Ensayo La Columna De Hierro
arreremo198320 de Marzo de 2015
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INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo, me esforcé por manifestar con claridad las virtudes y (porque no decirlo, errores) que Cicerón mantuvo en su vida profesional, en la cual predominó el abogado recto y honesto que siempre se caracterizó, pero que también llevo consigo mismo un andar escabroso y con cierta dificultades.
Dentro de las líneas que manifestare en el desarrollo del presente ensayo, encontraremos un poco de investigación, no solo me quedé con la lectura y el punto de vista de Taylor Caldwell (la Autora) sino que fue el interés de conocer un poco más y sobre todo diferentes puntos de vista sobre Cicerón “el Abogado”.
Manifestando un poco de interés personal y jurídico, es por ello que tome la decisión de adentrarme un poco más, de conocer los diferentes ángulos con los que historiadores, juristas y literatos observan la vida de Marco Tulio, el abogado, el legado jurídico para el mundo actual y futuro.
Cabe señalar que tome los puntos de vista que a consideración personal satisficieran mis necesidades para la elaboración del presente ensayo (y con un toque de egoísmo, para mi vida personal) en la cual puedo vislumbrar un camino similar (en cuanto a fondo) con Cicerón, aunque las formas puedan ser distintas a las vividas, por épocas e ideologías diversas a las de la actualidad, pero en el fondo siguen siendo de la misma naturaleza jurídica, pero sobre todo humana.
DESARROLLO
La vida y la obra de Marco Tulio Cicerón han vencido durante dos mil años al olvido y a la muerte. En diciembre de 1957 se ha cumplido el milenario de su asesinato por orden de Marco Antonio, en su villa de Formianum, cerca de Astura, una bella población entre Anzio y el Cabo Circeo.
Después de tanto tiempo, Cicerón es un clásico, es decir, un hombre con “clase", que conquistó y ha mantenido sobre la inmensa prole de los innominados. La fama de Cicerón es de un nombre que no se eclipsa nunca. En vida le rindió tributo admirativo nada menos que el gran genio de Julio César; apenas muerto. Octavio Augusto, que hizo Cónsul a su hijo, queriendo así, sin duda, compensar su connivencia o su cobardía en el asesinato del Orador. Cuando su cabeza y sus manos -aquella boca que pronunció los más elocuentes discursos; aquella mano derecha que escribió el mejor latín de oro y subrayó tantas veces con gesto de majestad los giros de su palabra--fueron pinchados en los "Rostra" que Julio César había mandado edificar en la parte Norte del Foro de Roma, entonces mismo comenzó su glorificación. Un reconocimiento de egocentrismo que sólo conoció -por el temor de sus contemporáneos más inmediatos -el paréntesis de un breve silencio político. No ha importado que un Dión Casio tenido por veraz historiador, aunque hoy esto sea considerado muy dudoso, recogiera en sus páginas la fama negra, a veces hasta con un poco de infamia.
LA ABOGACIA EN ROMA.
Intento evocar a Cicerón como Abogado, (sin embargo consideremos que es un punto de vista de un simple estudiante de Derecho) Pero lo que nos une es idéntico al espíritu de defensa de una posición que se estima justa. Esta actitud defensiva y de justiciad es la que caracteriza al Abogado hasta cuando, obligado a tomar la iniciativa o a pedir la aplicación de una Ley, adopta una postura de acusación.
Cuando Cicerón entra en las lides forenses y comienza a ejercer en Roma la Abogacía, pasa ésta por una especie de crisis no en cuanto al fondo de la profesión, pero aun más en lo referente a los trámites procesales. EI horizonte de la profesión del Derecho en Roma continuaba siendo aquella generosidad de los romanos distinguidos, obligados por la Ley a defender gratuitamente a sus clientes, como explica Middleton: "Aunque la profesión de Abogado era muy laboriosa, en aquel tiempo nada tenía que oliese a mercenaria, pues las leyes prohibían expresamente recibir dinero ni regalo de clase alguna.”
Los romanos de la primera distinción por su nacimiento o sus riquezas, empleaban gratuitamente sus talentos en servicio de sus conciudadanos, como protectores de la inocencia y de la virtud perseguida. Ciertamente, esta antigua costumbre, atribuida nada menos que a Rómulo, había tenido sus corrupciones y hasta se había convertido en todo lo contrario de su original pureza. Los clientes debían entregar todos los años cuantiosos regalos a sus patronos y a los Senadores para tenerlos propicios en caso de necesidad. Pero cien años antes del nacimiento de Cicerón, aproximadamente (el año 549 de la fundación de Roma, por recomendación de Q. Fabio Máximo, según nos recuerda y enseña el propio Cicerón), el Tribuno de la plebe M. Cincio renovó la antigua Ley y prohibió a los Senadores recibir con ningún pretexto dinero ni regalos por la defensa de los pleitos. La época de Cicerón fue, desde el punto de vista de la orgánica y del procedimiento de los Tribunales, de auténtica transición. Desde la Ley de las XII Tablas los juicios penales capitales habían estado atribuidos a la competencia de la "mayor asamblea del pueblo", o sea, a los comicios centuriatos, sistema que estuvo vigente durante toda la República. Pero las guerras civiles que trastornaron todo el sistema político y jurídico de la República tuvieron también como consecuencia que de hecho fuera abolido el Tribunal del pueblo por el dictador Sila, quien transfirió las facultades de los Comicios centuriados a un Tribunal de justicia, constituido por jurados. Lo que no fue obstáculo para que episódicamente, después de Sila, fuera aplicado el sistema antiguo en casos realmente excepcionales, en algunos de los cuales fue defensor Cicerón: Cuando fueron acusados C. Rabirio y Milón. Y finalmente, el propio Cicerón fue acusado por sus enemigos ante el Tribunal del pueblo, siendo precisamente a causa una de las últimas en que funcionó la antigua y secular garantía, puesto que Augusto transformó el tradicional Tribunal de los Comicios en Tribunal consular-senatorio. Desde otro punto de vista puede también acusarse el nuevo giro que en la época de Cicerón tomaban los procedimientos judiciales, giro que tuvo precisamente en Cicerón a uno de los campeones más eficaces para el abogado del formulismo y triunfo de la ciudad, aunque tardase todavía muchos años en lograrse.
Cicerón, pues, que vive en una época crítica para la Historia política de Roma, era también, en cuanto Abogado, uno de los más conocidos protagonistas de las trasformaciones procesales del sistema jurídico romano y, sobre todo, de las más profundas y generales ideas jurídicas del pueblo que ha ido considerado, con justicia, como maestro del Derecho. Todo esto es lo que vamos a intentar esclarecer con algún mayor detenimiento.
LA PERSONALIIDAD DE CICERÓN
No podríamos hablar del Abogado sin haldar del hombre. Como lo manifesté en el ensayo anterior que “es la parte humana lo que se busca, en primer término en el Abogado”.
Un hombre en quien poner la confianza". No era diferente en el tiempo de Cicerón, como vemos cuando los pueblos de Sicilia le buscan porque le conocen de una Magistratura allí ejercida para que en su nombre y defensa lleve las acusaciones contra el poderoso Verres. No fue diferente cuando, por afinidades de gustos, el actor Roscio Amerino y el poeta Arquias le eligen para que mantenga la defensa de sus intereses y el derecho a la ciudadanía romana, respectivamente, dándole ocasión para que el gran Abogado y orador nos otorgue el legado de grandes páginas de las más famosas sobre la "humanistas", base y fundamento del sentido humanista de la vida, que siglos más adelante propagó con su brillantez el Renacimiento.
Me interesa, pues, muy directamente, conocer cómo era Cicerón en cuanto hombre, antes de tratarlo como Abogado. Pero no puedo estar conforme con Taylor Caldwell (La Autora) cuando afirmaba que para conocer a Cicerón hay que verle fuera de las grandes ocasiones, lejos de la Tribuna y de los Comicios, sino siendo participe de exquisitas pláticas literarias o morales con sus amigos predilectos.
No podemos estar conformes, porque si bien es cierto que en el silencio de sus retiros o en la sencillez de sus cartas hay un Cicerón muy distinto del trepidante político y Abogado que estuvo en el centro de su tiempo tormentoso, hasta ser sangrientamente consumido en el segundo triunvirato, aún más cierto es que sin la estampa del Cicerón de los grandes procesos y de los elocuentes discursos en el Senado, cuando bajo su Consulado tuvo que hacer frente a las conspiraciones de Catilina; su estampa es igualmente incompleta, en cuanto es esta parte pública y decadente la que más interesa al historiador.
No nos dejemos llevar por el romanticismo de los retiros, porque los hombres grandes que han movido la historia (y Cicerón está situado en uno de los engranajes más delirados de la de Roma) por lo menos algunas veces han tenido que salir a las grandes ocasiones públicas para imponer en ella la importancia de su decisión y de su pensamiento.
CICERÓN, EL ABOGADO
Cicerón empezó su carrera pública como abogado el año 81 a. C. Era un pleito civil en el que Publio Quincio, su
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