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ENTRE LA REPRESIÓN Y LA CONCERTACIÓN: LOS COCALEROS EN EL CHAPARE Y EN EL PUTUMAYO

juan_itopv23 de Enero de 2014

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ESTUDIANDO LAS MOVILIZACIONES COCALERAS

El Chapare y el Putumayo son regiones que históricamente han estado rezagadas del desarrollo capitalista de Bolivia y Colombia respectivamente. Sin embargo, desde hace dos décadas dicha situación cambió drásticamente con el incorporación de la producción de la hoja de coca destinada a surtir el narcotráfico. Este cambio convirtió a estas dos regiones periféricas, en centrales dentro de la estrategia de lucha contra las drogas debido a la declaración de guerra contra las drogas por parte del presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan en 1981.

Tal como era de esperarse, la lucha contra los campesinos productores de hoja de coca y procesadores de pasta básica de cocaína , produjo graves consecuencias sociales debido a que estos grupos se dedican a dicha actividad como alternativa a las condiciones económicas adversas que enfrentan. Es por ello que han surgido protestas campesinas contra la política antidrogas que se centra en la represión al productor de la hoja de coca y al procesador en primera instancia de la cocaína, es decir, el “cocalero” . En este sentido, estos movimientos sociales constituyen medios de expresión de los cocaleros a través de los cuales buscan exponer y enfrentar los problemas estructurales que los golpean y las razones que los llevaron a cultivar la hoja de coca (Salgado 2000 y Ramírez 2001). En Bolivia ese tipo de movilizaciones han estado presentes desde 1987 y en Colombia se activaron durante el año de 1994 y, tras un corto ciclo de vida en el escenario político nacional (hasta las movilizaciones de 1996), dieron paso a una nueva etapa de ‘tranquilidad’ social en las zonas cocaleras del Putumayo.

Referentes Teóricos

Nosotros asumimos a los movimientos sociales como acción colectiva contestataria, que se constituyen en mecanismos que buscan determinar la agenda política de una sociedad así como estrategias de los sectores subalternos para confrontar al estado como ámbito catalogador e identificador por excelencia. Los movimientos sociales surgen de la presencia de desafíos colectivos que generan incentivos para que se desarrollen o reactiven mecanismos sociales de intervención a dichos problemas. En ese sentido, es importante anotar que ellos pueden surgir de una lógica instrumental , de una lógica identitaria , o de una combinación de ambas lógicas.

Para abordar el estudio de los desafíos colectivos utilizaremos la aproximación de la estructura de oportunidades políticas (Tarrow 1997). Para este enfoque el surgimiento de los movimientos sociales se da cuando es posible reunir los recursos necesarios para transformar la acción colectiva en movimiento social. Según Tilly: “el principal factor de activación [de los movimientos sociales] lo constituyeron los cambios en las oportunidades políticas que originaron nuevas oleadas de movimientos y dan forma a su despliegue. (...): Las oportunidades políticas son a la vez explotadas y expandidas por los movimientos sociales, trasformados en acción colectiva y mantenidos por medio de estructuras de movilización y marcos culturales” (cita en Tarrow 1997: 26-27).

En este sentido, los autores entienden a la estructura de oportunidades políticas como “dimensiones consistentes –aunque no necesariamente formales, permanentes o nacionales- del entorno político, que fomentan o desincentivan la acción colectiva entre la gente. El concepto de oportunidad política pone énfasis en los recursos exteriores al grupo –al contrario que el dinero o el poder- que pueden ser explotados incluso por luchadores débiles y desorganizados. Los movimientos sociales se forman cuando los ciudadanos corrientes, a veces animados por líderes, responden a cambios en las oportunidades que reducen los costos de la acción colectiva, descubren aliados potenciales y muestras en qué son vulnerables las élites y las autoridades” (Tarrow 1997: 49) .

Es importante anotar que estos autores olvidan a los actores internacionales involucrados. Dentro de este contexto, nosotros proponemos una nueva dimensión de la estructura de oportunidades políticas que podríamos llamar ‘estructura de oportunidades políticas internacionales’. Por lo cual consideramos que el principal foco de atención, en nuestro estudio, ha de ser la política antidroga fundamentalmente orientada por Estados Unidos y asimilada por los estados nacionales.

En el caso de las movilizaciones cocaleras es evidente la presencia de estructuras de oportunidades que las moldean e incentivan / desincentivan . En el presente artículo tendremos en cuenta dos elementos que dan forma a los procesos organizativos de los cocaleros en el Chapare y en el Putumayo: por un lado, los recursos externos a los movimientos cocaleros compuesto por las políticas antidrogas y el contexto político nacional. Por otro lado, los recursos internos constituidos por la estructura organizativa previa y los marcos culturales de los movimientos cocaleros.

Trabajaremos, entonces, las movilizaciones cocaleras desde la noción de momentos críticos, siguiendo la idea de Seoane, José y Taddei, Emilio (2000) de la necesidad de elaborar cronologías del conflicto social. En el Putumayo, nos ocuparemos de las movilizaciones cocaleras que se dieron durante el gobierno de Ernesto Samper Pizano (1994-1998) y que empezaron en diciembre de 1994 con un paro cívico en el cual los campesinos se tomaron las instalaciones petroleras de la región y bloquearon varias carreteras importantes a nivel regional. En el Chapare, empezaremos esta cronología del conflicto el 26 de mayo de 1987 con los bloqueos de las principales carreteras que confluían a la ciudad de Cochabamba por parte de mas de 10.000 pequeños productores de hoja de coca que pedían la reformulación del Plan Trienal (Cebid, et al 1993: 47); y la finalizaremos con las marchas ocurridas en el mes de septiembre del 2000 contra el gobierno de Hugo Banzer.

En cuanto a la trayectoria de los movimientos cocaleros consideramos que es esencial analizar las diversas fases de las protestas. Primero, los desafíos colectivos que son percibidos como tal por un sector de la población. Segundo, la elaboración de las prácticas contestatarias que se transforman en movimientos organizados o de tumulto. Tercero, las alianzas que se establecen con otros sectores subalternos. Cuarto, las relaciones con los sectores dominantes. Quinto, los resultados de los movimientos sociales los cuales pueden ser de tipo institucional (por ejemplo a partir de reformas legales o en los programas políticos, así como en la expansión de la representación política), o de tipo cultural, por ejemplo, el impacto en la forma como los grupos se ven a si mismos y son vistos por los otros (los cuales constituyen cambios en la identidad colectiva) .

El artículo está ordenado de la siguiente manera. Primero se presenta el desarrollo de las movilizaciones cocaleras en cada país, enfatizando en los desafíos colectivos que las producen y que activan estructuras de movilización y marcos culturales específicos . En este sentido, ese aparte presenta una somera descripción de los procesos organizativos y de protesta de los sectores cocaleros en el Chapare y en el Putumayo entre 1987 y 2000. Previo a la presentación de esta reflexión el lector se encontrará con un retrato de los dos elementos que consideramos centrales: el contexto social y político del que se alimentan las movilizaciones, y la estructura de oportunidades que abre la puesta en juego de las políticas antidrogas por cada uno de los países.

LAS PROTESTAS COCALERAS EN BOLIVIA

Los recursos internos: Los procesos de colonización y los elementos organizativos previos

Conocer la estructura organizativa previa es fundamental para entender la emergencia de las movilizaciones cocaleras de las últimas dos décadas en Bolivia y en Colombia, países en los cuales dichas estructuras están fuertemente relacionadas con los procesos de colonización que han vivido las regiones del Chapare y del Putumayo.

En el caso de Bolivia se ha anotado la presencia de tres momentos de colonización del Chapare. El primero, durante la década de 1930, fue conducido de manera espontánea tras el fracaso de la Guerra del Chaco (Canaviri 2000: 27). El segundo, a mediados de los 70, se dio cuando el estado despliega esfuerzos para la colonización del trópico Cochabambino en un plan denominado ‘marcha hacia el oriente’ a partir del cual se impulsó contingentes de familias campesinas de distintos distritos del país hacia las zonas tropicales (Arrueta 1994: 33). En ese momento el campesino colono se articula al circuito de la coca en tanto este producto se destina en gran medida a la producción de pasta base.

El tercer período se dio a principios de la década de los 80 con el fenómeno de sequía que se presentó entre 1982 y 1983, del “boom” de la hoja de coca (entre 1980 a 1983), el desmantelamiento de COMIBOL y el despido de mineros en 1985 (Arrueta 1997: 12) . Para Zavaleta Mercado (1983: 227) “Los mineros desocupados participaron en un número elevado en la colonización de Caravi, Alto Beni y Chapare, zonas de nueva frontera agrícola”. Esta idea es compartida por el líder cocalero Edmundo Novillo Aguilar (21/07/2003):

“La organización sindical es ideológicamente fortalecida por los mineros relocalizados. Los mineros eran un sector políticamente muy bien organizado y además muy avanzado en Bolivia. Entonces cuando se da la relocalización muchos mineros también vienen hacia el trópico y son los que en parte también promueven un discurso político. Y son los que

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