimiento económico basado en la explotación de recursos naturales, desarrollando una economía extractiva que no permitió disminuir sustancialmente el desempleo y la desigualdad y que confirmó que la riqueza se “descubre, captura y extrae”, no que aquella se crea con la innovación, la disciplina en el trabajo y el ahorro. Por eso en Colombia se sigue buscando El Dorado.

Colombia es un país pero no es una Nación en el sentido de un pueblo con un proyecto común que genere identidad y solidaridad y ciudadanos con derechos y deberes innatos. Además, como muchos sabemos que el país es muy rico, especialmente en recursos naturales, pero vemos que somos pobres, fácilmente concluimos que “nos robaron”. Por eso, no sorprende que en Colombia el capitalismo sea “salvaje”, es decir rapaz, especulativo y buscador de rentas y negocios que enriquezcan rápidamente.

En contraste con la Colombia tradicional, existe una pequeña Colombia que está abierta al mundo, es globalizada y reconoce la necesidad de reformas sustanciales para que el país se pueda incorporar a las economías modernas avanzadas. Este grupo es muy diverso y no ha generado un consenso sobre qué cambios son necesarios aunque la experiencia en la campaña electoral pasada demostró la existencia de dos grupos de críticos. Por un lado, un grupo busca cambiar el modelo económico y promover reformas tradicionales como la agraria, la fiscal, la urbana, etc. El otro grupo, conformado principalmente por jóvenes con niveles de educación relativamente alto considera imperativo fortalecer el imperio de la ley como un prerrequisito para el desarrollo de una sociedad razonable.

El proyecto de Uribe fue acabar con las FARC y se basó en el temor al secuestro, la extorsión, las vacunas y al asesinato. Así por ejemplo, su plan de desarrollo "Visión Colombia Segundo Centenario, 2019” fija diversas metas para esa fecha incluyendo un país sin drogas ilegales, guerrillas y grupos violentos, pero no explica cómo se llegará a ellas. Implícitamente, supone que utilizando mano dura contra las FARC y generando crecimiento económico basado en la explotación de recursos naturales, especialmente la minería, se tendrá un país en paz.

La visión de Uribe de lo que sería la Colombia ideal es la de un país con unas estructuras productivas y unas instituciones semejantes a las actuales, pero sin violencia. Por eso, en el discurso oficial las FARC eran la “causa” de los problemas del país y la “solución” a ellos era acabar con las FARC, para lo cual había que empezar estableciendo el control sobre el territorio. Para eso utilizó el Plan Colombia, diseñado y desarrollado originalmente por Pastrana, y fortaleció el estamento militar. Esta fue la piedra angular sobre la que se montó la búsqueda de esta meta.

El enfoque seguido por Uribe enfrenta un problema fundamental. Propone desarrollar una secuencia: control del territorio primero para luego proceder con el resto, cuando realmente no se sabe si la meta se puede obtener de esa manera. En efecto, dadas las características de la sociedad colombiana, este enfoque requeriría un esfuerzo mucho mayor que incluyera grandes reformas en la estructura del Estado y de la sociedad.

Colombia es y ha sido una sociedad con estructuras y normas vulnerables que nunca ha tenido un proyecto de Nación, que genere identidad y cohesión social. El país se caracteriza por un individualismo extremo que en muchos es amoral. El proyecto de Uribe no consideró el riesgo de que quienes fueran a hacer cumplir las leyes en zonas de débil presencia estatal podrían sacar ventajas personales mediante el rompimiento de las normas que deberían hacer cumplir.

Así, al enfocarse en la lucha contra “los malos” (la guerrilla) se descuidó el resto de los posibles violadores de la ley y el resultado fue claro: paramilitares y narcotraficantes penetraron las estructuras del Estado en varias regiones y explotaron los presupuestos municipales. Hasta la guerrilla sacó beneficios financieros en algunos municipios. Las Fuerzas Armadas terminaron cometiendo delitos enormes como los falsos positivos. Y la excusa de la “Seguridad Democrática” se utilizó para interceptar las comunicaciones de las Cortes y de los opositores, etc.

El punto es simple. Dadas las características de la sociedad colombiana existe un problema fundamental: ¿Quién guarda a los guardianes de la ley? El proyecto de Uribe asumió que el problema era mucho más sencillo: ¿cómo acabar con los “bandidos” de las FARC? Sin embargo, tuvo una gran acogida. El estilo y discurso de Uribe generó confianza en la mayoría de los colombianos, a quienes no les importó que el país continuara sin solucionar situaciones difíciles, mientras “su asunto personal” se resolviera o simplemente dejara de ser muy grave. Los analistas veían que los problemas no se resolvían y que surgían otros nuevos y reforzaban sus críticas, muchas de las cuales caían en una mayoría de oídos sordos.

Tanto a los defensores como a los críticos de Uribe se les puede decir que realmente él no es ni ha sido el problema puesto que sólo es un reflejo de la sociedad. El problema en realidad es Colombia.

El problema de Colombia es fundamentalmente institucional, es decir de una convivencia de normas de comportamiento conflictivas, lo cual socava la aplicación de cualquier modelo de desarrollo económico.

Hoy abundan las críticas al modelo neoliberal el cual surgió hace veinte años cuando el intervencionismo y proteccionismo se “agotaron”, en gran parte porque las medidas tomadas desde el Estado terminaron siendo formuladas por grupos de interés que no lograron adaptar la economía nacional a los cambios externos. Por ejemplo, en 1970 Colombia tenía una pujante industria textil, aunque altamente protegida. En 1990 estaba quebrada. Las industrias del Estado, como Paz del Río nunca se desarrollaron satisfactoriamente, y durante mucho tiempo operaron a pérdida, etc. Al mismo tiempo la economía ilegal prosperó, la corrupción superó “sus justas proporciones”, y cayó la tasa de crecimiento de la economía.

Los promotores del intervencionismo de Estado no tuvieron respuestas de política a esa situación y la única opción viable fue buscar fortalecer las funciones reguladoras y de control de los mercados por parte del Estado y eliminar su participación en actividades productivas, coto de caza de políticos y sindicatos.

Hoy hay críticos que quieren devolver el reloj y regresar al intervencionismo en el sector productivo. Esta reacción es una respuesta al fracaso del control y regulación por parte del Estado, la cual se expresó en la crisis financiera de hace 10 años, en la concentración de la riqueza, en la incapacidad de los gobiernos locales para ejecutar obras de infraestructura, en el desperdicio y corrupción en programas como Agro Ingreso Seguro, etc. El problema de quienes quieren fortalecer el intervencionismo y controlar los medios de producción es simple: tienen que convencer a los colombianos que ellos actuarán como controladores benévolos que buscarán el bienestar común y no sacarán ventajas individuales. La experiencia del último gobierno de Bogotá resalta claramente el desafío que enfrenta este grupo.

Nadie desde el gobierno o la oposición tiene un discurso que afirme que lo que busca es explotar el Estado para su beneficio personal. Las ideologías siempre presentan modelos que tienen como meta el bienestar común, por lo que los discursos de izquierda o de derecha se utilizan para justificar políticas. Sin embargo, cuando coloquialmente se habla de que “fulano es cuota de zutano” o se acepta como normal hablar del CVY (¿cómo voy yo?) implícitamente se reconoce que hay un conflicto entre las medidas que toma el gobierno y el bienestar común.

Infortunadamente el problema de Colombia va mucho más allá del conflicto entre los modelos neoliberales e intervencionistas o socialistas. Mientras los comportamientos individualistas extremos amorales sean aceptados por grupos significativos de la sociedad, ambos enfrentarán grandes dificultades para establecer sistemas que permitan supervisar y controlar a los guardianes de los recursos del Estado y de la sociedad. La única forma como una sociedad puede vigilar a los vigilantes es por medio de un cuerpo social fuerte donde exista confianza, solidaridad, reciprocidad y solidaridad y respeto al resto. En otras palabras, que exista un “nosotros” que permita que sea la ciudadanía y el control social los que guarden a los guardianes. Mientras esto no se logre, será posible mejorar algunas políticas, pero al final no se resolverán los conflictos estructurales de la sociedad y se continuará “sobreaguando”, es decir logrando mantener una semblanza de orden en el corto plazo sin que se logre construir una sociedad razonable.

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