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EL LÍMITE DEL CAOS

lumarquez1993Trabajo25 de Junio de 2016

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Chapter 1

La obra Crepúsculo le pertenece a Meyer.

Hola, bienvenidas.

Espero que les guste.

EL LÍMITE DEL CAOS

Del bosque a la jungla.

Había huido de Forks cuando tenía diecinueve años.

Se despidió de su padre, quien la miraba de manera estoica desde el otro lado del

cristal. Un simple gesto de levantar la mano y decir adiós resumió en él la

melancolía y la soledad que le producía despedirse de su única hija.

Durante seis meses mintió a Charlie sobre los motivos por los cuales dejaba la

ciudad; ya que por dos años insistió en que su único lugar era aquel pequeño,

lluvioso y aburrido pueblo.

Él la había convertido en ese ser oscuro, miedoso y vulnerable.

De aquella chica graciosa que adoraba bailar aunque no lo hiciera muy bien por su

torpe naturaleza no quedaba nada.

Abandonó a sus amigos, sus libros y su música; toda su niñez murió aquel día.

Ese día, una semana después de graduarse, llegó a su casa con un brazo

fracturado y el rostro golpeado e hinchado. Prefirió contarle a su padre sus

aventuras y correrías con las motos que decirle la verdad.

Aún podía recordar el rostro lívido de Charlie, quien por momentos se olvidó de

respirar pensando en que su niña pudo haber muerto por uno de aquellos malditos

aparatos que él ni sabía que manejaba.

Bella agradeció el largo castigo que éste le impuso, así podría esconderse en su

habitación sin temor a encontrarse con él en alguna calle y terminara con lo que

había empezado esa terrible tarde del jueves.

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En su habitación de niña, Isabella lloraba ahogando sus gemidos entre las cobijas

y almohadas. No podía dejar que Charlie la oyera. No podría ver su decepción y su

culpa al saber que ella lo había desobedecido, y sobre todo que no la había

protegido de él.

En algunas ocasiones, cuando la rabia y la impotencia eran más grandes que ella

misma, cuando la sesión de llanto se prologaba por toda la noche dejando sus ojos

como prueba de ello y tenía que enfrentase a Charlie en las mañanas, simplemente

mentía más, y cada vez mejor. Decía que el yeso le molestaba, que cuando hacía más

frío de lo usual el dolor era insoportable, peor aún, sacaba a colación la muerte de

Renée.

Tema vedado en la casa, ya que su padre aún no lo superaba aunque en el

momento de su muerte llevaban casi trece años de divorciados.

Su pobre papá, un hombre dulce y tierno pero que no tenía la menor idea de cómo

tratar con una hija, mucho menos una adolescente y que además era pésimo lidiando

con los sentimientos, sobre todos los propios, tan sólo atinaba a llamar al doctor

Gerardy. Él era la única persona que sabía lo que realmente ocurrió, pero había

accedido a los ruegos de Bella.

Él temía que, al saberse la verdad, se desataría una tragedia de grandes

proporciones, no sólo por Charlie sino por la familia del directamente implicado y

por la naturaleza violenta del muchacho.

LIBROS, MÚSICA, MOTOS Y RENÉE.

Dejó de escribir en su diario. Le amargó leerlo, la niña que allí se hallaba y la

persona que era ahora no tenían ni punto de comparación.

La Isabella de su diario vivía en una burbuja: obsesionada por los libros, por la

música, con oscuros secretos, si es que así se podían llamar a sus gustos por Poe o

Lovecraft, Rimbaud, Nietzsche, por la novela inglesa del siglo XIX o por aquellos

poetas que vivían entre los rincones de una biblioteca.

En cuanto a la música, no podía negar ser una adolescente: Britney Spears o Avril

Lavigne tenían su espacio en la pared de su habitación, y en algunas ocasiones

cantaba a voz en cuello o en la ducha.

Recordaba que en aquella fiesta le dedico a él TOXIC, porque precisamente eso

era él para ella: toxico y alucinante. Sin embargo, su madre y su genética de rebelde

rockera y trashumante le habían dejado su pasión por Black Sabbath, The Doors,

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Led Zeppelin y The Clash, además por el blues, el jazz y Rachmaninov. ¡Oh, sí! su

madre y su naturaleza salvaje.

Ahora, los libros eran el enemigo. ¿Cuántas veces ha soñado los paisajes de

Cumbres Borrascosas, Jane Eyre y Orgullo y Prejuicio? Ella estaba atrapada por una

pasión capaz de alterar los sentidos y despertar la conciencia.

Quizás era aquel ideal lo que la había llevado a él de manera tan ciega. Su

imaginación y su deseo le habían tendido una trampa.

Nada era verdad. Ella era como él se lo dijo aquel día: "una mosca muerta"

Los libros y la música eran un recordatorio de la voluptuosidad negada.

Renée se había vuelto a casar cuando ella contaba 14 años de edad. Su padrastro,

Phill, era mucho menor que ella. La primera vez que los vio juntos pensó que eran

tal para cual. Aún se acordaba de la sesiones de karaoke donde ambos, como un par

de niños, cantaban Born to be wild.

Su madre, quien le enseñó a montar en moto. Ése era su "sucio secreto" Ni

siquiera Phill lo sabía. Aún siendo menor que Renée, le daba pavor conducir la

semejante monstruosidad que era esa vieja moto guardada en el garaje.

Su madre y su padrastro murieron a los dos años de matrimonio. Un borracho los

atropelló cuando ambos venían de un entrenamiento de Phill en Detroit; Renée

amaba las motos, pero le aterraban los aviones.

Su padre la levantó a las cuatro de la mañana para contarle sobre la tragedia.

Bella presentía que Charlie se apresuró para decirle sobre el accidente no sólo por

la urgencia de la noticia, sino porque él necesitaba más consuelo que su propia hija.

Ella no pudo evitar llorar un mes después cuando escuchó en la radio un especial

sobre las grandes canciones de los setentas; sus lágrimas arrulladas por la voz de

Robert Plant cantando Stairway to heaven.

El duelo fue llevado en silencio, de manera estoica y resignada. Poco a poco, la

mención del nombre de Renée se fue haciendo prohibida tácitamente.

Phill, bendito sea, un año antes de morir adquirió un seguro de vida por más de

ciento cincuenta mil dólares.

Eso la sorprendió. Su relación con él fue cordial, pero gracias más al carácter

bonachón de éste que por la misma Bella, quien era excesivamente tímida con él.

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Seguramente Renée influyó para que en vez de ella fuese su hija la beneficiaria de

esa pequeña fortuna; le entristeció pensar que su mamá presentía que quizás no

llegaría a los cuarenta años.

Siempre creyó que aquel dinero ella lo podría aportar a su relación con él. Le

fastidiaba pensar que quizás su familia la vería como una trepadora sin escrúpulos;

aún así, aquellos miles de dólares eran nada a comparación del terrible y lacerante

dolor de no tener a su madre con ella.

Ahora, aquel dinero era su salvación.

EN CAMINO A OTRA VIDA.

Envió su solicitud a la NYU para estudiar literatura inglesa. Leer era su pasión,

¿qué más podría hacer? Era buena con los números, pero no se veía a sí misma en

una oficina, mucho menos en un banco.

Finalmente, la aceptación de ingreso a la universidad llegó y, con ella, su

esperanza para huir.

Sentó a su padre y le contó sobre sus planes. Éste, naturalmente, se sorprendió.

– Dijiste que no querías ir.

– Lo sé, pero cambié de parecer.

– No creas que no me alegro. No te quiero ver envejeciendo en este pueblo,

trabajando en una estúpida tienda o en algún supermercado. Renée se hubiera

sentido decepcionada, eres demasiado inteligente y talentosa para Forks... pero

admito que me sorprende.

– No es para siempre, Charlie. Además, podemos hablar por teléfono y existe el

internet.

–Bella, solo uso el internet como herramienta de trabajo. Para mí, lo demás es una

pérdida de tiempo, pero te prometo que por ti dejaré de ser tan prejuicioso con esa

máquina.

– Gracias, papá. No creas que quiero dejarte solo.

– No te preocupes, Bella, yo sé que es hora de que te muevas. Yo estaré bien.

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Dos días antes de que se fuera, el teléfono repicó furiosamente durante horas.

Bella no contestaba por miedo a escuchar su voz (había destruido su teléfono por

miedo a que él la torturara), pero su padre le dijo que estuviera pendiente del

teléfono porque había tenido que cambiar los horarios de viaje por problemas con la

aerolínea.

– ¿Papá?

– Soy yo, no cuelgues.

Bella se paralizó. Desde aquel día no lo había visto, ni a él ni a los demás.

– ¿Qué quieres?

– Escuché que te piensas ir. No puedes. Eres mía.

– Ese es tu problema. Nunca fui tuya.

– Eso es porque eres una frígida mosca muerta.

Él sabía cómo lastimarla, no sólo física sino emocionalmente. ¡Nunca más! ¡Jamás!

– ¡Déjame tranquila! Agradece que no le dijera a Charlie lo que pasó.

– ¿Ah, sí? ¿Qué me puede hacer? Es sólo un estúpido policía de pueblo.

– Entonces, ¿por qué no terminaste lo que

...

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