El Hundimiento
kevvia6410 de Septiembre de 2014
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En noviembre de 1942, un grupo de mujeres jóvenes es escoltado a través del bosque por oficiales de las SS en dirección a "la guarida del lobo", el cuartel general de Hitler en Prusia Oriental. Son candidatas al puesto de secretaria personal del Führer. Entre ellas se encuentra Traudl Junge una mujer procedente de Múnich, las mujeres han sido llevadas a la sala donde el Führer las va a entrevistar. Están ansiosas por dar una buena imagen. La puerta de la oficina se abre y Adolf Hitler entra en la sala. Las mujeres se ponen en pie y el Führer las saluda, una a una, estrechándoles la mano y preguntándoles de dónde son. Traudl resulta ser la elegida para el puesto y no cabe en sí de la alegría al pensar que va a servir a su Führer.
Hitler se ha retirado al sistema de búnkeres. Traudl Junge duerme en su habitación, a gran profundidad bajo tierra, cuando el temblor del fuego de artillería la despierta. El ejército ruso está estrechando el cerco sobre Berlín. La capital está reducida a escombros. La derrota de Alemania es inevitable. Sólo unos cuantos soldados siguen luchando en las calles ayudados por las milicias populares Volkssturm y los niños de las Juventudes Hitlerianas. Uno de ellos, Peter de trece años, ha logrado destruir con éxito dos tanques rusos.
Mientras, en el búnker de Hitler, su amante, Eva Braun, está preparando la celebración del 56 aniversario del Führer. Los dirigentes del régimen nazi se reúnen, por última vez, ante una copa de champagne. Entre ellos se encuentra el ministro del Interior, Heinrich Himmler que le pide a Hitler que abandone Berlín para refugiarse en un lugar más seguro. Hitler se niega, no piensa abandonar la ciudad. El segundo de Himmler es Herman Fegelein, marido de la hermana a la que Eva adora. Fegelein pide a su cuñada que convenza a Hitler de que abandone Berlín, ya que es cuestión de días que los aliados lleguen a la cancillería.
Mientras la ciudad arde sobre sus cabezas, Hitler y su ministro de Propaganda, Josef siguen esperando una victoria final. Hitler ordena a lo que queda de su ejército que regrese a Berlín. Sus generales no sólo no contravienen sus órdenes, sino que hacen todo lo posible por cumplirlas. Hitler dice a Albert Speer, ministro de Armamento y consejero personal suyo, que, una vez Alemania haya ganado la guerra, el bombardeo de las ciudades facilitaría la recogida de los escombros y el comienzo de la reconstrucción. Speer también le pide que abandone la capital para salvarse a sí mismo, a la ciudad y a sus habitantes de la destrucción. Hitler le responde que o gana en Berlín o afrontará su derrota. En este último caso, ordena a Speer que destruya toda Alemania y que no deje al enemigo más que "tierra quemada".
La lucha es encarnizada en cada esquina de Berlín. El Ejército Rojo está cada vez más cerca. Los escuadrones de la muerte de las SS deambulan ejecutando a cualquier sospechoso de haberse rendido. La última de las fuerzas alemanas se retira de la capital llevándose con ella los alimentos y suministros que quedaban. Un médico del ejército, el doctor Schenck se niega a abandonar la ciudad y se queda para ayudar a la población en la medida de sus posibilidades. Se dirige a lo que queda de un hospital y allí colabora con el doctor Werner Haase, uno de los médicos personales de Hitler, atendiendo a los heridos.
Al darse cuenta de que el final está cerca, Goebbels trae a su mujer, Magda, y a sus seis pequeños hijos al búnker. Traudl se alegra de la llegada de los niños, pues para ella son la prueba viviente de que no todo está perdido, de que hay motivos para la esperanza. Ella y Eva abandonan la fría y lúgubre oscuridad del búnker para ir a dar un paseo y tomar el aire por los jardines de la cancillería. Como si todo fuera normal, deambulan por entre las esculturas y fuman. Las bombas rusas las obligan a dejar su paseo y regresar al búnker.
Cuando
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