Estudio Socioeconómico A Inicios Del Siglo XXI
Pag1729 de Agosto de 2014
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II. EL CONTEXTO SOCIOECONÓMICO A INICIOS DEL SIGLO XXI
La situación social en la región ha mostrado una gran preocupación por parte de amplios sectores, tanto de gobiernos y organismos internacionales como de organizaciones políticas, sociales, religiosas nacionales y locales. En la misma ciudadanía se considera que los principales problemas se encuentran en el área social. Las encuestas de opinión de fines de los años noventa muestran que la sensación de indefensión, riesgo e inseguridad son unos de los rasgos que caracterizan a las sociedades de la región (CEPAL, 2000a; R. Pizarro, 2001; R. Franco y P. Sainz, 2001). En una muestra de casi 15.000 personas de 14 países latinoamericanos (LatinBarómetro, 1998) se ha indicado que un 61% de los encuestados pensaba que sus padres habían vivido mejor que ellos, y sólo un 46% creía que sus hijos vivirían mejor. La desocupación es la principal preocupación, seguida por la educación, los bajos salarios, la pobreza, la corrupción y la inestabilidad en el empleo. La misma encuesta detectó que la población demanda mayoritariamente2 seguridad social, expresando que los países deberían gastar mas en seguros de desempleo (73%) y pensiones (84%), mientras que en defensa y fuerzas armadas un 58% consideraron que se debiera gastar menos. (B. Kliksberg, 2000b; D. Rodrik, 2001).
En sintonía con las percepciones de los organismos nacionales e internacionales y la ciudadanía, las estadísticas muestran que el crecimiento económico ha sido más bajo de lo esperado para el conjunto de la región y esto no ha contribuido a disminuir las brechas sociales de pobreza y otras patologías sociales que se agudizaron en la década de los años ochenta. Muestran también que la nueva estratificación social que ha que ha emergido del nuevo patrón de desarrollo no ha favorecido ni a una movilidad social ascendente ni a una distribución más equitativa de los ingresos y los patrimonios. En los años noventa la distribución del ingreso se ha mantenido con un nivel alto de concentración en la gran mayoría de los países latinoamericanos, coexistiendo con una elevada concentración de los patrimonios, del capital financiero y del denominado capital educativo (CEPAL, 2000a y 2000b). El escaso ritmo de crecimiento económico combinado con la reducida generación de empleo y la persistencia de patrones inequitativos de distribución del ingreso han generado un “exceso” de pobreza que limita gravemente los avances que se pueden haber logrado con otras políticas sectoriales. Si bien se registra cierto avance en el plano social, político y en la eficiencia de los sistemas productivos, la reproducción (y en algunos casos ampliación) de desigualdades y riesgos sociales ha sido luego de las reformas estructurales de los años noventa una característica preocupante para la sustentabilidad de las economías latinoamericanas.
En el nuevo patrón de desarrollo puede traslucirse que la evolución de la pobreza y la distribución del ingreso ha sido heterogénea para el conjunto de los países de la región. De todos modos, como modelo general, se percibe que la pobreza ha sido muy sensible al alza ante las crisis económicas y resistente a la baja en épocas de recuperación, en tanto que la distribución del ingreso no ha evidenciado ninguna mejora persistente a lo largo de la década de 1990, incluso se notan signos de agravamiento a inicios del siglo XXI. La distribución del ingreso y los patrimonios se mantuvieron en altos niveles de desigualdad, incluso entre los más altos del mundo. En la última década se ha registrado mayor cantidad de evidencia teórica y empírica sobre las desigualdades que se relacionan, por un lado, con las distribuciones de las oportunidades a las que pueden acceder los individuos, hogares y comunidades y, por otro, con las diferencias en los resultados de bienestar que estos mismos logran.
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