Economía De Chile
kasselli27 de Junio de 2011
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EL MODELO ECONÓMICO DE CHILE:
UNA VISIÓN GLOBAL A MODO DE INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
EL ENTORNO ECONÓMICO, EL CAMINO HACIA UNA ECONOMÍA LIBRE Y LA DÉCADA QUE NO SE PERDIÓ
La década de los ochenta fue complicada y difícil para las economías de los países en vías de desarrollo. La recesión mundial a comienzos de la década condujo a una combinación empobrecedora de reducciones en los precios de las exportaciones de estos países y a un alza sin precedente histórico en las tasas de interés real. Esto ultimo, dados los altos niveles de endeudamiento externo incurridos a lo largo de la década anterior por numerosos países no exportadores de petróleo, especialmente el endeudamiento con acreedores comerciales a tasas de interés variables, exacerbó y prolongó significativamente el impacto negativo de la recesión. De hecho, la magnitud de las dificultades encontradas al hacer frente a la deuda externa, —sea por intentar cumplir con el servicio, renegociar las obligaciones pactadas o realizar una mezcla aceptable delos dos—, generaron una crisis cuyo alcance se extendió más allá de los impactos de la recesión misma.
En efecto, los años ochenta han llegado a llamarse "la década perdida" para (y por) el conjunto de países de América Latina, y con bastante razón. De acuerdo con cifras de la CEPAL, en 1989 toda la región generó un producto interno bruto que, en términos per capita, fue un 8% menor a lo que produjo en 1980. En la década, sólo Colombia, Chile y Paraguay, entre 18 países de la región, no sufrieron retrocesos, al exhibir un crecimiento (promedio) anual per capita de apenas un 1,3%, 0,9% y 0,0%, respectivamente. La década se caracterizó por la estabilidad de precios: ocho países latinoamericanos experimentaron tasas de inflación de mis del 1.000%, y Perú, Bolivia, Brasil, Argentina y Nicaragua tuvieron un aumento del nivel de precios de mas de 11 millones por ciento. Aunque en un momento u otro durante los últimos años, cada uno de estos países intentó entrar en un programa, —en algunos casos, varios programas diferentes—, de estabilización y reactivación económica, para muchos la pesadilla económica que les representó la "crisis de la deuda" y sus secuelas continua al comenzar la presente década.
Cada uno de los países latinoamericanos es distinto y también lo fue la trayectoria en el tiempo de sus políticas, así como las circunstancias que enfrentaron, que les significó participar en la crisis de la década pasada. Sin embargo, existe un número de rasgos generales que compartieron la mayoría de ellos y que de alguna manera ayudan a explicar su aparente incapacidad para librarse de esta severa crisis económica.
Con orígenes que datan desde por lo menos los años de la Gran Depresión de los 1930, y en muchos casos hasta el día de hoy, casi todos los países latinoamericanos, en un momento en el tiempo u otro, se han embarcado en estrategias del desarrollo económico basadas en alguna combinación de proteccionismo y sustitución de importaciones para impulsar el creci¬miento hacia adentro, control y regulación estatal, no solo para los propósitos tradicionales de afectar la distribución del ingreso y realizar las inversiones de infraestructura y los programas sociales, sino también para lograr una ingerencia mas general sobre una amplia variedad de actividades económicas del sector privado; y la creciente y directa participación del estado en todos los sectores de la economía, especialmente por medio de las empresas publicas y los institutos y agencias autónomas estatales. Aunque por cierto se puede citar un número de casos excepcionales, el movimiento hacia el centralismo y el proteccionismo fue bastante generalizado, no sólo en términos de las estrategias internas de cada uno de los países, sino también por el enfoque de los programas de asistencia propiciados por los organismos oficiales internacionales que se dedicaron al tema del desarrollo económico.
Aun la lectura mas liviana de la historia de todo el periodo que acompañó a este conjunto de políticas económicas revela que tales estrategias no trajeron logros significativos en las áreas básicas de la estabilidad económica, el crecimiento pujante y sostenible de las economías, ni por ende los mejoramientos prometidos en el nivel del bienestar económico de los ciudadanos. Al contrario, a lo largo del período la mayoría de los países latinoamericanos
experimentó crónicos déficit fiscales, recurrentes crisis en las balanzas de pagos, repentinas y abruptas devaluaciones, tasas de inflación alias y varia¬bles y, en consecuencia, una serie de planes de estabilización.
Sin embargo, a lo largo del período hubo excepciones a esta tendencia global de dirigismo estatista. Por ejemplo, aunque los países de Centro América aplicaron tanto la política de sustitución de importaciones, especial¬mente con la formación del Mercado Común Centroamericano en la década de los sesenta, así como la extensiva intervención regulatoria en distintos sectores de sus economías, por lo general la participación directa del estado fue relativamente reducida, se evitaron los déficit fiscales y no experimentaron series brotes de inestabilidad macroeconómica hasta finales de los años setenta. Otro ejemplo lo constituye la experiencia brasileña entre mediados de la década de los sesenta y el comienzo de la crisis del petróleo a finales de 1973. Con una serie de políticas diseñadas para abrir la economía al comercio internacional, reducir la intervención estatal en el funcionamiento del mercado local y controlar el proceso inflacionario, Brasil alcanzó tasas de crecimiento económico del 7,4% per capita (tasa promedio anual) entre 1964 y 1970 y de 9,9% entre 1970 y 1973.
No obstante tales excepciones, en la mayoría de los países de América Latina se mantuvo el modelo general de sustitución de importaciones y un estatismo creciente. Pese a los problemas macroeconómicos que surgían periódicamente, el desempeño global de las economías en materia de creci¬miento fue positivo, especialmente en la década de los sesenta y los primeros años de los setenta, ya que casi todas participaron en la prosperidad de la economía mundial. Para señalar solo algunos ejemplos, entre 1960 y 1973 las tasas promedio anual del crecimiento per capita fueron 6,8% en Brasil, 4,7% en Bolivia, 3,2% en México, 2,5% en Perú, 2,3% en Venezuela, 1,9% en Chile y 1,5% en Argentina. A pesar del ejemplo brasileño hacia una nueva estrategia de crecimiento, el desempeño del resto de estas economías fue lo suficientemente "aceptable" como para no forzar en ningún momento un replanteamiento de las políticas de protección y activismo estatal.
El contexto feliz y fácil de una economía mundial estable y prospera cambió bruscamente a finales de 1973 con la primera crisis del petróleo. Aparte delos países latinoamericanos exportadores de petróleo, el resto de la región tuvo que hacer frente al hecho de estar mas pobre debido al alza del precio mundial del petróleo. En unos pocos casos, esta nueva realidad fue aceptada como tal y el costo fue traspasado a la economía en la forma de precios mayores a los combustibles; esos países siguieron adelante, mas pobres pero sin mayores trastornos por causa del petróleo. La mayoría, sin embargo, trató de negar, en mayor o menor medida, esta nueva realidad mundial, protegiendo sus economías de las consecuencias de contar con energía y combustibles mas caros. Es así que se observa la instauración de subsidios cruzados, el adicional cierre parcial de ciertas economías frente a las importaciones con miras a crear espacios para el petróleo más caro (caso especialmente de Brasil, cuando ese país comenzó.6 a detener su experiencia con la Liberalización), y un nuevo auge de déficit fiscales, crisis de balanza de pagos e inflación. Por ejemplo, en los países centroamericanos se pueden encontrar los orígenes de la inflación en sus respuestas a la primera crisis de petróleo. Otra parte de la respuesta de algunos países fue el comienzo del endeudamiento estatal para financiar el mayor costo de las importaciones de petróleo. En este aspecto, al menos durante mediados de la década de los setenta, el Fondo Monetario Internacional contribuyó a esa tendencia con sus créditos de apoyo a la balanza de pagos frente al deterioro de los términos de intercambio, créditos que no estaban condicionados a la realización previa de reformas internas.
Otro fenómeno que tuvo sus raíces en esa primera crisis del petróleo fue la acumulación de liquidez de parte de los países exportadores de petróleo. Gran parte de estos recursos fueron depositándose en el sistema financiero comercial de los países desarrollados. A su vez, la banca comercial, durante los últimos años de los setenta y a comienzos de los ochenta, inició una agresiva política de créditos a los países importadores de petróleo, y casi toda América Latina se endeudó fuertemente alo largo de este período. De nuevo, hubo excepciones a esta tendencia, mas notablemente en Centra América, donde la inestabilidad política en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua ahuyentó a la banca comercial y estos países no tuvieron la opción de endeudarse a tasas de internas comerciales, con el consuelo ex post de haber evitado por esta vía la crisis de deuda, aunque no pudieron evitar la recesión.
Sin lugar a dudas, los enormes flujos de créditos ayudaron a todos estos países en sus intentos de reactivar sus economías, restaurar y mantener los niveles de gasto interno y absorber, de una manera u otra, los impactos de la menor riqueza impuestos por los países de la OPEP. En demasiados casos, sin embargo, los créditos
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