El Gigante Amapolas
jorgeale2211 de Mayo de 2012
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El gigante Amapolas
El teatro representa un espacio abierto. A la izquierda un gigante de tres varas, con un puñal de hoja de lata, de dimensión enorme, bañado en sangre. Un soldado hace la centinela. Se oye caja que toca alarma.
CENTINELA: ¡Qué largas son las noches! ¡Y qué frías! Digo que es endiablada profesión la del soldado: así pasa uno los más bellos años de su vida, y la recompensa con que por fin de sus días le premia la Patria, es muchas veces, un suplicio ignominioso... Si no me engaño, creo que oigo sonar caja... (Fija el oído.) ¡Si será el enemigo! Ayer ha corrido que los nuestros habían sido derrotados: ¡pero se miente tanto! (Pone atención nuevamente.) O será toque de diana: aunque no... No puede ser. Es temprano todavía: se ve a la luz de la luna, en el reloj de la casa capitular, que son las cuatro recién. (Se fija otra vez.) ¡Es toque de alarma! (Se pasea.) ¡Vaya!... ¡Fiesta tenemos! Hoy se revuelve el cotarro: sin la menor duda, los nuestros han sido derrotados. ¡Ya se ve!... Lo raro es que todavía estemos con las costillas sanas; somos cuatro gatos, estamos maniatados, tenemos a la cabeza un héroe de paja, ¿qué extraño sería que nos amarrasen a todos?... Con todo, yo todavía espero que hemos de vencer: ¡son tan locos nuestros enemigos! ¿Acaso necesitan de que nadie los derrote? Ellos no más son los autores de sus disparadas. Puede uno ser un gigante de paja, y con solo estarse quieto, vencerlos a cada instante, como v. g.... (Haciendo una guiñada al gigante, se aproxima a la caja.) Aquí tenemos al tambor de órdenes; él nos dirá lo que hay... (Sale el tambor, atados los pies y la mano izquierda tocando con la derecha, y andando a saltos.) ¿Quién vive?
TAMBOR: ¡La patria!
CENTINELA: ¿Qué gente?
TAMBOR: ¡Tambor de órdenes!
CENTINELA: Adelante el tambor de órdenes.
(Una mujer aparece detrás del tambor, despavorida, gritando.)
MARIA: ¡Francisquillo! ¡Francisquillo!
TAMBOR: ¿Qué hay, mujer? ¿Qué haces por acá a estas horas?
MARIA: ¿Tú no sabes lo que hay?
TAMBOR: Pues no lo he de saber, cuando yo soy el que lo ando diciendo a todo el mundo con esta caja.
MARIA (sollozando) : Francisquillo... tus hijitos... tu mujer...
TAMBOR: ¿Qué es eso, mujer? ¿Estás loca?
MARIA: No, Francisquillo... (Le agarra los palillos de la caja.)
TAMBOR: Pero deja... déjame tocar, y habla.
MARIA: ¡No; cállate un momento, oye!
TAMBOR: Vamos a ver.
MARIA: Francisquillo, yo no quiero que tú mueras.
TAMBOR: ¡Esta es buena! ¿Dudas tú de que esos sean mis deseos? ¿Quién te ha dicho que yo pienso morir?
MARIA: Sí, tú vas a morir, si no dejas de ser tambor, ahora mismo.
TAMBOR (se echa a reír, y sigue tocando) : ¿Estás loca, mujer...?
MARIA: No, yo no quiero que tú mueras...
TAMBOR: Yo tampoco quiero morir.
MARIA: Pues morirás, porque la pelea va a ser horrorosa... Yo he visto el número de los enemigos... Son muchos más que el pasto de los campos... Los van a devorar a ustedes; (sollozando) y tú vas a morir miserablemente, y yo de cuarenta años recién, voy a quedar viuda... y tus hijitos, ¡pobrecillos!... van a quedar huérfanos... ¡Idolos de mi alma! En el momento en que estaban tan adelantados en la caja!... ¿Quién les enseñará a tocar en adelente?
TAMBOR: ¿Dices que has visto el número de los enemigos?
MARIA: Sí, con estos ojos.
TAMBOR: ¿Dónde y cómo?
MARIA: En la quinta de mi tía, ayer a la tarde, los he visto formados, soy capaz de decirte hasta quién los manda, y cómo se compone el ejército.
TAMBOR: Ya, mujer de un soldado, debes saber todo eso. Vamos a ver: dime quiénes son los jefes y cómo se compone el ejército.
MARIA: Mira, los jefes son tres: el capitán Mosquito, el teniente Guitarra, y el mayor Mentirola.
TAMBOR: ¡Cáspita! ¿Esos son los jefes? ¿Estás cierta?
MARIA: Por esta cruz... ¡y vieses qué terrible aspecto el del capitán Mosquito!... ¡y la cara de Mentirola!...
TAMBOR: ¡Y dónde dejas al teniente Guitarra!...
MARIA: ¡Es verdad! ¡El teniente Guitarra!... ¡Dios mío!
TAMBOR: ¿Y las divisiones?
MARIA: Las divisiones, son tres; cada jefe manda una división.
TAMBOR: Y el general, ¿quién es?
MARIA: No hay general.
TAMBOR: Mujer... ¿Cómo puede ser eso?
MARIA: No hay general, porque ninguno quiere ser subalterno, y han convenido en que todos deben ser iguales.
TAMBOR: ¿De modo que todo el ejército se compone de la división Mosquito, de la división Guitarra, y de la división Mentirola?
MARIA: ¿Y te parece poco, Francisquillo?
TAMBOR: ¿Y qué señales los distinguen?
MARIA: Mira, cuando veas una división vestida de amarillo, di que has visto a la división Mosquito; la división Guitarra, viene de verde, y la división Mentirola, de turquí.
TAMBOR: ¿Y tienen cañones?
MARIA: Tres, por falta de uno.
TAMBOR: ¿En qué división viene la artillería?
MARIA: En todas. Cada división trae su artillería correspondiente.
TAMBOR: ¿Qué bandera traen?
MARIA: También traen tres.
TAMBOR: Cada división una bandera, ¿no es esto?
MARIA: Eso es: y traen tres escarapelas, y tres divisas, y tres causas se puede decir. De modo que en lugar de ser un solo ejército como son ustedes, se puede decir que son tres ejércitos enteros y verdaderos... tan independientes unos de otros, que muchas veces se han dado hasta de balazos entre sí.
TAMBOR: ¡Bravo!
(Suenan tiros y cornetas en la dirección del campo enemigo.)
MARIA: ¿Lo ves? ¡Ya están encima! (Sollozando.) Trae esos palos. (Le arrebata los palillos.) Yo no quiero que tú mueras; tira esa caja al diablo, y mándate mudar a tu casa a cuidar a tus hijos... (Se retira.)
TAMBOR: ¡Mujer del diablo! ¡Trae esos palillos!
MARIA: No quiero; tira la caja y vente a casa.
TAMBOR: ¡Mira que el enemigo está encima y nos toma de sorpresa!
MARIA: No quiero; yo no me he de quedar sin marido.
TAMBOR: ¡Mujer descabellada! ¿Sabes lo que haces?
MARIA: Sí, sé lo que hago.
TAMBOR: Tú pierdes al país llevándote esos palos!
MARIA: ¡Que se pierda!
TAMBOR: Los destinos de la patria dependen de esos palos.
MARIA: No importa; tira la caja, y vente a tu casa... (Vase.)
TAMBOR: ¡Lucidos estamos ahora! Si digo que todas las mujeres son destornilladas...
(Nuevos tiros. Entra el oficial de guardia; los pies atados, andando a saltos, y los brazos atados por los codos.)
OFICIAL: ¡Centinela! ¡Cabo de guardia! ¡Sargento! ¡A las armas!
CENTINELA: ¡Los de guardia! ¡A las armas!
OFICIAL: ¡Tambor, toque usted alarma!
TAMBOR: Capitán, estoy sin palillos.
OFICIAL: ¡Voto a Dios! ¿Y los palillos?
TAMBOR: Capitán, una bala de cañón me los acaba de quitar de las manos.
OFICIAL: ¡Hombre! Si no han tirado cañonazos hasta ahora.
TAMBOR: Eso le parece a usted: es que traen cañones de aire; por más señas la bala era de a veinticuatro.
OFICIAL: ¡Cáspita! De a veinticuatro, ¿eh?
TAMBOR: ¡Digo!
(Los soldados aparecen saltando; los pies atados, y los brazos atados por los codos; se forma la guardia.)
OFICIAL: Soldados, voy a proclamaros.
SOLDADO: Que nos desaten primero los pies y brazos.
OFICIAL: Para oír proclamas no se necesita de brazos ni pies.
SOLDADO: Es que los necesitamos para pelear.
OFICIAL: Tampoco se necesita pelear...
SOLDADOS: ¡Cómo!...
OFICIAL: Los enemigos no tienen necesidad de que ustedes los derroten; ellos mismos se toman ese trabajo; y ustedes nada tienen que hacer, para vencer, sino dejarse estar sin acción; con que así, todo el mundo quieto, y atención: "Hijos de la libertad, hombres que jamás habéis conocido cadenas ni ataduras..."
SOLDADO: Capitán, creo que usted se equivoca, porque todos estamos... no diré atados... pero...
OFICIAL: -¡Fuera el insolente! ¡Atrevido! ¡Calumniador! ¡Fuera de la línea! ¡Por traidor infame a la patria! ¡Por enemigo de las libertades públicas! (Vase el soldado saltando. Gran pausa de silencio.) "¡Hijos de la libertad! Hombres que no habéis conocido cadenas..." (Hace una pausa y mira a la cara a los soldados.) ... ¿Qué tal, soldados? ¿Me equivoco o hablo la verdad?
SOLDADO: La verdad, capitán. Siga, siga...
OFICIAL: Los enemigos de vuestras libertades están al frente; dentro de una hora habrán cruzado sus armas serviles con vuestras bayonetas altaneras: envidiosos de vuestra libertad y gloria, vienen a cargaros de cadenas. Enseñadles a conocer lo que valen los libres;
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