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Ensayo EL CARDENISMO

daph21Ensayo21 de Junio de 2017

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EL CARDENISMO

Fin del Maximato

Durante los años del “maximato”, el Partido Nacional Revolucionario se había consolidado como un partido con cierta importancia que se había extendido por todos los estados de la República, ocupando casi todos los puestos de elección popular. Este partido, co sus pretensiones de ser legítimo representante de la Revolución, no logró, sin embargo, integrar en sus filas a las grandes masas campesinas que se “colocaban también como las legítimas herederas del movimiento armado”.[1]

A pesar de que el PNR apoyó oficialmente a Lázaro Cárdenas como candidato a la presidencia en la campaña de 1933-1934, el militar michoacano había conseguido fuera de su partido una amplia base de apoyo que sería fundamental durante los años de su gobierno en la aplicación de su política. Además, este nuevo gobierno contaba también con el apoyo de las masas organizadas sindicales que nacían a la lucha junto con la década de los treinta. Cárdenas consolidaba su base social estableciendo alianzas con los principales líderes de las organizaciones populares que le ayudarían en su lucha contra las resistencias que enfrentaría al inicio de su gestión, por parte de los representantes del aparato estatal y los viejos políticos partidarios de Calles; que continuaban controlando el partido y su apoyo burocrático. Eran los principales enemigos del proyecto de reformas que Lázaro Cárdenas se proponía impulsar. Los partidarios del General Cárdenas consideraban, no sin fundamentos, que el michoacano ya en el poder, tendría que someterse como sus predecesores a las orientaciones –ordenes- de quien se había convertido ya en el “Jefe Máximo de la Revolución”, lo que llevaría tarde o temprano a incorporar al partido que lo condujo al poder, a las fuerzas sociales que lo habían apoyado. Estas medidas hubieran terminado por mantener la política oficial, lo que significaría en el mejor de los casos, que los mecanismos políticos callistas continuarían siendo los mismos y que, consecuentemente, todas las reformas previstas en el así llamado Plan Sexenal que pese a tener algunos puntos ambiguos y hasta contradictorios; era un reflejo de la presencia combativa de grupos y personalidades radicales y revolucionarias dispuestas a luchar por impulsar los cambios que seguiría el país.

La visión de Cárdenas le permitió comprender que cualquiera que fuese la orientación a seguir, esta no sería posible sin un instrumento para hacerla real. Cárdenas entendía que cuales fueran los cambios que se quisieran realizar sólo serían posibles teniendo un dominio previo del partido o, cuando menos, disponiendo de la fuerza suficiente para neutralizar a aquella parte del partido contraria a su política, y así poder realizar sus propios planes. La posibilidad de que el gobierno se independizara del partido (y con ello del mismo Calles) significaba el tránsito a un sistema presidencial en el que el gobierno se convertiría en la principal fuerza directriz de ese gobierno.

Aunque el Plan Sexenal había sido presentado como producto de la visión política de Calles, era evidente que el callismo trataba de imponer una línea conservadora desde el principio de la gestión cardenista.

En distintas ocasiones se había intentado presentar los postulados incluidos en el Plan Sexenal como una expresión política propia de un partido clasista que –en el papel- pretendía defender los intereses de los trabajadores. Sin embargo, haciendo una comparación de los planteamientos incluidos en el Plan Sexenal por un lado; y las ideas contenidas en los programas del PNR de los cinco años anteriores por otro. Se puede ver con claridad que las frases y, en general, toda la terminología clasista no correspondía a la línea trazada, a la concepción política de Elías Calles y sus partidarios. La ideología “socialista” en el Plan Sexenal es incongruente y contraria a los postulados que Calles, el “hombre fuerte de México estaba lejos no solamente de compartir, sino ni siquiera de imaginar”.[2]

Cierto que las ideas socialistas tenían una fuerte influencia en determinados sectores de la sociedad, principalmente en la intelectualidad (Vicente Lombardo Toledano, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, entre otros), que sin tomar parte de manera directa en la planificación y elaboración del Plan Sexenal, su influencia era más que evidente en las ideas en él plasmadas. Como señalan algunos investigadores: “En México la teoría socialista suministró a la Revolución Mexicana un magnifico instrumento crítico que permitía el detallado análisis y la valoración de la situación reinante. Mas con la instrumentación crítica, se impusieron también ampliamente la retórica y los postulados ideológicos, estos últimos no siempre bien comprendidos, y captados a menudo en tanto, la mera aspiración a la justicia social”.[3]

La tesis central del Plan Sexenal consistía de un destacado papel otorgado al intervencionismo estatal. Una de las decisiones fundamentales de este intervencionismo se expresó en su voluntad de asumir una fuerte intervención reguladora de las principales esferas económicas de la vida del país. Este principio estaba basado en la Constitución de 1917, lo que permitiría en el futuro inmediato, emprender una importante reforma agraria, así como la reivindicación de las riquezas naturales mexicanas. Pero a diferencia de las disposiciones y medidas adoptadas, por ejemplo, en esos años por los líderes soviéticos en su país, donde se contemplaba la liquidación total de la propiedad privada, por la socialización de los medios de producción; por una considerable mecanización de la agricultura y la organización de los campos en cooperativas. En México, los límites del intervencionismo estatal quedaban claramente definidos manteniendo el respeto a los derechos e iniciativas individuales, el tiempo que señalaban con precisión los marcos dentro de los cuales el Estado era la fuerza principal. Fue así, que el Plan Sexenal se basó en el respeto a la propiedad privada como garantía de los derechos individuales y estimuló su “irrestricto apego a la propiedad”. Las intervenciones estatales contempladas en el Plan Sexenal tomaron forma al ser orientadas en cuatro direcciones fundamentales: agricultura, industria, organización sindical y educación.

La Revolución Mexicana, movimiento armado que convulsionó al país durante 1910-1917, tuvo como uno de sus motivos fundamentales la lucha por la tierra, por una verdadera repartición de ésta y una consecuente reforma agraria que levaron a caracterizar a la Revolución como una revolución propiamente agraria; como una guerra campesina que se planteaba como objetivo modificar las relaciones semi-feudales imperantes en el campo, que se habían convertido en una traba para el desarrollo del país y en uno de los más agudos problemas sociales del Porfiriato.

Después de la derrota de Zapata y Villa, los distintos jefes de la Revolución que se sucedieron en el poder no se propusieron solucionar los problemas del campo con una reforma agraria consecuente; las propuestas pos-revolucionarias –hasta Cárdenas- eran expresión individualista de la mayoría de ellos. A pesar de las dificultades que el General Lázaro Cárdenas había tenido desde que se convirtió en el candidato presidencial del PNR y hasta que tomó posesión como presidente electo, siempre teniendo tras de sí la sombra del “Jefe Máximo”, nunca perdió de vista que una reforma agraria verdadera tendría que afectar a la gran cantidad de latifundios, así como por burócratas y funcionarios que se oponían a ello desde el aparato estatal y desde el partido oficial dominado aún por Calles.

Cárdenas tenía una concepción clara de este problema y de la forma en que se podía resolver, por ello, desde el inicio de su gestión lo abordó con decisión, manifestando en diferentes ocasiones su firme compromiso con los campesinos. El fragmento del siguiente discurso es más que ilustrativo: “La administración que a mi cargo prestará especial atención a la solución de este importante problema, que es uno de los temas más apasionantes de la Revolución Mexicana, y que debemos apresurar su solución para seguir construyendo sobre nuevas modalidades, nuevas fuentes de producción económicas y de bienestar social. Es cierto que en algunas regiones del país se ha detenido hasta la fecha, por diversas y accidentales circunstancias, la dotación de las tierras que deben entregarse a los pueblos en cumplimiento de nuestras leyes, y estimo por lo mismo muy conveniente manifestar que también allí se llevará a su fin la resolución del problema agrario, pues hemos dicho, en multitud de ocasiones, que en esta grave cuestión no cabe otro recurso ni otro medio que el de entregar a los pueblos y a los trabajadores del campo lo que por siglos ha sido su fuente de vida”.[4]

*Nota

Durante este sexenio se entregaron más de 10,651 ejidos definitivos amparando 18,352,275 hectáreas para 1,020,594 campesinos, que sumados a las dotaciones que con anterioridad se habían conferido, forman un total de 13,091 ejidos para 1,442,895 campesinos con una superficie total de 24,324,558 hectáreas quedando aún en propiedad privada 15,500,000 de hectáreas, que comprenden pequeñas propiedades en cultivo protegidas por nuestra Constitución.

Se destacan como aspectos técnicos de mejor organización del esfuerzo ejidal, las afectaciones de la región lagunera del Yaqui, Los Mochis, Yucatán, Lombardía y Nueva Italia, El Mante, Mexicali y El Soconusco, que correspondían a los núcleos poderosos de propietarios, muchos de ellos extranjeros. Como parte de su proyecto creó el Banco de Crédito Ejidal para apoyar con recursos económicos a algunas regiones del país.

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