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Experiencia personal con la ansiedad


Enviado por   •  8 de Octubre de 2015  •  Biografías  •  3.287 Palabras (14 Páginas)  •  86 Visitas

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Fer, quiero contarte que hoy no fui a la facultad, después de que te mande a la mañana, el mensaje de los buenos días, me dio un ataque de ansiedad, siempre aparece de la peor manera, la ansiedad es insoportable, solo quiero desaparecer. Hace unas semanas mi médico me dijo que mi trastorno de ansiedad lo tenía desde hace 4 años, pero los doctores nunca me dijeron nada al respecto, lo supe hace poco que lo tenía. Y me puse a pensar, mientras estoy recostada esperando a que se me pase, como será, el día en que me conozcas, que de un momento a otro me dé un ataque de pánico o de ansiedad… de repente, como me veras o como reaccionaras, no quisiera que te sientas incomodo en ese momento, no me lo perdonaría, nunca.

Quisiera contarte una parte de mi vida, en la que mi trastorno se empezaba a notar mas, aunque he visitado médicos, estos nunca me diagnosticaron que tenía ansiedad, sino que desde un principio, ellos dijeron que tenia depresión, hace un rato se me vino a la mente el recuerdo de lo que padecí y me dieron ganas de compartir mi experiencia con vos.

Los últimos tres años de mi vida han sido muy difíciles, he pasado por un trastorno de depresión mayor y de ansiedad. La depresión desapareció, pero sigo luchando contra la ansiedad. Sé que hay muchos como yo, y saber eso, no me hace sentir un bicho raro. Contándote esto, no pretendo hacer un estudio sobre la ansiedad y la depresión, no soy médico, todo lo que leas será puramente mi experiencia personal, mi punto de vista sobre lo que he vivido, pensado, las cosas que me han ayudado, las que no… Porque siento que si no lo hablo se me hace un nudo en la garganta y me estreso, por eso te escojo a vos para confiártelo. :3

6 de Junio de 2011. Era un sábado normal, me levanté, hice el desayuno y empecé con mi rutina diaria. A media mañana tuve un ataque de ansiedad. Los había tenido antes, llevaba meses con ellos, pero eran algo que podía controlar, además ni sabía que era ansiedad. No le había hablado de eso a nadie, creía que era por el estrés de la escuela y que pasarían. Pero aquel día no se pasó. El corazón me latía a mil por hora, no podía respirar y me temblaba todo el cuerpo. No podía dejar de llorar. Era capaz de ver que me pasaba algo grave, que yo sola no podía con eso. Tuve que llamar a mi madre al trabajo para que viniera corriendo a llevarme al médico (yo era incapaz de hacer absolutamente NADA). Y allí estaba, en la consulta de urgencias, con dos médicos sorprendidos que me tomaban el pulso e intentaban que dejara de llorar. Con 16 años, nadie podía comprender que estuviera tan triste, que toda yo fuera tristeza. Me hicieron muchas preguntas que apenas pude responder, me inyectaron un calmante y me remitieron al departamento de salud mental. Por supuesto, me dieron la baja en la escuela inmediatamente, estaba claro que no podía volver al instituto.

Qué duro es escuchar estas palabras. Ay, lo cambian todo. De repente te preguntas si estás loca, te asaltan mil dudas y temores. Empiezas a ser víctima de los prejuicios que llevas oyendo toda la vida sobre las personas con enfermedades mentales. Y tenes miedo. Es como si tu vida estuviera a punto de sufrir un gran cambio que no lo podes controlar, todo resbala hacia un abismo y no podes hacer nada. Me preguntaba: ¿cómo he llegado a esto? Lo peor de todo es que ese día sentí muchísima vergüenza, tener que contar lo que me había estado sucediendo me avergonzaba, me hacía sentir pequeñita. Yo, que controlaba cada uno de los aspectos de mi vida, en perfecto orden, y esto se me había ido de las manos. Aquel día no pude mirar a nadie a los ojos. Creía que había defraudado a mi familia, que era una perdedora. Con el tiempo me daría cuenta de que no podía estar más equivocada, pero sí, es completamente normal sentirse así en plena crisis.

Ese mismo lunes descubrí cómo era el departamento de Salud Mental. Hablé con la enfermera encargada, que me dijo que era una estúpida y una inmadura, que no podía pasarme el día llorando y que era poco más que un despojo para la sociedad (sí señor, esta mujer debe ser de esas “maravillas” animales que trabajan por la Seguridad Social). Me humilló, me insultó y me hizo sentir aún peor. Si sufres una enfermedad mental, prepárate para encontrarte con gente así, gente ignorante. Por suerte la visita con el psiquiatra fue todo lo contrario, salí mucho más tranquila y con un diagnóstico: trastorno de depresión mayor (me sorprende el día de hoy, que no hayan notado la ansiedad en ese momento).  En mi caso la medicación en esa primera etapa fue imprescindible, había que encontrar una manera de “hacer parar” a mi cabeza y a mi cuerpo, tenía que tranquilizarme y dejar de tener 5 ó 6 ataques al día. Tenía que dejar de llorar (que era básicamente lo que hacía, además de dormir la mayor parte del tiempo).

Estuve casi un mes sin levantarme de la cama y del sofá. En esas semanas pasé de pesar 45kg. a quedarme en 36,3kg. A pesar de que comía (porque me obligaban en casa, yo no tenía hambre). El tiempo que pasaba despierta no podía dejar de pensar en morirme. Tenía intenciones de suicidarme, nunca había tenido ideas suicidas, pero en ese momento simplemente quería morirme sin más, desaparecer. Era la mejor solución a mis problemas, por lo menos lo único que podía aliviarme. No le encontraba sentido a la vida, total, al final todos vamos a morir, ¿no? ¿Entonces para qué sufrir durante tantos años? Me sentía sola, no había consuelo para mí. La existencia era algo inútil y sin sentido. Pasé a sentir algo peor que tristeza: nada. Mi vida social, hasta entonces bastante animada, desapareció. Porque cuando tienes depresión o ansiedad la gente te da de lado. Nadie llamó, ni tan siquiera mis profesores o mis compañeros de clase. Solo dos de mis amigos (que TENIA en aquel momento, a los que daré siempre las gracias) permanecieron a mi lado y venían a casa a verme. Fue duro y difícil. Lo peor que me ha ocurrido hasta ahora en mi vida, pero las cosas empezaron a cambiar. Lentamente, después de ese primer mes, empecé a recuperarme.

Increíblemente, tener un diagnóstico ayuda. Te aporta una cierta tranquilidad, porque sabes que estás enferma y que no es cosa tuya, que no te has vuelto loca. Entender cómo funciona esta enfermedad es clave para superarla. El conocimiento es poder ;)

Debido al estado en que me encontraba, en mi caso la medicación fue imprescindible al inicio. Junto al psiquiatra iba analizando cómo me sentía y en función de eso probamos varios medicamentos hasta dar con el adecuado para mí. Hubo un momento en el que recuerdo haber estado tomando hasta 3 pastillas distintas cada día… y no, no me hacían dormir todo el día, ni me dejaban atontada. Tomaba un antidepresivo, un vial para poder concentrarme en las cosas que hacía (era incapaz de leer de una vez una página de un libro y entenderla) y una pastilla para el insomnio. Wow, cuanta medicación, ¿verdad? Una vez que el antidepresivo empieza a hacer efecto, cosa que suele suceder en unas tres semanas, el resto de pastillas dejaron de ser necesarias. Por desgracia los problemas para dormir fueron de lo último en desaparecer, estuve un año durmiendo mal y teniendo pesadillas recurrentes. Pero una vez que tus preocupaciones se esfuman y te vas recuperando, las pesadillas también se van.

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