Enfermería Cristiana

ANTECEDENTES HISTORICOS.

La historia de la humanidad se divide actualmente en dos periodos, uno que actualmente llega al año 1 d.C., y el otro a continuación de esta fecha. En una forma superficial podríamos decir que se inició en dicho momento un nuevo calendario, pero hay en el fondo unos cambios que fueron revolucionarios por las mentes clarividentes de personajes como los profetas hebreos, Confucio, Buda, Zoroastro y los filósofos griegos; y a pesar de las profecías, las religiones y la filosofía, el ideal dominante de la humanidad siguió siendo el de la sumisión del más débil por el fuerte.

Tras la muerte de Marco Aurelio, los desórdenes sociales y confusiones permitieron que el cristianismo se extienda por todo el mudo europeo. Dicha religión se basaba en las doctrinas de Jesucristo (hombre nacido en Judea cuando Roma estaba bajo el poder de Cesar Augusto); tras la finalización de la vida de tan conocido personaje (vida pública, crucifixión, resurrección y ascenso) sus enseñanzas fueron propagadas por sus apóstoles.

Se cree que factores como una mejor posición social de la mujer romana, la igualdad de hombres y mujeres ante Dios –y por tanto en la tarea de Dios- y el llamado de Dios a realizar su labor con todos aquellos afligidos, favorecieron la incorporación de la mujer a la enfermería. La tabla de virtudes heredada de la ética aristotélica-estoica, es modificada en su esencia y amarrada en torno a la fe, la esperanza y la caridad. El mundo procede de la bondad y libertad de Dios y por ello se encuentra impregnado de sustancia moral. Posteriormente, ese cristianismo sencillo, fácil y poco ceremonial, fue evolucionando hacia una religión compleja, con sacramentos, rituales, jerarquías y dueño de gran poderío y riqueza.

La doctrina de Cristo y la fraternidad lograron la transformación de la sociedad y el desarrollo de la “enfermería organizada”, toda vez que la posición de la mujer se elevó con el cristianismo (primera era cristiana 1-500 d.C.). El altruismo puro, predicado por los primeros cristianos comulgaba a la perfección con el pensamiento y motivación de la enfermera cuidadora, que se traducía en cuidado caritativo, amoroso y desinteresado.

Es así como el cuidado de los enfermos y desvalidos surge como una obra de misericordia, las cuales abarcaban las necesidades básicas humanas: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los presos, albergar a los que carecen de hogar, cuidar a los enfermos y enterrar a los muertos.

La regla de oro de la práctica de la nueva fe “no era ser cuidado, sino cuidar”, por lo que el cuidado de los enfermos y afligidos se elevó a un plano superior, convirtiéndose en una vocación sagrada, en un deber declarado de todos los hombres y mujeres cristianos.

SAUL DE TARSO.

En el grupo de los apóstoles del cristianismo sobresale este personaje, un rabino judío nacido en Tarso, población de la costa asiática del Mar Mediterráneo. Se ha reconocido a San Pablo como el principal exponente del cristianismo, visitó muchos pueblos en diferentes naciones, volviendo a visitar algunas iglesias cuando era necesario y reunía fondos para el mantenimiento y limosnas de la iglesia principal.

Se dice que este predicador veía a la mujer bajo la perspectiva de la tentación, por lo que temía incidentes y malas interpretaciones si ellas asumían labores junto a los hombres.

VIUDAS Y VIRGENES.

Las primeras órdenes de mujeres trabajadoras (grupos de enfermería) crecieron rápidamente y se convirtieron en expresión de los deseos filantrópicos y vocacionales, formando parte de ellas las diaconisas y las viudas

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