El movimiento de independencia
catasilviInforme31 de Julio de 2014
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El movimiento de independencia de 1810 a 1819 nos liberó de la dominación colonial de España. Significó un cambio profundo de las instituciones, de la política y de la economía. Fue una auténtica revolución violenta. Fueron ejecutados grandes dirigentes por el dictador Morillo, murieron en el campo de batalla jóvenes promesas de la Nación, cayeron en la lucha miles de campesinos, indígenas y esclavos incorporados al ejército libertador. Nueve años de lucha, de batallas, de cárcel, de sufrimiento y de gloria. Y lo fue también de confrontación interna. No toda la población estaba a favor de la independencia. La alta nobleza criolla pro española, el alto clero, grandes terratenientes de concesiones realengas, se mantuvieron con el dominio español hasta el final. Y entre los grandes dirigentes de la revolución hubo división ideológica, desacuerdos tácticos, hasta guerra civil. Pero triunfó la constancia, el acuerdo, la persistencia y la visión de que había que liberarse de España. En medio del enfrentamiento interno predominó la unidad final que llevó al triunfo de la revolución.
No puede dudarse que se operó un cambio radical de la sociedad neogranadina. Feneció el régimen colonial. Acabó la dominación política. Se acabó el virreinato. Los virreyes y los administradores y los funcionarios que representaban a España tuvieron que salir. Y los habitantes de cada nueva nación pudieron escoger sus gobernantes y los pudieron cambiar y los pudieron juzgar. Así mismo tuvieron la capacidad de definir su economía, de organizar su producción, de tomar posesión de sus recursos naturales y de su riqueza. Y esto hay que decirlo, cualquiera haya sido su posterior desarrollo. Si no hubiera sido así, hubiera sido imposible poner las bases de un Estado-Nación. Las divisiones de la colonia no definían nacionalidad. Los límites no tenían carácter de nación. En el momento del grito de independencia surgieron distintas declaraciones y constituciones que denotaban la ausencia de cohesión nacional. Cartagena, Santa Marta, Antioquia, Chocó, Socorro, Casanare, Neiva, Mariquita, Pamplona y Tunja, se dieron juntas de gobierno independientes o constituciones propias, todas en lo que entonces se llamaba Virreinato de la Nueva Granada. No sería fácil unirlas, cohesionarlas, integrarlas en una sola nación, hoy llamada Colombia.
Cambió la estructura del poder político. Se derrotó al Rey y a los Virreyes. Dejó de tener autoridad la monarquía extranjera. El pueblo se rebeló contra el rey que era el representante de Dios en la tierra. Su autoridad era divina. La transformación ideológica que significó que se derrumbara la concepción arraigada profundamente en la conciencia popular sobre el origen divino de la autoridad real tomó un siglo. Tuvo que surgir en el mundo la gigantesca obra iconoclasta de la Enciclopedia en Francia, y abrirse paso la revolución protestante en Norteamérica en la mente de los ideólogos y combatientes de la independencia de Estados Unidos, y rugir sobre el mundo las ideas de la Revolución Francesa con sus ideólogos y combatientes, y expandirse por las escuelas la teoría de la licitud del tiranicidio en la conciencia religiosa de la época que se enseñaba en el Colegio de San Bartolomé, para que los dirigentes dirigieran la revolución y el pueblo se atreviera a rebelarse contra el poder político de la monarquía y la jerarquía eclesiástica.
Quienes dirigieron la revolución fueron conscientes de que se imponía una transformación radical de la educación. Sin lograrla no podría reconstituirse un nuevo país. Apenas se iniciaba el gobierno independiente, el vicepresidente Santander, que reemplazaba a Bolívar mientras se desarrollaba la campaña del sur, introdujo la enseñanza del filósofo positivista Bentham para reemplazar la escolástica, entregarle al Estado el control educativo y formar los nuevos maestros laicos. Era lógico. Se
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