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Economia Ispana Romana

cuentasa20 de Febrero de 2014

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La economía de Hispania experimentó una fuerte evolución durante y tras la conquista del territorio peninsular por parte de Roma, de tal forma que, de un terreno prometedor aunque ignoto, pasó a convertirse en una de las más valiosas adquisiciones de la República y el Imperio y en un puntal básico de la economía que sustentaba el auge de Roma.

Índice [ocultar]

1 La economía prerromana

1.1 La estrategia económica de la conquista romana

2 La economía de la Hispania romanizada

2.1 La circulación monetaria

2.2 Minería

2.3 Agricultura

2.3.1 El olivar y el comercio de aceite

2.3.2 El cultivo de la vid y el comercio de vinos

2.3.3 Los tratados de Columela

2.4 El comercio de las salazones

3 Véase también

4 Bibliografía relacionada

5 Enlaces externos

La economía prerromana[editar]

Anteriormente a la entrada de Roma en Iberia, la práctica totalidad de la península se basaba en una economía rural de subsistencia con poco o muy escaso tráfico comercial, excepción hecha de los mayores núcleos urbanos, ubicados sobre todo en la costa mediterránea, que sí mantenían un contacto regular con el comercio griego y fenicio.

La estrategia económica de la conquista romana[editar]

Para más información sobre este periodo histórico véase: Conquista de Hispania.

Tradicionalmente habían circulado por todo el Mediterráneo las leyendas fenicias sobre las infinitas riquezas de Tartesos, y sobre cómo las expediciones comerciales regresaban de la costa hispana cargadas de plata. Indudablemente, estas historias contribuían a incrementar el interés de las potencias mediterráneas por la Península Ibérica.

Tras la derrota en la Primera Guerra Púnica, Cartago se vio agobiada por la pérdida de importantes mercados y por el tributo que debía pagar a Roma como compensación por la guerra. Con el fin de paliar esta situación, decidieron expandirse por la costa de Iberia, que hasta entonces quedaba fuera del área de influencia romana. Cartago, interesada sobre todo en obtener el beneficio rápido, explotó las minas de plata de Carthago Nova y del litoral andaluz, extrayendo importantes cantidades de este metal con el que se financiaría en gran parte la Segunda Guerra Púnica y la campaña italiana de Aníbal.

Por este motivo entre otros, uno de los primeros objetivos estratégicos de Roma al invadir la península fue arrebatar a Cartago las minas de Carthago Nova. En parte debido a la pérdida de estos recursos, y en gran parte debido al aislamiento en que había quedado, Aníbal tuvo que renunciar a la guerra en Italia en 206 a. C.

"Con la plata de las minas de Cartagena pagaron ellos sus mercenarios, y, cuando por la toma de ésta en 209 a.C. Carthago perdió estos tesoros, Aníbal ya no fue capaz de resistir a los romanos, de manera que la toma de Cartagena decidió también la guerra de Aníbal." SCHULTEN A. "Fontes Hispaniae Antiquae"

Tras la expulsión de Cartago, parte de los pueblos indígenas de Hispania quedaron obligados a pagar tributos a Roma a través de una intrincada red de alianzas y vasallajes. A pesar de ello, a lo largo de los siglos II a. C. y I a. C., Roma tuvo a los territorios de la Hispania aún no conquistada como un lugar propicio para el saqueo y la rapiña, rompiendo con frecuencia los tratados de paz que, como los acordados en tiempos de Sempronio Graco, habían permitido periodos prolongados de paz. El levantamiento de los pueblos celtíberos y lusitanos sólo sirvió para aumentar los ingresos de Roma a través de los inmensos botines de guerra obtenidos en campañas como las de Catón el Viejo.

Esta política de obtención de riquezas por la fuerza tuvo su continuidad en las campañas de Pompeyo y posteriormente de Julio César, de quien cuentan las crónicas que acudió no sólo a luchar contra Pompeyo, sino a lucrarse de la conquista para pagar a sus acreedores.

Mientras tanto, la costa mediterránea hispana, que había sido conquistada durante la guerra contra Cartago y rápidamente romanizada, comenzaba su expansión económica y comercial que pronto haría famosa a Hispania en el mundo romano.

La economía de la Hispania romanizada[editar]

Además de la explotación de los recursos minerales, Roma obtuvo con la conquista de Hispania el acceso a las que probablemente fueran las mejores tierras de labor de todo el territorio romanizado. Por lo tanto, se hacía necesario poner aquellas tierras en explotación cuanto antes. Durante toda la dominación romana, la economía productiva hispana experimentó una gran expansión, favorecida además por unas infraestructuras viarias y unas rutas comerciales que le abrían los mercados del resto del imperio.

La circulación monetaria[editar]

Uno de los más indudables símbolos de civilización que las culturas foráneas aportaron a Hispania fue la acuñación de moneda con el fin de facilitar las transacciones comerciales. Hasta entonces, los pueblos peninsulares basaban su economía en el trueque de productos, pero a principios del siglo III a. C., colonias griegas como Ampurias comenzaron la acuñación de monedas, aunque sin influencia más allá de sus límites territoriales.

Posteriormente, Cartago introduciría de forma más generalizada el uso de la moneda como forma de pago a sus tropas, antes durante la invasión romana; pero serían finalmente los romanos los que impondrían el uso de la moneda en todo el territorio hispánico, y no sólo de aquella moneda cuyo valor se basaba en el metal de la misma, sino de otras que, siendo de inferior valor que su aleación, estaban avaladas por el tesoro romano. De la abundancia de monedas halladas, sobre todo de aquellas de valor más pequeño, se extrae la conclusión de que el uso monetario estuvo ampliamente extendido a nivel cotidiano. Durante el periodo expansivo de Roma en Hispania, muchos pueblos de la Península acuñaron sus propias monedas con el fin de facilitar el pago de tributos y el comercio con el área bajo dominio romano.

Durante todo el periodo republicano, era el senado romano el que controlaba por completo la emisión de moneda a través de las magistraturas monetarias, aunque posteriormente, con el auge de los dictadores, su control se redujo a las monedas menores, pasando más tarde muchas de las cecas a control imperial.

Una vez consolidado el poder romano en Hispania, fueron muchas las cecas que acuñaron moneda, como Tarraco (la primera de las cecas romanas en Hispania), Itálica, Barcino, Caesaraugusta, Emerita Augusta, etc. Y a lo largo y ancho del Imperio, más de 400 cecas proporcionaron moneda a la mayor parte de Europa, el norte de África y Oriente Próximo.

Minería[editar]

Bocas de entrada en una mina de cobre en Texeo (Principado de Asturias) explotada en época romana.

Lingotes de plomo procedentes de las minas de Carthago Nova. Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena.

Sin duda, el primer interés de Roma en Hispania fue extraer provecho de sus legendarias riquezas minerales, además de arrebatárselas a Cartago. Tras el final de la Segunda Guerra Púnica, se encomendó a Publio Escipión «el Africano» la administración de Hispania, prestando una especial atención a la minería. Roma continuaría las prácticas de extracción que habían iniciado los pueblos íberos y que posteriormente los cartagineses mejorarían importando las técnicas usadas en el Egipto ptolemaico.

Ya que la propiedad de las minas era estatal, Roma creó las compañías «societates publicanorum», empresas públicas administradas por publicanos para la explotación minera. Estos publicanos, generalmente pertenecientes al orden ecuestre, se enriquecieron con rapidez y en gran abundancia, pero durante la dictadura de Sila, éste arrebató las minas a los publicanos, poniéndolas en manos de particulares y obteniendo con ello un gran beneficio económico y político. En tiempos de Estrabón (siglos I a. C. – I d. C., durante la transición entre la República de los dictadores y el Imperio), se otorgaron pues concesiones de explotación a particulares. Este sistema permitió el rápido enriquecimiento de ciertas familias que, procedentes de Italia, se habían instalado en Hispania con este fin. En otros casos, las minas podían pertenecer a una ciudad (generalmente a una colonia). Los beneficios de las minas hispanas fueron inmensos y se mantuvieron durante todo el periodo de dominio romano de siete siglos, lo que convertía a Hispania en un puntal económico de Roma. Las crónicas expresan con bastante fidelidad las cifras de la producción minera, que ya en el siglo II a. C. eran de más de nueve millones de denarios anuales, mientras los botines de guerra del mismo periodo nunca fueron en total superiores a poco más de la tercera parte de esta cifra.

Útiles y herramientas mineras procedentes de las minas de Carthago Nova. Museo Arqueológico Municipal de Cartagena.

Con relación a los minerales, Roma extrajo con mayor interés plata, cobre y hierro. Aníbal había dado una gran vitalidad a las minas de plata de Carthago Nova. En los alrededores de Cartagena y Mazarrón, Roma continuó extrayendo plata, plomo, y otros minerales en grandes cantidades. Según Estrabón en las minas de plata de Carthago Nova trabajaban hasta 40.000 esclavos, reportando al pueblo romano 25.000 dracmas diarios.

También en la Bética, en la comarca de Ilipa (el mismo lugar donde Escipión infligiera una importante derrota a los cartagineses, en la margen occidental del río Betis, donde aún hoy existen importantes yacimientos mineros como

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